¿Por qué las series se parecen cada vez más a las películas, y viceversa?

Existe un amplio debate acerca de ello, aunque nadie lo haya dado por hecho. Durante los últimos años, las series han adquirido un toque más cinematográfico, al igual que las grandes propuestas de Hollywood se nutren de un formato fragmentado que nos recuerda a la pequeña pantalla. Pero no todo queda ahí, pues hay muchas más razones por las que las series de televisión son cada vez más parecidas a las películas. 

Del cine a la TV

Las películas suelen ser rodadas en 70 mm y las series de televisión en 35 mm. Las primeras duran menos y retienen una historia, en la mayoría de veces, cerrada, mientras las segundas pueden permitirse desarrollar una historia durante años.

Exceptuando estas marcadas diferencias, el mundo de las series televisivas y el del cine cada vez parecen más semejantes. Una fusión que, intuimos, nació allá por 1991 cuando Twin Peaks dejó claro con sus dos temporadas que un director de cine como David Lynch también podía coquetear con la televisión y se podían elaborar series concisas, de cinematográfica tensión, brillantes interpretaciones

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Años después, concretamente en 2004, el primer capítulo de la serie Lost se convertía en el más caro de la historia de la televisión y el resultado era una prueba del experimento: buenos efectos especiales, una trama que no recaía en el simple entretenimiento televisivo y unas interpretaciones no demasiado alejadas de las que podemos ver en cualquier película del estilo.

Se abrían nuevos caminos para el mundo de la televisión, cuyas series lucían escenarios, personajes y tramas mucho más densas y cinematográficas, además de los presupuestos, como es el caso de Game of Thrones, la cual pocos discutirán su impresionante factura digna de cintas como Braveheart o E l Señor de los Anillos; o The Walking Dead, la cual incluso supera a la posterior Guerra Mundial Z, protagonizada por Brad Pitt. 

Actores versátiles, películas revisionadas

Anna Paquin, la actriz más joven ganadora del Oscar por The Piano se sumergía en el papel de Sookie para dedicarse íntegramente al mundo de la televisión con True Blood. Poco después , Claire Danes, con una filmografía entre la que encontramos títulos como Terminator 3 o Stardust se convertía en Claire Mathison en Homeland. Y, recientemente, dos pesos pesados del celuloide como Matthew McConaughey y Woody Harrelson sorprendían en True Detective.

Actores generalmente cinematográficos protagonizan algunas de las mejores series de los últimos años, mientras otros como Kit Harington (Jon Snow), de Game of Thrones, protagonizan Pompeya, y Aaron Paul (Pinkman, en Breaking Bad) forma parte del Exodus de Ridley Scott. No negamos que ha habido casos anteriores, pero la fiebre parece aumentar durante los últimos años.

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Al mismo tiempo, muchas películas pasan por el filtro de la pequeña pantalla, tal y como sucede con Fargo, Sleepy Hollow o  12 Monos, mientras grandes sagas del cine como Los Juegos del Hambre, El Hobbit o las últimas X Men se permiten finales demasiado abiertos, como un capítulo más.

¿El motivo de todo esto? La misma y fácil accesibilidad a ambos productos, unos actores que buscan mayor estabilidad profesional, quizás algo de falta de ideas y una fiebre que permite una inspiración mutua entre dos formatos cada vez más cercanos. Quizás todo se trate de algo momentáneo, o quizás estemos ante la nueva revolución del mundo del entretenimiento. 

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Las series y las películas cada vez se parecen más, una realidad palpable en ciertas interpretaciones, tramas y factura técnica. Una sigilosa revolución que nos encanta, ya que podemos tener lo mejor de cada formato tanto en una sala de cine como en esas nuevas televisiones que parecen emular el tamaño de las pantallas de cine. Pero eso ya es otra historia.

¿Prefieres el cine o las series de televisión?