Kenia López y Darwin Rivera salieron de Honduras rumbo a EEUU en compañía de sus tres hijos y dos sobrinos buscando un mejor futuro; sin embargo, al llegar a México fueron secuestrados por un grupo de criminales que pedían 38,500 dólares a cambio de su libertad. Para presionar a sus seres queridos, los criminales les tomaban fotos bañados en un líquido que simulaba que estaban sangrando; no obstante, aunque la sangre era falsa, el hambre, el miedo y las torturas fueron reales.
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