En 10 días de gobierno Joe Biden ha sentado el tono y las bases de su presidencia. El tono es agudo y firme, aunque relativamente apacible y sin la alucinante adjetivación de su antecesor. Es lo que se esperaba de un político de su larga trayectoria, sin carisma, pero profesional y serio. El tipo de político que hace falta para gobernar en vez de marear con demagogia a los ciudadanos para luego ningunearlos, perseguirlos, apalearlos y desterrarlos.
Biden y la unidad
"En 10 días de gobierno Joe Biden ha sentado el tono y las bases de su presidencia. El tono es agudo y firme, aunque relativamente apacible y sin la alucinante adjetivación de su antecesor. Es lo que se esperaba de un político de su larga trayectoria, sin carisma, pero profesional y serio".


En cuanto a los fundamentos, Biden enfatiza que aspira a unir a los estadounidenses luego de cuatro años de profundas divisiones fomentadas a propósito por un presidente descarriado y sus compinches. Pero la unidad puede resultarle elusiva porque ha emprendido su búsqueda en un país desmoralizado por la doble crisis de la pandemia de coronavirus, que cumple un año, y su secuela económica de despidos en masa, amenazas de desalojo, pérdidas de seguro médico y quiebras comerciales. Un país que el año pasado sufrió una contracción económica de 3.5 por ciento, la peor desde 1946.
¿Cómo buscar la unidad en un país así y, además, lastrado por una concepción de la política en la que miembros de los principales partidos apuestan al todo o nada con el de fin de obtener el poder por amor al poder? La pregunta encierra la disyuntiva que amenaza con atrapar al presidente, el dilema entre pretender la unidad mediante un bipartidismo que puede frenar e incluso frustrar su programa de gobierno o ejecutar ese programa tal y como les prometió a los 84 millones de estadounidenses que por él votaron.
A mi juicio, la única salida de esa trampa paralizadora sería mantener vigente la meta del bipartidismo, pero actuando incluso unilateralmente cuando haya que tomar decisiones esenciales para sanar a la nación, sobre todo si tales decisiones cuentan con un apoyo popular mayoritario. Esto diferenciaría la gestión de Biden de la de Trump como se diferencian el día y la noche.
Trump actuó de forma unilateral para adoptar medidas que aplaudía una minoría de sus seguidores incondicionales, pero rechazaba la mayoría de los estadounidenses. Entre esas medidas controversiales estaban el estrangulamiento del mercado de seguros médicos, mejor conocido como Obamacare, la prohibición del servicio militar a personas LGBT, la separación de familias inmigrantes en la frontera sur, la anulación del Programa de Acción Diferida (DACA), La construcción del muro con México con fondos desviados del Pentágono y de la ayuda humanitaria a Puerto Rico, el veto a viajeros procedentes de países predominantemente musulmanes, la guerra comercial y de palabras con democracias aliadas y el contubernio con algunas de las peores dictaduras del planeta, como la norcoreana, la rusa y la saudí.
En aras de la unidad, Biden puede abstenerse de tomar medidas impopulares y por el contrario adoptar otras que son necesarias y populares a la vez. Por ejemplo, en un sondeo de opinión tras otro, la mayoría de los estadounidenses respalda el uso de mascarillas en lugares públicos para prevenir el contagio de coronavirus, anular la prohibición de que personas LGBT sirvan en las fuerzas armadas, combatir la discriminación sexual y de género, restablecer DACA, parar la construcción del muro con México, eliminar el veto a viajeros de países mayoritariamente musulmanes y reanudar la protección de nuestro medio ambiente. Biden hábilmente ha dedicado a estos asuntos muchas de las acciones ejecutivas con que se estrenó en el mando.
Para fomentar la unidad, el presidente también debe escuchar las propuestas legislativas que de buena fe haga la oposición conservadora, manteniendo abiertos siempre los canales de comunicación entre la Casa Blanca, otras agencias del gobierno y los líderes republicanos del Congreso y del partido. Y si las rechaza parcial o totalmente, debe ofrecerles una explicación racional a ellos y al país de por qué lo hace y de cuáles alternativas serían mejores. Restaurar el diálogo inteligente y fecundo - prácticamente roto en estos momentos - entre las fuerzas políticas vivas de la nación es una condición necesaria para restablecer la unidad nacional. Un buen comienzo es la reunión este lunes entre Biden y 10 senadores republicanos para hablar de los planes de asistencia por la pandemia.
Por último, en aras de la unidad, el presidente deberá resistir la tentación de responder con virulencia a los ataques personales que ya le están haciendo opositores republicanos que ponen sus ambiciones políticas por encima del bien común. Viejo zorro de la cosa pública, el mandatario parece entender por dónde vienen esos tiros. Y los ha esquivado hasta ahora. “La unidad”, declaró, “exige que eliminemos la virulencia. Al cabo de un año, si nos tratamos unos a otros con respeto, confío en que lo lograremos”.
En última instancia, nada fomenta tanto la unidad nacional como gobernar con decoro y transparencia, sin estridencias estériles y escuchando con respeto las ideas de la oposición, incluyendo aquellas que no se comparten o que se consideren contraproducentes. Enredado en una madeja de matonismo y mentiras oficiales, el país se alejó de esa forma civilizada de gobernar. Y estuvo a punto de pagarlo con la pérdida de su preciada democracia. Biden tiene por delante la tarea fatigosa, pero impostergable, de comenzar a restaurarla dando un ejemplo constante de flexibilidad y concordia.
Nota : La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







