Tres cosas que cambian en la crisis de Ucrania ahora que Putin reconoce a los separatistas prorrusos
Para Moscú hay dos nuevas “naciones independientes” en el este de Europa: la República Popular de Donetsk y la República Popular de Luhansk, los dos territorios de Ucrania fronterizos con Rusia que desde 2014 fueron parcialmente tomados por milicias separatistas prorrusas enfrentadas al gobierno ucraniano.
Este lunes, el presidente ruso, Vladimir Putin, firmó el reconocimiento de ambas tras ofrecer un largo discurso desde el Kremlin en el que presentó su visión de la historia para insistir en que Ucrania pertenece a la esfera de influencia rusa.
Acto seguido, el mandatario ruso ordenó el despliegue de “tropas de paz” en la región, lo que implica la ocupación de hecho del territorio de su vecina Ucrania, una nación soberana con la que Moscú tiene una larga historia de desavenencias.
Es la repetición del libreto que usó Putin en 2014 para justificar la ocupación y posterior anexión de la península de Crimea, al cabo de tensos meses de aparición de una hasta entonces desconocida milicia independentista (que los servicios de inteligencia occidentales aseguran que eran tropas regulares rusas sin sus insignias).
La decisión de Putin no es del todo inesperada. Ya la Duma le había dado la cobertura política necesaria para tomarla la semana pasada cuando votó para que se reconocieran las zonas rebeldes.
Con eso debilita aún más la frágil estrategia diplomática que se venía usando para tratar de evitar un desenlace militar. Esa estrategia estaba basada en acuerdos internacionales que impedían un cambio en el estatus político regional y el eventual otorgamiento de mayor autonomía a las regiones rebeldes, pero siempre bajo el control del gobierno de Kiev.
Se estima que más de 14,000 personas han muerto en el conflicto que estalló en 2014 en la región de Donbas, en el este de Ucrania, donde están esas nuevas “repúblicas” que reconoce Moscú. Más de 1,5 millones han sido desplazados por la guerra entre los rebeldes y el ejército ucraniano.
La decisión del Kremlin cambia radicalmente la dinámica y abre el escenario a un conflicto militar de larga escala, que tiene el potencial de ser el más grave en Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.