Una de las formas más seguras de obtener una ventaja sobre tus oponentes políticos es sembrar división entre ellos. Desafortunadamente, esta táctica has sido usada contra el pueblo estadounidense con gran efecto en los últimos tiempos.
¡Rusia Ganó! Cómo logró Putin dividir a Estados Unidos
Los rusos ganaron porque se lo permitimos. Hemos renunciado a nuestro sentido de unidad a cambio de lanzar arpones a nuestros compatriotas estadounidenses.

La estrategia es relativamente simple: aislar las divisiones inherentes de cualquier población o grupo de personas y agravar la amargura subyacente, la desconfianza o incluso el odio que pueda existir.
¿Cómo haces esto? La historia está llena de ejemplos. Desde el Norte contra el Sur en la Guerra Civil, católicos contra protestantes en Irlanda del Norte, negros y blancos en la segregación racial de Sudáfrica, tutsis y los hutus en Ruanda, hasta el genocidio de Hitler contra seis millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial –si puedes convencer a un lado que el otro lado es la raíz de toda maldad, puedes volver hermano contra hermano y hasta arrojar a una nación a la locura–.
Un ejemplo más reciente nos viene de la Segunda Guerra del Golfo Pérsico. Poco después de que el presidente George W. Bush declaró infamemente “misión cumplida” desde la cubierta del USS Abraham Lincoln, el militante de Al Qaeda Abu Musab al-Zarqawi trató de desencadenar una ola de violencia sectaria y frustrar así la meta estadounidense de formar un Irak democrático. Un suní, al-Zarqawi sabía que podía debilitar el frágil sentido de identidad nacional de Irak si sembraba discordia entre los musulmanes chiítas y los musulmanes sunitas.
Después de los ataques contra santuarios chiítas en Karbala y Bagdad, en 2004, y contra la mezquita Al Askari en Samara, en 2006, el plan despiadado de Al-Zarqawi estaba casi completo. Había logrado antagonizar exitosamente siglos de profundo tribalismo y desconfianza entre los dos grupos, y había llevado a Irak al borde de la guerra civil.
Afortunadamente al-Zarqawi fue asesinado por un ataque aéreo estadounidense en 2006, antes de que pudiera ver logrado su plan. Y, sin embargo, la lección es relevante para Estados Unidos en el mundo de hoy, ya que estamos viviendo una división política y social sin precedentes.
Nuestras divisiones políticas, raciales, religiosas y económicas son obvias para que todos las vean y las usen para asaltar constantemente nuestro sentido de identidad nacional. Lo que significa ser estadounidense es tan frágil hoy como lo ha sido siempre, y esto representa un blanco fácil para aquellos que desean hacernos daño.
Y es esa vulnerabilidad la que los rusos explotaron durante nuestras elecciones presidenciales.
Si Rusia quería que Donald Trump ganara las elecciones, o simplemente esperaba deslegitimar a la secretaria Clinton asumiendo que en última instancia sería presidenta, ejecutaron su plan con una perfección impresionante. Aferrándose a las “dos Américas” (o dicho de otra manera, los estados rojos vs. los estados azules, blanco vs. marrón, los que tienen contra los que no tienen, los demócratas contra los republicanos), el plan ruso de entrometerse en nuestras elecciones ha tenido éxito más allá de sus más salvajes expectativas.
La verdad, sin embargo, es que sus tácticas han tenido éxito tan solo en la medida en que nuestras divisiones lo han permitido.
Cuando inyectaron el caos en nuestras instituciones electorales, sin importar cuán efectivos fueran sus esfuerzos, los rusos lograron crear un ambiente de acusaciones y murmuraciones que ha resultado más dañino. Como al pisar un hormiguero o puyar un nido de avispas, después de insertar el elemento del caos los rusos solo necesitaban vernos frenéticamente revolcándonos y retorciéndonos, devorándonos a nosotros mismos.
Los rusos ganaron porque se los permitimos. Hemos renunciado a nuestro sentido de unidad a cambio de lanzar arpones a nuestros compatriotas estadounidenses.
Los acontecimientos recientes en Siria solo sirven para aumentar este sentimiento de desunión. Mientras estábamos envueltos en luchas internas, los rusos han estado jugando geopolítica como en un tablero de ajedrez, incrustándose profundamente dentro de regímenes diametralmente opuestos a nuestros valores. Mientras hablamos de escándalos en casa, Rusia ha estado perturbando las democracias occidentales, el único control formidable de sus ambiciones.
Cuando el Presidente Trump finalmente intervino en Siria, envió ondas de choque a todo el mundo civilizado. ¿Por qué? Porque fue un momento que finalmente nos sacó a todos de las disputas cotidianas a las que nos hemos acostumbrado. Me siento reticente a apoyar la intervención militar para resolver las disputas internacionales, pero agradezco un momento que nos recordó lo que era la unidad.
A medida que nuestro país tomaba medidas contra el uso de armas químicas, volvimos a ser testigos de lo que es el mal. Aunque el momento fuese fugaz, espero que pueda marcar un punto de inflexión en nuestro discurso político y social. Que recordemos que una casa dividida caerá, pero juntos somos inquebrantables.
Si recordamos todo lo que nos une –y lo que representamos como país– nunca podremos ser verdaderamente derrotados. Nuestros valores, nuestras ideas y la fe de el uno en el otro salvarán el día.
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Rev. Samuel Rodríguez es Presidente de la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano. Ha sido nombrado por CNN y FOX News como “el líder del movimiento Hispano Evangélico”, y la revista TIME lo nominó entre los 100 líderes más influyentes en América.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.








