[Review] Dragon Ball Super: Episodio #8 (Spoilers)

El mundo parece estar a salvo, pero no necesariamente eso seguirá así. Continúa el peligro tras la aparición de Beerus en el planeta, y Vegeta defiende con su vida el honor de su esposa... un acto tan valiente como inútil, pero que al mismo tiempo parece ser la única forma de resolverlo.

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¡Goku aparece! ¿La última oportunidad que dará Beerus?

Tras la espera en la semana y el final del capítulo anterior, era de esperarse que el príncipe saiyajin liberase todo su poder en un último intento por acabar con el enemigo. Lógicamente también, sus esfuerzos fueron en vano incluso cuando obligaron a un poco más de cuidado por parte del dios.

Quedó demostrado que para vencer a Vegeta únicamente alcanzó con el 1% de su poder, pero increíblemente también parece convencerlo de una mínima chance a que el Super Saiyajin Dios sea una realidad, aunque no dé crédito a la opción.

Todo se resuelve, para alegría de los fans y para sorpresa de los personajes, mediante un duelo al clásico juego de "piedra, papel o tijeras", que tiene a Oolong como responsable del destino de la Tierra. Quizá parezca tonto, y quizá otros se pierdan en el dato, pero Dragon Ball Super devuelve en esa simple escena todo su humor y el protagonismo que tenía el pequeño cerdo en la saga original, donde por ejemplo fue encargado de pedir con las esferas del dragón aquel primer deseo de la serie, donde se le otorgó ropa interior femenina, en una mezcla de perversión e inteligencia al impedir que Pilaf conquistara el mundo.

La comida todavía es lo que mantiene al planeta a salvo, ya que la promesa de nuevas exquisiteces es en definitiva lo que alarga la disputa, incluso tras la aparición inesperada de Goku. Esta vez, todo parece encaminarse a una "amistad" en busca de un mismo interés, lo que derivará en la aparición de esta misteriosa deidad saiyajin que todos queremos ver en versión anime.

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Puntaje: 7.5/10 - El desborde de Vegeta (obviamente) fue menos de lo que prometía, pero la aparición de Goku aparenta tener mucha más importancia de la que podríamos pensar. ¿Cuánto falta para lo intenso? Poco... muy poco.