Crítica de The Grand Budapest Hotel: La historia de nunca acabar

Por más que muchos no lo quieran admitir, Moonrise Kingdom no fue uno de los films más destacables de Wes Anderson, algo ridículo considerando su trama prácticamente lineal y los simples elementos que formaban parte del conjunto. Sin embargo, en The Grand Budapest Hotel, que parecía tener todos los ingredientes para un caos grupal de primera, Anderson logra producir una fantasía hilarante, aunque no del nivel de otras dentro de su filmografía.

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Sitio mágico

No es sorpresa que toda la película se lleve a cabo en un país europeo desconocido, y menos cuando nos ponemos a pensar que el hotel protagonista es un personaje más, tan valioso como los que lo habitan o cruzan por varios de los locos incidentes que se llevan a cabo en el film.

Las múltiples tramas y los tres diferentes narradores, dan la impresión de un relato contado por varios miembros de una familia a un niño pequeño. Claro que esto es simplemente porque el film no es más que un libro explicado por diversos personajes, ya sea el autor ( Tom Wilkinson), su versión joven ( Jude Law), o Zero Moustafa ( Tony Revoloni cuando joven, F. Murray Abraham cuando viejo).

Con cada uno de los relatos, la historia se va volviendo más y más excéntrica, particularmente la de Gustave H ( Ralph Fiennes), uno de los mejores personajes del director, quien se ve injustamente culpado de asesinato.

Caja de sorpresas

A raíz de la situación del presunto asesino surge una serie de otras locas situaciones, en donde casi todos los actores que alguna vez trabajaron con Anderson se ven involucrados con sus diversos personajes, además de nuevos intérpretes que le inyectan vida a la frágil pero resistente estructura, y así podemos ver escenas de persecuciones mágicas, acompañadas obviamente por el imaginativo score de Alexandre Desplat. Sin embargo, los momentos melancólicos también existen, y seguro harán lagrimear a más de uno.

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Pero, se preguntarán, ¿funciona como película? En sí, cada uno de estos relatos se conecta, vive el uno del otro, pero también dan la impresión de que en estos segmentos hay films potencialmente más valiosos que esta unión tan variada, y que Anderson no explota por el placer de insistir con el estilo sobre la sustancia.

De todos modos, si están acostumbrados al cine del director, este film les resultará juego de niños. A aquellos que no, lo más recomendable es verlo una vez del lado mágico y, en un segundo visionado, como espectador crítico, para no arruinar la fantasía.

El film llegará a lo largo de marzo en Latinoamérica.

¿Vieron The Grand Budapest Hotel? ¿Qué opinan del film?