La mortal borrachera de las armas en Texas

"Ese estado padece las leyes más permisivas del país sobre armas. Ya lo eran antes de la matanza del sábado. Pero se hicieron todavía más laxas desde el domingo. Ese día entraron en vigor nuevas medidas que echarán leña al fuego de la violencia texana".

Activistas pro-armas en Austin, Texas
Activistas pro-armas en Austin, Texas
Imagen AP

Es una tentación decir que lo que sucede en Texas no tiene nombre. Pero sí lo tiene. Texas sufre una mortal borrachera de armas. Aun antes de que un racista antihispano perpetrara la masacre de El Paso hace un mes, y de que otro energúmeno asesinara a siete personas e hiriera a más de 20 en Odessa y Midland el pasado sábado, Texas había sido el escenario de cuatro de las peores 10 matanzas en la historia de Estados Unidos.

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Y también de centenares de muertes por armas de fuego cada año. Duele decirlo. Pero es el resultado lógico del culto enajenante y embrutecedor que allí se les rinde a esas armas debido, en buena parte, al fallido liderazgo político del estado.

Muchos texanos, al igual que muchos otros estadounidenses, adoran las armas como si en esa adoración les fuera la vida. Irónicamente, esa es exactamente la trágica consecuencia de su idolatría. Por ella ponen en peligro las vidas de sus familiares, de sus amigos y las suyas propias.

De forma sistemática eligen políticos como el actual gobernador Greg Abbott y los senadores Ted Cruz y John Cornyn, quienes irresponsablemente se jactan de su afición a las armas de fuego y hasta las blanden con temeridad durante sus campañas electorales, como si fueran juguetes inofensivos.

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Demasiados texanos insensatamente apoyan medidas que facilitan la compraventa y el uso público y privado de las armas, con las consecuencias fatales que vemos con frecuencia. Por eso su estado padece las leyes más permisivas del país sobre armas. Ya lo eran antes de la matanza del sábado. Pero se hicieron todavía más laxas desde el domingo. Ese día entraron en vigor nuevas medidas que echarán leña al fuego de la violencia texana.

Una ley adicional autoriza a los texanos a almacenar armas y municiones en lugares “cerrados” de sus vehículos; otra permite a “alguaciles” que patrullan las escuelas portar todas las armas que deseen; una tercera autoriza a portar armas en centros de oración, es decir, iglesias, sinagogas y mezquitas; una cuarta hace ilegal que dueños de viviendas prohíban que sus inquilinos lleven armas si estos tienen permisos; una quinta permite a los propietarios de armamentos llevarlos escondidos durante 48 horas después de cualquier desastre natural, como el paso de un huracán. Y una sexta autoriza a las familias que adoptan niños a almacenar armas y municiones juntas, como era costumbre en la época del Oeste Salvaje.

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Lo de Texas es la locura armamentista sin paliativos. Y nada contribuyen a mitigarla los hipócritas que se conduelen después de cada matanza para luego venderse, literalmente, a los mercaderes de las armas o convertirse al fetichismo de los rifles y pistolas.

Texas también marca el paso a nivel nacional en los festivales de armas, esas exhibiciones en las que cualquier comprador puede adquirirlas sin someterse a un examen de antecedentes personales. No en vano el Instituto para la Sociedad Abierta, el cual promueve el control racional de las armas, le ha dado una nota negativa al estado desde el año 2000.

Solamente Alaska, Luisiana y Maine suelen recibir notas peores. Pero el relajo armamentista es menos catastrófico en esos estados debido a su baja densidad poblacional.

Lo mismos políticos responsables del libertinaje con las armas se afanan en evitar que la academia estudie las consecuencias. Prefieren mantener en la inopia a los ciudadanos a los que representan. Por consiguiente, no abundan los estudios confiables.

Pero sabemos que, entre 1976 y 2005, dos tercios de todos los asesinatos en Texas se cometieron con armas de fuego. Y que en 2010 más de 10 de cada 100,000 texanos pagaban con su vida el culto a las armas, según cálculos de la Kaiser Family Foundation.

Texas también es uno de los centros principales para el tráfico ilegal de armas, especialmente al vecino país de México. La mayoría de las armas que circulan allí, incluyendo las que usan los brutales carteles de las drogas, se fabrican y venden en Estados Unidos.

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Así, el Departamento de Justicia norteamericano reveló que, entre 2006 y 2011, se les incautaron a narcotraficantes mexicanos 94,000 armas de fuego, 64,000 de ellas hechas en Estados Unidos.

Texas, desde luego, es solo uno de numerosos estados abrumados por la violencia que causa la ebriedad de las armas. A otros incluso les va estadísticamente peor, aunque en ellos el número total de víctimas sea más bajo. A todos los caracteriza la incapacidad de sus líderes ultraconservadores de cumplir con el deber más elemental que tiene cualquier gobernante: el de proteger la vida de los ciudadanos.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.