Game of Thrones: los niños [Crítica 4x10, final de temporada]

El invierno se acerca (al menos en este hemisferio sur) y eso significa que una nueva temporada de Game of Thrones llega a su fin y que tiempos difíciles vendrán para los fanáticos, que deberán esperar casi un año para ver nuevos episodios y saber cómo continúan estas historias.

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Pero, por el momento, tuvimos un final acorde para la temporada 4 de Game of Thrones, que se caracterizó por numerosos momentos impactantes (generalmente muertes de grandes personajes), que no estuvieron ausentes en este último episodio, además de otros que aportaron el cierre necesario a algunas de las tramas y un nuevo punto de partida para muchos personajes de cara a la temporada 5.

En el muro y más allá

Un nuevo punto de partida por ejemplo para Jon Snow y la Guardia de la Noche que, a pesar de haber tenido una pequeña victoria –aunque esencial– contra los Salvajes, todavía faltaba lo peor, a tal punto de que el mejor plan era simular una negociación con Mance Rayder para poder acercársele y asesinarlo desprevenidamente. Una empresa casi suicida. 

Por suerte para ellos y para el Muro, Stannis Baratheon llegó de manera inesperada para protegerlos, ahora con un ejército recién comprado y con una estrategia muy diferente: la última vez que decidió reclamar el trono en el campo de batalla, yendo directamente a Desembarco del Rey, terminó derrotado y con un ejército diezmado, por lo que ahora ha decidido cubrir otras zonas de Westeros para iniciar su reinado.

Esto gracias a un consejo de Melisandre que, a pesar de que reconoció que gran parte de su “magia” no es más que un engaño, aún posee ciertas visiones proféticas que le permiten considerar que “la guerra de los 5 reyes no es nada, la verdadera guerra se encuentra en el Norte”, posiblemente refiriéndose a la temible presencia de los Caminantes cada vez más amenazantes.

Imagen HBO

También tuvimos el fin del largo y atribulado viaje de Bran Stark, llegando al gran árbol que Jojen había previsto en sus visiones, en una de las secuencias más extrañas e inesperadas de toda la serie.

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Primero con la aparición de esqueletos subterráneos asesinos y luego con la de la misteriosa niña lanzagranadas que los rescató (a todos menos a Jojen, que ya conocía su trágico destino). Como nos enteramos después, la niña no es en realidad una niña, sino que forma parte de una antigua raza conocida como “los niños”, que suponemos son algo así como unos Peter Pan del norte profundo, exiliados de Westeros.

Bran se encuentra cara a cara con el famoso cuervo de tres ojos, que es ahora un misterioso hombre (¿un Dios?) y que, como corresponde a los de su clase, se comunica de manera ambigua e imprecisa. En este tono le anuncia a Bran que no va a volver a caminar, pero dejando la correspondiente pausa dramática para informarle que, en cambio, podrá volar. Algo que, si me preguntan, es completamente preferible.

Al otro lado del Mar Angosto, mientras tanto, la Khaleesi sigue descubriendo que por muy nobles que sean las ideas que impulsan y cimentan su reino, éste no está libre de injusticias y conflictos, porque gobernar es algo muy distinto y mucho más complejo que simplemente derrocar a tiranos y esclavistas. Más aún cuando uno de sus propios hijos-mascota posee fuego fácil y tiende a incinerar todo lo que se le ponga a su paso, incluyendo cabras y niñas pequeñas.

Las inevitables muertes

Las dos parejas viajeras tuvieron finalmente su encuentro, que resultó ser mortal para el personaje menos esperado.

Confiar en extraños y en sus aparentes buenas intenciones puede ser algo muy peligroso en el mundo de Game of Thrones, sin embargo a Sandor “El Perro” Clegane lo que lo mató fue la desconfianza (aunque nunca lo vemos morir y, quién sabe, tal vez eventualmente se salve).

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No creyó que Brienne de Tarth, con su flamante espada de acero valyrio y su oro proveniente de los Lannister no fuera a buscar su cabeza para obtener su recompensa y, por otra parte, tal vez pecó de exceso de confianza al pelear contra una dama. Lo cierto es que terminó rogándole a Arya que lo matara y ésta, no se sabe si por piedad, cobardía o cariño, se negó a hacerlo (y luego se embarcó a Braavos en la última secuencia de la temporada). 

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Por último, en Desembarco del Rey las cosas dieron un sorpresivo giro que nos permite respirar aliviados luego del injusto juicio al que fue sometido Tyrion Lannister y del trágico desenlace de la pelea entre Gregor “La Montaña” Clegane y Oberyn Martell.

Ya no era un buen día para Tywin, con Cersei negándose a contraer el matrimonio arreglado con Loras Tyrell y confesando su romance con su propio hermano, pero lo peor estaba por venir.

Tras ser ayudado por Jaime y Varys, Tyrion logra salir de su celda y descubre que Shae se estaba vengando de él manteniendo un romance nada menos que con su padre (¡al que también llama “mi león”!). De modo que no tuvo otra opción que asesinar a Shae y luego a su padre, que murió en el lugar al que pertenecía: el retrete. 

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Si hay algo que podría criticarse de esta temporada y la trama que siguió a Tyrion, es precisamente el personaje de Shae, que cuando se introdujo parecía muy interesante e inteligente, pero que luego termina actuando de manera completamente absurda y estúpida.

Primero con los celos ante Sansa, sin darse cuenta que todo ese matrimonio fue un arreglo político orquestado por Tywin y que Tyrion no tenía otra opción, y luego sin notar que el afán de Tyrion para que se vaya de Desembarco del Rey era para protegerla. Entonces termina testificando en su contra de manera ostensiblemente mentirosa (a diferencia de Varys, que sólo mencionó algunos hechos y omitió otros, presumiblemente para protegerse a sí mismo) y luego manteniendo una relación con Tywin, algo que parece, por lo menos, forzado.

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De todas maneras, es claro que si de alguna forma debía morir Tywin, la mejor era ser asesinado por Tyrion.

Puntaje del episodio: 9/10.

Puntaje de la temporada: 8/10.