Dieta de la Luna, ejercicios para reducir piernas y tonificar músculos, tips para rebajar en pocos días... Varias recetas prometedoras y muchos días delante de la balanza esperando a que esos números «horrendos» cambiasen. Me fui convenciendo de que cuando tuviera el abdomen plano sería feliz, que conocería el amor cuando mi cuerpo fuera digno de amor porque era «obvio» que con el peso actual no lo era.
Esto es más efectivo que cualquier dieta mágica que puedas comenzar

Nada me parecía peor que mis «enormes» brazos o mi «desagradable» abdomen. Nunca nada se asemejaría a eso. Hasta que todo empeoró cuando mis parejas decidieron partir. Al encontrarme sola, estuve segura de que había sido mi culpa, por mi cuerpo, por mi metabolismo, por mi maldita genética.
Caminaba por la calle avergonzada de lo que era, como si mi peso fuera una condena de la que todos podían hablar. Me la pasé torturándome y comparándome con otras personas.
Lloré muchas noches en silencio y no le dije a nadie como me sentía porque me parecía muy dramático, irreal y que claramente era mi responsabilidad. Me mostraba cómoda con lo que era al reírme de mis «defectos» para que nadie se burlara de mí. Intentaba ser simpática, divertida… autodestructiva en verdad.
Pasé años buscándome entre la gente, necesitaba identificarme con alguien para sentir que no era la única. Me busqué sin éxito en los medios de comunicación, en los desfiles, en las tiendas, ¡me busqué, pero jamás me encontré! Fue cuando me sentí una extraterrestre.
El día que todo cambió
Un día, después de tanto buscar y sentirme miserable, conocí a actrices y modelos que amaban sus cuerpos. Ellas me enseñaron a aceptarme, me inspiraron, me mostraron un mundo que no conocía.
Esas mujeres eran lo que se suele decir gordas. Se habían unido sin saberlo para hacerme sentir valiosa. —Me corrijo: para hacernos sentir valiosas—. Los estereotipos por fin estaban cambiando, ya no me sentía excluida en un mundo de cuerpos técnicamente perfectos. El abdomen plano era una excepción y el cuerpo real comenzó a ser la bandera que muchas llevamos en alto.
La polémica
Algunos todavía creen que tener un cuerpo real no es sinónimo de belleza, lo asocian a enfermedades, cuerpos insanos y conductas alimenticias destructivas. No lo niego: entre quienes tienen un cuerpo real, hay personas que descuidan su salud, pero no son todas.
Es cierto que comer patatas fritas y hamburguesas a diario es malo. ¡Pero no seamos hipócritas! Es tan malo como ingerir solamente agua y ensaladas todos los días.
Sus argumentos para no tener un cuerpo real no son suficientes, al menos para mí.
La belleza real no se trata de un número en la balanza, ni de la frecuencia semanal de ejercicio. Se trata de sentirnos valiosos, dignos del cariño de los demás; se trata de vernos al espejo sin llorar, sin odiarnos; se trata de tomarnos una foto de cuerpo entero sin sentir vergüenza, de poder salir a comprar ropa sin miedo.
Se trata de aceptarnos y de amarnos como somos. Una vez que lo hagamos comenzaremos a tener una vida más saludable física y mentalmente.
A mí me costó, de hecho, me cuesta. Hay días en los que me levanto odiando todo lo que soy, pero sé que es cuestión de trabajar en cambiar mi mente.
La belleza es lo que nosotros queremos que sea, no un estereotipo.






