El penúltimo viernes de diciembre, en una pequeña pausa entre sus sesiones de telemedicina, la doctora Yomaris Peña dice: “¿Cómo enseña un profesor a sus alumnos? Primero tiene que entender a qué clase de alumnos va a educar. Si el profesor no entiende las necesidades de sus alumnos, el mensaje no va a pasar. Es lo mismo con la salud”.
Redes médicas que atienden a hispanos con un enfoque cultural más allá del idioma
De cara a las fiestas de Navidad y de Año Nuevo, una doctora dominicana, un enfermero puertoriqueño y una trabajadora de salud comunitaria mexicana ofrecen a la comunidad latina de Nueva York lo que aquí es escaso: atención médica con enfoque cultural y acompañamiento virtual en la era de la distancia física.


De cara a las fiestas de fin de año, y ante una nueva alza en casos de covid en Nueva York, Peña, que atiende virtual pero también presencial en su consulta en Washington Heights, ha urgido a sus pacientes a seguir los protocolos sanitarios, especialmente en el pico de la crisis.
“Hemos tenido que enseñar a la población hispana. Entendemos que quieran estar con su familia, entendemos que quieran abrazarse, entendemos que es normal darnos besos cuando nos vemos, pero este es el momento en que tenemos que ser un poco más distantes”, agrega.

Lo entiende porque ella es latina y por más de una década ha atendido a latinos en Nueva York. La necesidad de personal médico que atendiera en español la cautivó cuando hizo su internado en el Bronx en 2002, y aunque tuvo muy buenas ofertas, “áreas donde hay mucho poder económico”, se mantuvo firme. Dos décadas después, desde uno de los primeros epicentros de la pandemia, donde la comunidad hispana ha sido la más golpeada por el covid-19, su rol es todavía una excepción.
En la ciudad de Estados Unidos donde viven más latinos - 2,4 millones, el 30 por ciento de su población total - los hispanos siguen subrepresentados en los campos de medicina. Si constituyen el 18.3% de su población nacional - con casi 60 millones -Peña es parte del apenas 5,4 del total de médicos en el país que son hispanos.
Pero eso podría cambiar. La doctora dominicana es parte de un creciente número de latinos que ofrece atención médica con enfoque cultural a la comunidad hispana en Nueva York. Ella lo hace como miembro de SOMOS Community Care, una red de un poco más de 2,500 médicos primarios y bilingües, mayoritariamente hispanos, dirigida a pacientes que usan Medicaid, el seguro del gobierno de Estados Unidos para quienes tienen menos recursos.
Además de SOMOS, distintas iniciativas hoy intentan acortar la brecha, promoviendo la figura de un proveedor de salud que venga del lugar de donde viene su paciente y que sea como su paciente.
“La identificación del paciente con su médico a nivel cultural, a nivel de sensitividad y de sensibilidad es muy importante para que haya éxito en la atención de salud”, agrega Peña.
El lenguaje del cuerpo
En su muñeca izquierda, el enfermero Jason Laguerre lleva una pulsera de piedra lunar, de pequeñas piezas redondas y de blanco casi transparente. “Te da balance en tu energía”, dice.
Varios de los pacientes que atiende en el Hospital Saint Barnabas en el Bronx le han pedido observarla de cerca cuando él los pasa a saludar en su habitación. La mayoría de sus pacientes latinos llevan una también.
Laguerre entonces saca de su bolsillo las otras pequeñas piedrecitas que lleva a todo lugar como amuleto - una granate, una pirita, una ojo de tigre - y empieza la conversación. “Hablamos de las piedras y sus significados”.

Es solo uno de los varios temas que Laguerre tiene en común con sus pacientes. Hijo de puertoriqueños y nacido en Nueva York, Laguerre vive en el Bronx y se autodefine como un "Niuyorican". Este año debutó como enfermero.
Dice que estos últimos tres meses han sido más calmados. Muy distintos de lo que fueron marzo y abril, cuando todos los pacientes que ingresaban necesitaban respirador para respirar, y los pasillos funcionaban como una extensión permanente de la unidad de cuidados intensivos.
En este tiempo ha desarrollado lazos con sus pacientes. Los hace reír, los acompaña durante su toma de exámenes, les explica para qué sirven los antibióticos que el doctor les inyecta en su suero.
“Me gusta hacerlos sentirse más cómodos porque si ellos ven a un enfermero que es latino y puede hablar su idioma, se ponen más contentos, se sienten más seguros del trato médico que van a recibir y lo van a entender mejor. Yo entiendo su lenguaje del cuerpo, la mirada. Yo sé cuando un paciente tiene miedo o está enojado”.
Laguerre hoy es parte del staff médico del mismo hospital donde por 20 años trabajó a tiempo completo como oficinista, ordenando papeles y tomando recados por teléfono. En esa posición, enfermeros y doctores siempre le pidieron ayuda para atender en el español. Sin tener práctica clínica, Jason conocía de memoria el procedimiento para ingresar a un paciente. “Yo iba a las habitaciones y era el único haciendo las preguntas para completar el perfil de emisión”, dice. Lo hacía como traductor, porque era el único profesional bilingüe disponible.
Por su posición, en 2010, Jason Laguerre pudo postular a “Bronx Health Care Collaborative”, un programa ofrecido por el sindicato 1199 SEIU, el más grande de trabajadores de salud de Estados Unidos, que brinda a empleados sanitarios bilingües residentes del Bronx como él, la opción de optar a capacitación, certificados, títulos y posgrados en universidades de la ciudad, para convertirse en un profesional de la salud con contacto directo con el paciente.
Dirigido a empleados como conserjes, cocineros y técnicos de laboratorios de centros médicos, en ocho años ha permitido a cerca de 3,000 trabajadores optar a capacitación para convertirse en trabajadores sociales, nutricionistas, radiólogos o enfermeros como Laguerre, uno de sus primeros egresados.
Pero aunque sean meses más tranquilos, no son menos desafiantes para Laguerre. Como en tiempos de fiestas todos quieren estar juntos, a algunas familias latinas, les cuesta aceptar la restricción en el número de visitas que cada paciente puede recibir en tramos específicos de horario. Esto, a veces, puede interponerse ante un correcto tratamiento médico.
“A veces los (mismos) pacientes están un poco más enojados”, dice Laguerre. Varios son reacios a seguir el plan médico porque no quieren estar ahí. “Y les damos respuesta de por qué hacemos lo que hacemos. Queremos que la familia se sienta cómoda con el trato”.
Estrategia para el duelo
En estos últimos meses la trabajadora comunitaria mexicana-americana Violeta Rodríguez ha escuchado sobre todo historias de mujeres que han enfrentado la pérdida de su esposo o de algún familiar cercano al mismo tiempo que han quedado cesantes. “Nosotros estamos ahí para escucharlas, porque muchas veces lo que ellas quieren es solamente platicar con alguien”, dice.
Violeta Rodríguez es la supervisora de “ Promotoras Grameen”, un grupo conformado por trabajadoras de salud comunitaria que hace cuatro años brinda a mujeres inmigrantes del Bronx orientación por medio de talleres - hoy virtuales - para navegar por el sistema de salud en la comunidad donde viven y trabajan.
Las promotoras provienen de México, Honduras y República Dominicana y, tal como Violeta, son residentes del mismo barrio. No son ni enfermeras ni doctoras, sino que son personas comunes y corrientes que han recibido cierta orientación por parte de médicos. “Nosotras somos parte de la comunidad”, dice Violeta.

Las beneficiarias son únicamente las 3,500 usuarias de Grammen America, una fundación internacional con sede en Nueva York que brinda micropréstamos a mujeres de bajos recursos. Entre ellas hay mujeres con y sin seguro, indocumentadas, casadas, madres solteras, madres de varios niños. Años atrás entre ellas estuvo la mamá de Violeta, florista en el Bronx. “Muchas veces ellas se concentran más en trabajar y se olvidan de cuidarse”, dice Violeta.
En estos meses, los talleres han abordado temas educativos, como la alimentación saludable y la importancia de ejercitarse. Pero también consejos prácticos, como cuál es el sitio más cercano a su casa que ofrece el test de covid-19 y dónde hacerse la prueba sin que su estatus migratorio sea impedimento para acceder a los resultados.
Lo saben porque conocen sus preocupaciones. Conversan con ellas todo el tiempo. Violeta dice que varias de las beneficiarias de Grameen Promotoras están hoy complicadas porque no saben lo que van a comer para Navidad.
“Te dicen: ‘No sé si voy a tener para darle a mis hijos’. Entonces ahí es donde uno como promotora tiene que darle la motivación, el ánimo y decirle que no todo está perdido, porque si no tiene para comer, ahí afuera, donde usted vive, en tal fecha, van a estar dando comida. Así lo hicimos en ThanksGiving”, dice.
Entrenadas este último tiempo por el New York Psychotherapy and Counseling Center, una clínica ambulatoria de salud mental comunitaria, dirigida a residentes de Brooklyn, Queens y Bronx, hoy tratan de animarlas y de asesorarlas en estrategias de duelo. “Les decimos: ‘bueno, si usted quiere poner en su mesa un espacio para su esposo, adelante. Eso es normal. ¿Por qué no, si eso la hace sentir bien?”.
Atención humanizada
Violeta Rodríguez cuenta que acompañan virtualmente a las beneficiarias de su programa sin que esto implique necesariamente una conexión a internet.
A algunas la orientación se les hace por teléfono pues les complica el formato de la videollamada. No son nativas digitales y nunca han hecho una. Es la razón por la que también les cuesta navegar en sistemas de salud cada día más robotizados donde no es una persona, sino un robot, el que responde el auricular.
“Los pacientes se sienten más cómodos hablando el idioma cara a cara. Puedes acceder a un sentimiento y a una emoción. (Puedes saber si el paciente) tiene miedo o si no quiere dar muchos detalles. Esas cosas se ven mejor en persona que por teléfono”, dice el enfermero puertoriqueño Jason Laguerre, tras observar varias veces en el pasado la reacción de pacientes al usar el teléfono que provee el servicio de traducción para quienes no hablan español en el hospital.
Sobre todo durante los meses más álgidos de la pandemia, cuando había poco tiempo para decidir, comunicarse a través de un intérprete demoraba las cosas y aumentaba el estrés, recuerda Laguerre.
“Cuando un doctor va de la mano contigo, cuando sientes que está accesible, cuando sabes que quien atiende la llamada no es un número robótico sino un humano, te da cierta paz y disminuye la ansiedad por la que estás pasando en el proceso patológico”, dice Peña que ha observado con preocupación las altas tasas de estrés post traumático en la población latina.
Como médico primaria, Peña es el primer punto de atención de muchos. A la fecha, ha enviado a varios de sus pacientes a hacerse psicoterapia y les ha aconsejado sumarse a grupos de ayuda. Varios cargan con desgarradoras pérdidas de seres queridos y sin un funeral para honrarlas.
“Al no haber un cierre que es tan necesario para un duelo saludable, esta pandemia va a crear secuelas psicológicas que en muchos casos pueden ser permanentes si no son tratadas ahora mismo”, dice. “Hay muchos que son muy discretos, pero les digo que, por lo menos, tomen el teléfono y ante una o dos personas que confíen, hablen”.
Peña hoy acude a un método que parece sencillo, pero que sin una atención con competencia cultural es imposible de conseguir.
"Se está enfocando mucho en hablar con el paciente, el uno a uno, en dejarle que exprese todo lo que quiere y cómo se siente."
* Este artículo es parte de la serie de publicaciones resultado de la Beca de periodismo de soluciones 2020, ejecutada con el apoyo de la Fundación Gabo, Solutions Journalism Network y Tinker Foundation.
Nota: El periodismo de solución basa sus historias en soluciones planteadas a cuestiones sociales y reflexiona sobre si estas respuestas están funcionando o no.
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