Donald Trump se invent ó una crisis en la frontera con México para desviar la atención de las múltiples y alarmantes denuncias criminales que enfrenta. Luego, unilateralmente, cerró el gobierno federal hace más de 30 días, con la excusa de que necesita con urgencia que el Congreso le apruebe 5,700 millones de dólares de nosotros, los contribuyentes, para el delirante proyecto de un muro en esa frontera, cuyo costo inicial sobrepasaría los 25,000 millones. Ahora pretende usar a sus rehenes favoritos, los jóvenes dreamers, y a los inmigrantes que por solidaridad y compasión habían recibido estatus de protección temporal, TPS, para exigir los fondos para el muro a cambio de reabrir el gobierno que el mismo cerró. Pero los demócratas deben mantenerse firmes en el rechazo de estas maniobras, que no son otra cosa que un chantaje y un abuso de poder típicos del carácter atrabiliario y despótico de un presidente inepto y descarriado.
El maligno cierre de gobierno de Trump
“Trump ha privado a miles de familias de los salarios de los que dependen para sobrevivir. También ha obligado a muchos empleados federales a trabajar sin cobrar. Y los efectos de su cierre se agravan con cada día que pasa”.


Otros autores han ofrecido en este medio explicaciones pormenorizadas de por qué no hay crisis migratoria en la frontera con México. Baste decir que en 2017 las autoridades detuvieron a 396,579 personas en la frontera, el número más bajo en medio siglo. Por regla general, los indocumentados que aún cruzan por ahí se entregan a las autoridades a las que aportan evidencias de que pudieran ser aspirantes genuinos al asilo en Estados Unidos, algo que reconocen el Derecho Internacional y las propias leyes estadounidenses. Un alto porcentaje de los que hoy viven ilegalmente en el país son personas cuyas visas de entrada expiraron. Y el propio gobierno de Trump ha aclarado que l a inmensa mayoría de las drogas ilegales ingresan por los puestos fronterizos regulares, camufladas de las formas más diversas e ingeniosas, para responder a la demanda insaciable de los consumidores estadounidenses.
Trump prefiere ignorar estos hechos porque necesita desviar la atención de las investigaciones independientes que se le hacen a él, a su familia y a sus negocios. Y para ello recurre a subterfugios como el muro, un poderoso símbolo de exclusión y rechazo a los inmigrantes hispanos con el que enardece a sus seguidores racistas, xenófobos o de otras formas vulnerables emocionalmente o enajenados de las realidades políticas y sociales del país. Como además carece de empatía por el sufrimiento ajeno, decretó el segundo cierre parcial del gobierno desde que llegó a la Casa Blanca –el más prolongado en nuestra historia– provocando enorme dolor e inconvenientes no solo a 800,000 empleados federales sino también a millones de estadounidenses más que precisan de sus servicios.
Trump ha privado a miles de familias de los salarios de los que dependen para sobrevivir. También ha obligado a muchos empleados federales a trabajar sin cobrar. Y los efectos de su cierre se agravan con cada día que pasa. Los agentes de la guardia costanera y sus familiares han tenido que recurrir a bancos de comida para alimentarse. Los empleados de las prisiones federales no pueden comprar gasolina para ir al trabajo que les exigen continúen haciendo. Muchos afectados se están comiendo sus ahorros. El número de trabajadores federales que solicitaron beneficios de desempleo aumentó en 10,000 en la primera semana de 2019 y se ha duplicado cada semana de este año, según cifras del Departamento de Trabajo. Los propios economistas de la Casa Blanca estiman que, por cada siete días que dura, el cierre reduce en 0.1% los pronósticos de crecimiento económico.
Un estudio de la Universidad de Sycaruse advierte que el cierre ha descarrilado ya m ás de 60,000 casos que iban a ventilarse en las cortes de inmigración, retrasando en años las audiencias migratorias. Demorados se hallan también los trámites y devoluciones de impuestos que reclaman muchos estadounidenses en este comienzo de a ño. La mayoría de los parques nacionales y museos llevan casi un mes clausurados. Y ha disminuido notablemente el número de controladores aéreos y empleados de seguridad en los aeropuertos, aumentando el riesgo de accidentes y actos terroristas.
A cambio de parar todo este daño que gratuitamente inflige, Trump propone extender por solo tres años el programa de acción diferida, DACA, el cual protege a los dreamers de la deportación y el TPS de algunos inmigrantes centroamericanos. Y ha desatado a su jauría de cómplices y apologetas para que nos convenzan de que se trata de “concesiones importantes”. Pero lo cierto es que las cortes ya se están encargando de frenar sus tropelías contra estos inmigrantes. Otra razón importante por la que los demócratas deberían rechazar la inconsciente movida. Si vacilaran y la aceptaran, contribuirían a legitimar el chantaje como instrumento de negociación política de Trump y potencialmente de otros bribones que en el futuro puedan llegar a la Casa Blanca.
Solo la reapertura incondicional e inmediata del gobierno debería servir de base para cualquier negociación política que, utilizando los cauces constitucionales de la presidencia y el Congreso, busque mejorar nuestro sistema nacional de inmigración, incluyendo la seguridad en todas nuestras fronteras.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







