Proveniente de Honduras, Maryuri Ramírez llegó a Tapachula, México, huyendo de la violencia y las extorsiones. La mujer decidió utilizar su vocación e improvisó una escuela para niños migrantes en un mercado local. Una pizarra, cartones en el piso en vez de sillas y poco material didáctico no frenaron a esta maestra en su determinación para que los niños recibieran clases. Su preocupación diaria es que un día deberá abandonar a sus alumnos y seguir su camino.
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