Esta iglesia de 800 años de antigüedad es el principal templo católico de la capital francesa y lo vistan unos 12 millones de turistas cada año. La edificación, que resistió dos guerras mundiales y la revolución francesa, fue destruida por un incendio que no pudo ser controlado a tiempo y que arrasó con el interior de la estructura. La aguja, elemento distintivo de la icónica iglesia, se derrumbó.