¿Quién tuviese una bola de cristal para adivinar qué sucederá en Venezuela en las próximas semanas? La sabana está incendiada. Se trata del cóctel más amargo que se ha dado a probar a los venezolanos en la historia reciente.
Venezuela: una dictadura constitucional
“Es criminal de parte de Nicolás Maduro no crear de manera urgente los canales humanitarios para que alimentos y medicinas alivien el padecer de nuestros compatriotas”.


Actualmente existe una profunda crisis económica derivada de la ineficiencia y las malas políticas públicas del gobierno, que no termina de entender que los ideales de Hugo Chávez quedaron atrás. Una dictadura castro-comunista, al mejor estilo cubano.
La manera fraudulenta como se eligieron los poderes judicial y electoral, aunadas al ejecutivo, coloca al poder legislativo –la Asamblea Nacional– en total minusvalía, sin poder operar, más que actuar por vocería. Claramente, una dictadura constitucional.
La cantidad de protestas que se suceden a diario, en cualquier pueblo y de cualquier género, indican que está en gestación una rebelión popular espontánea muy difícil de controlar. Ya se les está haciendo difícil a las fuerzas represivas controlar a la gente.
Se notan ya, además, fisuras en el Chavismo/Madurismo que quiere evitar las elecciones de gobernadores y de alcaldes, tratando de presentar una constituyente fuera de lugar. La Constitución funcionaba como un traje a la medida para Chávez y para el gobierno siempre que se tuviera apoyo popular y éste anda en franca disminución.
La opinión internacional está tratando de que esta situación no se salga de las manos y se están dando presiones de todo tipo, desde la Iglesia Católica hasta la Organización de Estados Americanos, que buscan salidas no honrosas, salirse del juego, como si fuese asunto sencillo. Huyen hacia adelante.
¿Cuál es la solución? Apoyarse en mecanismos constitucionales para terminar en la vía electoral. Diálogo con presión y, sobre todo, dar cumplimiento a los acuerdos para calmar a las masas enardecidas, producto de la crisis alimentaria y de salud que se vive actualmente.
La fiscalía, con la doctora Luisa Ortega a la cabeza, empieza a girar hacia el respeto constitucional, desde el famoso decreto de la Corte Suprema para inhabilitar el poder de la Asamblea Nacional, hasta un tema álgido y sensible, los derechos humanos –con la advertencia a los cuerpos policiales de que serán juzgados de manera individual por hacerse los de la vista gorda con grupos paramilitares enviados por el gobierno, en detrimento de su verdadera función que es la protección de la población civil–.
Cuidado si la presión militar, al no poder contener la rebelión, obliga a Maduro a renunciar, para que los hechos en pleno desarrollo no se les conviertan en un nuevo caracazo –27 de febrero de 1989–.
La presión en la calle, si continúa, puede llevar a un gran acuerdo nacional, que pasaría por la liberación de los presos políticos, una amnistía general, cambios en el ente comicial, y un llamado a las elecciones vencidas de gobernadores y por vencerse en corto tiempo de alcaldes que permita dibujar un nuevo mapa que conlleve a las elecciones generales del 2018.
Es criminal de parte de Nicolás Maduro no crear de manera urgente los canales humanitarios para que alimentos y medicinas alivien el padecer de nuestros compatriotas. El tiempo ya pasó, y mientras continuemos en un callejón sin salida, no llegaremos a nada.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







