A siete años del éxito de 21 grams ( 21 gramos), Naomi Watts y Sean Penn vuelven a reunirse en la pantalla con la película Fair Game (Poder que mata), estrenada en Estados Unidos en noviembre de 2010.
Fair Game: entretenida y real

Fair Game (dirigida por Doug Liman) cuenta la historia de la agente secreto de la CIA, Valerie Plame (Naomi Watss), cuya identidad es revelada a la prensa luego de que su esposo, el ex diplomático Joe Wilson (Sean Penn), difundiera maniobras engañosas de autoridades de la Casa Blanca. Así, Valerie es destituida de su cargo y su esposo comienza una lucha contra la Casa Blanca por hacer que la verdadera versión de la historia llegue al público.
El comienzo de la película es como lo esperaba: enredado e incomprensible por sus diálogos, en los que se describen entreveradas maniobras de espionaje y estrategia como si fueran simples indicaciones de tránsito. El espectador con inteligencia media o inferior logrará entender muy poco de toda esta información sobre quién encargó uranio a África o qué pasó con los tubos de aluminio que pidió el gobierno de los Estados Unidos, y con qué motivo.
Sin embargo, y para mi grata sorpresa, hacia la mitad de la película (que dura menos de 2 horas) comienza el conflicto central, que es el intento de Valerie por cumplir su palabra con la gente a la que pidió colaboración para las misiones (y sobre quienes la CIA se desentendió por completo), y la lucha de su esposo Joe por desenmascarar y derrotar a las autoridades de la Casa Blanca que arruinaron la carrera de su esposa solo por venganza.
Así es que, luego del aburrimiento y enojo del comienzo por estar viendo otra película de acción demasiado rápida e inentendible, pude disfrutar de la intriga de acompañar a Joe y Valerie en su pelea por superar las adversidades que se desencadenaron luego de la destitución de Valerie, y por derrocar los engaños y ataques de la Casa Blanca.
Y la frutilla de la torta: cuenta una historia real.









