Con el número #50 lanzado a finales de julio, Wolverine: Origins termino finalmente y nos deja un sabor de boca semiamargo.
Wolverine: Origins #50

La idea al principio parecía más que interesante, Wolverine recupera memorias perdidas y decide, de una vez por todas, vengarse de aquel que ha estado controlando casi todas las desgracias que le ocurrieron: Romulus.
Un villano interesante, que hasta el número #39 de Origins solamente había aparecido entre sombras y luego aparece en todo su esplendor para seguir haciendo de las suyas. Lava el cerebro de Daken, el hijo de Wolverine, y lo entrena para asesinar a su padre. Su plan incluye trasformar a Daken en el Arma-X de la nueva generación, algo como lo que hizo al lavar el cerebro de Wolverine y controlar varios aspectos de la vida del mutante con las garras de adamantium y el poder regenerativo.
Pero el final de Wolverine Origins parece dejar entreabierta la puerta y no cumplir con esa intención de Wolverine de “dejar el pasado atrás”. Es que, en vez de acabar para siempre con Romulus, Logan opta por dejarlo encerrado en la Dimesión de la Fuerza Oscura, y todos sabemos que tarde o temprano en el mundo de los comics eso significa un regreso.

Wolverine Origins es entretenida, tiene combates muy emocionantes y aparecen muchos personajes que terminan dando coherencia y sentido al pasado y presente de Logan. Pero por alguna razón esperaba algo más “definitivo”.









