El significativo episodio anterior y el hecho de que este final de temporada no se corresponde con el final del libro de George R. R. Martin del cual ha sido adaptada, pueden hacer parecer a este episodio algo falto del clímax necesario para el fin de una temporada.
Un nuevo comienzo en Game of Thrones [Crítica 3x10, final de temporada]

Sin embargo, el episodio 10 de la temporada 3 de Game of Thrones se las ha arreglado para darle un cierto sentido de cierre a varias de las historias que hemos seguido a lo largo de toda la temporada, para incluir un vistazo y una actualización de casi todos los -numerosos- personajes (tuvo más de una hora de duración) y para combinar todo esto con el planteo de interesantes líneas que se seguirán en la próxima temporada.
El camino de vuelta
Era evidente que este último capítulo tendría un tono más calmo y apaciguado que el del impactante y oscuro episodio anterior, pero además, llevó a varios de los personajes a una cierta calma y hasta a una satisfacción; incluso en los casos en los que la situación es más trágica (como la de Arya), tenemos aquí pequeños momentos de redención, como un oásis en el desierto que, de todos modos, no dura demasiado.
Arya ( Maisie Williams) es uno de los personajes cuya evolución resulta más intrigante para la próxima temporada. Está claro que se ha ido endureciendo con el paso del tiempo y por las circunstancias que ha debido enfrentar, pero ahora asesina por primera vez a un hombre, valiéndose del engaño y de manera bastante violenta (impulsada por el relato del hombre acerca de lo que había hecho con su hermano).

Quizá se vaya pareciendo cada vez más a su ahora compañero, El Perro Clegane ( Rory McCann): comparten las duras experiencias, la valentía, la necesidad de valerse por sí mismos y el espíritu solitario. Han logrado entenderse mejor ahora, ante los trágicos hechos, él la ha cuidado y ayudado, y será interesante ver qué sucede con estos dos en la próxima temporada.
Tuvimos algunos otros momentos de satisfacción y de breve redención para los personajes; algunos, como el de Arya, casi insignificantes en medio de la gran tragedia que ha vivido; otros, se derrumbaron en este mismo episodio: Sansa ( Sophie Turner), que parecía estar más a gusto con Tyrion ( Peter Dinklage), que podían conversar de manera agradable y divertida, debe darse cuenta de golpe que los Lannister aún pueden causarle mucho dolor y que Tyrion, a pesar de todo, sigue siendo uno de ellos.

El final feliz
Otros personajes tuvieron un buen final, después de haber sobrevivido a innumerables adversidades y superado todos los obstáculos; estos son los que mejor funcionaron para darle el tono de final de temporada al episodio.
Jaime ( Nikolaj Coster-Waldau) y Brienne ( Gwendoline Christie) llegaron a Desembarco del Rey y él se encuentra con Cersei ( Lena Headey); Sam ( John Bradley) y Gilly ( Hannah Murray) llegaron a salvo a Castillo Negro y, además, ayudaron a Bran ( Isaac Hempstead-Wright) y sus compañeros a cruzar al norte del Muro.
En Rocadragón, Ser Davos ( Liam Cunningham) logra salvar a Gendry ( Joe Dempsie) y luego a sí mismo, mientras que Stannis ( Stephen Dillane) ha cambiado los planes y se convierte en uno de los más interesantes a seguir en la próxima temporada; por su parte, Jon Snow ( Kit Harington) también logra llegar a Castillo Negro, a pesar de haber sido herido por Ygritte ( Rose Leslie), en una de las despedidas amorosas más peligrosas que se hayan visto.

Por último, Daenerys ( Emilia Clarke) liberando a los esclavos de Yunkai, y éstos ovacionándola mientras la llamaban “ Mhysa” (lo que da nombre al episodio y significa “Madre”), logró coronar el final de temporada con un toque emocional y volviendo a uno de los personajes más queridos y menos sufridos de la serie.
Puntaje: 8. Un episodio construido con grandes momentos, sobre todo de gran valor emocional para los personajes, en los que la acción cedió lugar a los significativos diálogos y al establecimiento de las pautas para la temporada 4 de Game of Thrones.








