No es la primera vez que Hayao Miyazaki amenaza con el retiro. Ya lo había hecho luego de estrenar Ponyo y lo volvió a anunciar ahora, cuando El viento se levanta rompió récords de entradas vendidas en Japón y de a poco se va estrenando en el resto del mundo, luego de su exitoso paso por el Festival de Venecia en el 2013.
[Crítica] El viento se levanta, de Hayao Miyazaki

Pero una vez que vemos el tipo de historia que propone el legendario animador con esta película (la undécima de su carrera), es muy posible que sí sea su adiós definitivo del mundo del cine. El viento se levanta es el largometraje más radical de toda su filmografía, el más distinto del resto, pero a la vez el más personal.
Soñando con volar
Miyazaki vuelve sobre un tópico que ya trató otras veces (por ejemplo en Porco Rosso): la aviación y el deseo del hombre por volar. Solo que en esta oportunidad eligió adaptar un libro que narra la biografía del ingeniero Jirō Horikoshi, diseñador del famoso avión de caza de largo alcance Zero, empleado por el Servicio Aéreo de la Armada Imperial Japonesa durante la Segunda Guerra Mundial y responsable del bombardeo de Pearl Harbor.
Desde el vamos este tipo de historia está muy alejada de los universos de fantasía, niñez y naturaleza que Miyazaki construyó en sus obras anteriores. Acá nos enfrentamos a una historia adulta, con un contexto socio-político muy complejo y una mirada sobre el papel de Japón durante la Segunda Guerra que ha levantado no pocas polémicas.
Pero el director no renuncia a sus identidad estilística en ningún momento. Los colores explotan en cada toma, y combinada con la banda de sonido del brillante Joe Hisaishi (un colaborador habitual) convierten cada escena en una experiencia profundamente humana. Hay una serie de secuencias donde Jirō, el protagonista, se encuentra en los sueños con Giovanni Caproni, el ingeniero aeronáutico que lo inspira. Y son esos momentos donde se percibe al Miyazaki más auténtico, cuando plasma en pantalla esa emoción única que parece materia exclusiva de los sueños, pero que él como nadie sabe cómo tomarlos prestados durante unos minutos.
Un alter ego animado
Durante casi la totalidad de los 128 minutos que dura El viento se levanta se describe la vida completa de Jirō Horikoshi, desde su infancia como niño miope y sus ansias por ser piloto, hasta su consagración como genio de la aviación a nivel mundial.
Sin dudas uno de los momentos más intensos de la película es cuando ocurre el terremoto de Kantô, un suceso terrible que costó la vida de cientos de miles. Miyazaki pone todo su talento para trasladar esa sensación de apocalipsis a la platea. Si sabe plasmar sueños, decididamente también sabe plasmar pesadillas, sobre todo una que anticipa en cierta forma lo que le esperaba a su país unas décadas más tarde en Nagasaki e Hiroshima.
En ese terremoto también se da el primer encuentro entre el joven Jirō y Nahoko Satomi, el inicio de un amor tan profundo como excepcional, muy diferente al que se suele ver en este tipo de películas semi-biográficas. Y son en los instantes donde la pareja está junta donde la magia inunda la pantalla.
Pero la aparición de Nahoko no solo trae magia, sino que también empieza a sobrevolar el fantasma de la muerte. No en su carácter de amenaza a la felicidad, sino como hecho inevitable de la existencia. Y esos son los momentos donde más se percibe el amargo sabor de la despedida del maestro japonés.
La elección por narrar la vida de Jirō no es para nada caprichosa. Se puede cambiar la profesión del personaje de diseñador de aviones por el de animador, y el resultado es el mismo. Horas, días, semanas, meses, años de alguien sentado frente a un tablero de dibujo, armado solo con un lápiz, para darle forma a sus sueños. Ese alguien podría ser tanto Jirō como Miyazaki.
La despedida de un pacifista
Mucho se ha criticado este aspecto del personaje, al describirlo como un artista ajeno a lo que sucede a su alrededor. Pero es una decisión valiente de Miyazaki, que fiel a su espíritu pacifista (¿aún hace falta aclararlo?) elige mostrar la aventura de un hombre ordinario, en un mundo en llamas, muy difícil de comprender en ese momento, cuando las cosas pasaban día a día, que con el confort que brindan los libros de historia a la hora de analizar tragedias como la Segunda Guerra Mundial.
The Wind Rises seguramente pasará a la historia como la última película del creador del los Estudios Ghibli, llamados así en honor al avión Caproni Ca.309, creado por el personaje que inspira al protagonista. Un signo más de la auto referencialidad que se dispersa por todo el metraje, pero que no opaca al todo que constituye esta genial, valiente y hermosa película.









