T2 Trainspotting no puede escapar del todo a esa sombra que antecede a todas las películas actuales que de uno u otro modo están apelando a la nostalgia, esa sospecha de innecesaria, contraproducente o incluso oportunista, esa cruz de ser una más de un fenómeno tan extendido y cuestionado (“¡ya no quedan ideas originales en el cine!”) como evidentemente rentable.
T2 Trainspotting: el mundo cambia, pero nosotros no (tanto)

Se trata además de la secuela de un clásico de culto, de una película que dejó unas cuantas imágenes y algunos personajes icónicos, una inseparable banda de sonido y que, a partir del retrato de la desesperanza y el nihilismo anestesiados por la heroína de los jóvenes pobres de Edimburgo en aquella lejana década de los 90 (el epicentro más reciente del fervor nostálgico, junto con los 80), canalizó inquietudes, sentimientos y temores propios de toda una generación.
Difícilmente la secuela pueda hacer lo mismo, pero como mínimo necesitaba dos cosas: no traicionar el legado de aquella película original y, al mismo tiempo, sentirse pertinente y relevante. Danny Boyle y John Hodges, director y guionista de la original, y todo el elenco principal, regresaron en tándem para T2 Trainspotting y salieron victoriosos en esta empresa.
Eligió la vida

Las características mismas de la primera Trainspotting y su argumento -ese final-, hacen inevitable la pregunta: ¿Qué fue de aquellos jóvenes después de los eventos de la película?
Tan inevitable que el mismo Irvine Welsh, autor de la novela en la que se basó, intentó responderla con una novela continuación, Porno (mitad impulsada por el éxito de la película), publicada en 2002, con los protagonistas diez años después.
La novela quedará como el eslabón perdido de la historia, ya que T2 retoma a Renton, Sick Boy, Spud y Begbie 20 años después, tomando elementos aislados de las dos novelas pero con una historia original.
Mark Renton ( Ewan McGregor), por razones que se revelarán en el transcurso de la película, regresará a Edimburgo 20 años después de que, en aquel memorable final, se perdiera en el horizonte con rumbo desconocido y un bolso con miles de libras que había robado a sus amigos (dejando un fajo a Spud, el único por quién realmente sentía pena).
Tal como se proponía en su monólogo final en aquel momento, ahora se ha convertido, aparentemente, en un hombre derecho y respetable: un hombre de familia con un empleo regular y probablemente esa maldita gran televisión.
¿El precio a pagar? La traición a sus amigos, el alejamiento de su familia y el abandono del lugar que lo vio nacer y crecer.
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20 años no es nada

¿Cuánto de aquel Renton hay en este que 20 años después vuelve a casa? Es la pregunta que rondará a lo largo de toda la película y la verdadera actualización temática y emocional de la historia y los personajes, extendiéndose también a los demás, cada uno de ellos indisociables de sus propias circunstancias y personalidades.
Estos 20 años no pasaron de la misma manera para todos.
De hecho, el esquema inicial sugiere que para el único que pasaron 20 años realmente fue para Renton, que ha intentado avanzar, hacer algo de su vida.
Begbie (Robert Carlyle) estuvo las últimas dos décadas en prisión, y ya en su primera escena se advierte que nada ha cambiado en absoluto en su carácter: sigue siendo un bully violento, desagradable e impredecible.
Spud (Ewen Bremner) intentó salir adelante, incluso formar una familia; tiene esposa y un hijo, pero las cosas no salieron de la mejor manera y volvió a refugiarse en la heroína, quedando, como consecuencia inevitable de ésto (ya mostrada en Trainspotting), esencialmente solitario.
Sick Boy (Jonny Lee Miller) sigue siendo un buscavidas, un criminal que ahora se gana la vida engañando y extorsionando ricachones mediante videos prohibidos con la ayuda de su novia, Veronika (Anjela Nedyalkova), que será el personaje nuevo más importante.
Es una joven búlgara que funcionará como nexo en medio de la compleja relación de vieja amistad y traición entre Renton, Sick Boy y Spud, con su visión objetiva y ajena a aquellos viejos acontecimientos, pero también como nexo generacional, siendo bastante más joven que ellos (“Ustedes viven mirando hacia el pasado” le dice Veronika a Renton y Sick Boy, una frase que también puede tomarse como un comentario autoconsciente y metacinematográfico; del mismo modo, Renton dice en un momento: "Es simple nostalgia; no eres más que un turista en tu propia juventud").
La vuelta de Renton altera las cosas para todos.
Inevitablemente reavivará viejos recuerdos, rencores y dolores, pero habrá también una posibilidad de redención, o lo más parecido que se pueda encontrar en estas circunstancias.
En el mundo de Trainspotting la redención y las nuevas oportunidades no son cosas derivadas de la nobleza, el aprendizaje y el crecimiento personal, sino de cosas sórdidas, de tragedias y traiciones, como la de robarle una fortuna a tus amigos. Y ni siquiera así la paz y la felicidad están garantizadas.
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Las partes de un todo

Además de volver al humor negro, la estética de colores brillantes, el ritmo ocasionalmente frenético y las inusuales tomas subjetivas, la secuela incluye referencias explícitas constantes a la película original, ya sea con guiños sonoros, con imágenes de aquella o similares, con algunas locaciones y, en una gran escena, también una réplica actualizada y un poco más amarga y resignada del famoso monólogo de “Elige la vida”.
Es que la Trainspotting original tiene un componente nostálgico no sólo para la audiencia, sino especialmente para los personajes. Aquellos eventos son parte de su pasado y de quiénes son.
En el comienzo de la película, una melodía de piano de la canción “Perfect Day”, emblemática de la vieja banda de sonido, acompaña imágenes caseras de niños jugando al fútbol, que serían Renton, Sick Boy, Spud y Begbie.
Todo esto es la señal que volver a ellos ahora es volver en realidad a sus vidas, es abordar un relato mucho más amplio y abarcador del que solamente vimos hasta ahora un pequeño fragmento en aquella vieja película, crucial y significativo, pero no más que un fragmento, con historias y misterios apenas sugeridos, perdidos en la bruma de la heroína y la adolescencia.
Así, adquiere relevancia en la película todo el tiempo que no se ve. Esos 20 años entre película y película, todo lo que estuvo antes y todo lo que vendrá después.
“El mundo cambia, pero nosotros no” le dice Begbie a su hijo adolescente, contradiciéndose al instante con un gesto amable, inédito para él. No es extraño que esto lo diga y lo piense Begbie, quien pasó 20 años en prisión y no ha aprendido otro modo de relacionarse con el mundo que no sea el odio y la violencia, salvo esta notable y puntual excepción.
Pero lo cierto es que el mundo cambió y, hasta cierto punto, también Renton, Sick Boy y Spud lo hicieron. Aunque hagan exactamente lo mismo o se vean envueltos en problemas similares, las cosas adquieren otro significado, cambian las justificaciones y los sentimientos. Los años añaden peso y dimensión a sus circunstancias.
Aquellos jóvenes que no eran más que presente y heroína, están ahora cargados de pasado y, por lo tanto, de la búsqueda de un futuro, ausente en la película anterior tanto como en la canción de los Sex Pistols.
De eso trata T2 Trainspotting, una película que cumple con los requisitos indispensables de respetar el legado de la película original y parecer justificada, aún careciendo de la energía juvenil y urgente de aquella, o, en realidad, por esto mismo.
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