Madame CJ Walker. Revolucionó la industria del cuidado del pelo y de cosméticos para la mujer
afroamericana. En 1905, ante la necesidad de encontrar un remedio para la caída, esta hija de antiguos esclavos comenzó a explorar diversos tratamientos y productos. Desarrolló un restaurador del pelo y una fórmula para alaciarlo. Ofreció tratamientos faciales y otros cosméticos enfocados a la mujer de raza negra
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Helena Rubinstein. Su madre le auguró que influiría al mundo a través de la belleza. Fue una crema que ella usaba la que la inició en el negocio.
Helena comenzó a venderla en Australia. Luego, establecería su propio negocio el cual expandió cuando se unió al Dr. Jacob Lykusky, creador de la fórmula de la crema, con quien empezó a desarrollar más productos. La apertura en Londres de su primer salón, en 1905, fue el detonante de su gran imperio.
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Elizabeth Arden. Aunque hidratarse la piel, evitar el sol y practicar yoga son costumbres que identifican a la mujer contemporánea, ya en los 20 esta
empresaria las recomendaba a las clientas de su Salón de la Puerta Roja. El establecimiento de la Quinta Avenida constituyó el inicio de una de las primeras firmas globales de belleza. Arden se dedicó a desarrollar cosméticos aplicando los más recientes adelantos científicos.
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Estée Lauder. Ayudando a su tío, químico que desarrollaba fórmulas para el cuidado de la piel en un improvisado laboratorio,
Lauder descubrió su vocación. Ya casada, en la cocina de su casa de Nueva York, las perfeccionó. Salones, hoteles y hasta estaciones del metro fueron escenarios en los que demostraba sus cremas. En 1946 fundó, junto con su marido su compañía. Vender sus productos solo en tiendas exclusivas fue el boleto a su gran éxito.
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Mary Kay. Cuando un compañero de trabajo, que ella había entrenado, fue promovido a un puesto superior al de ella,
Mary renunció para escribir un libro sobre ventas. Así nació la idea de su propia empresa. Aplicó su experiencia de 25 años en la venta directa para vender productos de belleza. Sus representantes comprarían los productos a precio de mayoreo para venderlos a precio de menudeo y disfrutarían de un programa de incentivos.
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Anita Roddick. Con
The Body Shop, Anita estableció un precedente en lo que hoy se conoce como “industria verde”. La austeridad de su madre, que todo reutilizaba, y los rituales ancestrales de belleza que presenció en sus viajes fueron su inspiración. Comenzó, en 1976, vendiendo 15 productos que había conseguido alrededor del mundo. Su marca esta comprometida con el medio ambiente, los derechos humanos, y con el origen natural de los productos.
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Bobbi Brown. Su estilo de maquillar nació en la adolescencia, al ver el casi imperceptible maquillaje de Ali McGraw en
Love Story. Ya como maquillista profesional, en los 80, fue ese enfoque fresco y natural lo que la hizo
famosa. Frustrada por los poco tonos de lipstick que había en el mercado, decidió crear su propia línea Brown Lip Color. Así nació lo que más adelante sería Bobbi Brown Cosmetics, que se enfoca en reslatar la belleza natural.
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Charlotte Tilbury. A los 13 años descubrió el efecto transformador del maquillaje. Al conocer a la maquillista
Mary Greenwell, decidió que ésa era la
profesión que ejercería. En los 90 creó el look luminoso y glamoroso que tanto gustaba a las súper modelos de entonces. Al desarrollar productos para marcas como MAC y Chanel, supo que quería crear su propia marca. Aplicó todo lo aprendido en una original colección de maquillaje, fácil de aplicar.
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Emily Weiss. Comenzó como asistente de moda ocupación que en un principio combinó con la de bloguera cuando abrió
Into the Gloss, en 2010. Con este blog
Emily pretendía cubrir el nicho de productos de belleza, comenzó a curiosear en las bolsas de editoras, modelos, actrices, y cuanta mujer estilosa se dejara. Descubrió qué cosméticos usaban y que era lo que a esas mujeres les faltaba. Su siguiente paso fue crear su línea de maquillaje; Glossier.
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