El machismo: una peligrosa idiosincrasia que sostiene la violencia contra las mujeres

“Desde la familia hasta la escuela, pasando por los medios y la religión, los mensajes de supremacía masculina abundan. Nuestra coyuntura política, con derechos femeninos fundamentales avasallados y amenazados, da prueba de que tal supremacía no está en retirada”.

Protesta contra la violencia de género en Argentina en abril de este año.
Protesta contra la violencia de género en Argentina en abril de este año.
Imagen Getty Images

Por qué los hombres violan a las mujeres no es una pregunta simple de responder. Teorías y mitos han intentado, a través de los siglos, entender un problema demasiado antiguo, pero tristemente actual. Hay quienes simplifican la respuesta, entendiendo que los hombres tienen una sexualidad más activa, que necesitan mayor descarga libidinal o que pueden, fácilmente, perder el control frente a una mujer. Es un supuesto muy básico, pero ampliamente compartido; esto de que los hombres tienen una vitalidad sexual mucho más fuerte que su habilidad de controlar impulsos (y, por qué no, es también es un buen argumento para la infidelidad).

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El hombre, como Don Juan, quiere tener todas las mujeres en una y su sexualidad puede ser violenta y predadora. Entonces, la violación es interpretada como una manifestación de ese deseo incontrolable, un acto básicamente instintivo, disparado por la presencia de un estímulo externo (la mujer) y un exceso de testosterona. Pero, esta visión centrada en conceptualizar la violación como un acto estrictamente sexual –un hecho genital– pierde de vista su verdadera naturaleza: la violación es un acto de poder, control y dominación sustentado en un sistema machista de creencias.

La violación puede hacerse de forma estrictamente sexual o de tantas varias otras formas, más sutiles y socialmente aceptadas. Después de todo, en cuanto a cómo la mujer es conceptualizada y respecto de los sistemas de creencias e idiosincrasias, no hay diferencia entre el que consume mujeres en los medios, en un strip club, el que mira inapropiadamente, el que toca sin permiso, o el que viola. Sí, es cierto que los límites de transgresión y perversión no son los mismos, pero la idea que se tiene respecto de lo que la mujer es (un objeto para él), es la misma.

Además, el lado oscuro de esta explicación simplista es que se culpa a la víctima. La mujer es el detonante, con su provocación, su vestimenta y su actitud que hacen que el hombre viril no pueda resistirse. ¿Que hacía vestida así? ¿Sola? ¿A esa hora? En la percepción colectiva, se acusa a la mujer, cuestionándola y reprochándole por inspirar y provocar a ese pobre hombre, llevándolo hasta el punto de perder su control. Así, se da vuelta la tortilla y el hombre pasa a ser percibido como la víctima que sucumbe ante la seducción de la mujer que no entiende que no es no, que desconoce sus verdaderos deseos y desacata su lugar. Pero, son los hombres necios que acusáis, los que no entienden que no es no.

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“Al decir esta noche mis últimas palabras en el noticiero, me quedé pensando en todo lo que me queda por delante. Después de todo, los periodistas nunca se retiran. Estamos condenados toda la vida a perseguir noticias, a perseguir lo nuevo”. <br/>

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Siguiendo la idea del hombre-víctima, algunas teorías fueron aún más lejos, planteando no solo la viabilidad de pensar que las mujeres son instigadoras del abuso sexual, sino que, además, inconscientemente, lo desean por su condición masoquista. En realidad, la mujer lo desea y lo espera, por eso provoca; una idea peligrosa, esto de creer que victimizarse es un juego de seducción o la simple expresión de una sexualidad ambigua (como si ellos supieran más de nuestra sexualidad que nosotras mismas). Lo cierto es que, tanto respecto del abuso sexual como de cualquier otra forma de abuso, el abusador siempre culpa a la víctima, negando y minimizando su responsabilidad. Y es irrelevante que el ego enorme pero pequeñito del machista pretenda creer que ella lo desea, aun sin saberlo, tanto para ser mirada, tocada, consumida o violada.

Nueve de cada diez, una de cada cinco… las cuantificaciones cambian según los modelos estadísticos, pero, más allá de la fuerza del número, la violencia sexual es un problema que todas las mujeres debemos afrontar. Desde el acoso verbal, piropos callejeros, sarcasmos inapropiados, cosificación en los medios, hasta la apropiación involuntaria de nuestros cuerpos; ese abuso es parte de nuestro día a día. Comenzando en la selección de la indumentaria, elegir por donde caminar, sentir miedo, no querer dar la impresión incorrecta, dar demasiadas explicaciones o incomodarnos por expresiones fuera de lugar, hasta la demanda insoportable de ser siempre jóvenes y bellas para ser aceptadas; estos actos están tan incorporados que terminamos normalizándolos, sin cuestionarlos y hasta culpándonos.

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La cuestión central aquí es entender que el abuso sexual, como cualquier otra forma de la violencia de género, es una cuestión de poder y control y que estas violencias no son solo golpes o violaciones. A este respecto la antropóloga argentina Rita Segato dice sagazmente: “La violación no es un delito como todos los otros. Es un crimen del poder”. Y agrega: “Hay en el mundo contemporáneo figuras que son dueñas de la vida y la muerte. Eso irrumpe en el inconsciente colectivo en la manera en que los hombres que obedecen a un mandato de masculinidad, que es un mandato de potencia, prueban su potencia mediante el cuerpo de las mujeres”.

Siguiendo esa línea de análisis, el violador parecería entonces ser un corrector, alguien que pone las cosas en su lugar, pone a la mujer en el lugar de castigo y sumisión que le corresponde por su debilidad y su provocación. Como a Eva, la echa del paraíso y la culpa por el pecado de Adán. Este es el machismo más recalcitrante y rígido. Uno podría pensar que parece un poco extremo y ciertamente lo es. Pero también lo son los números exorbitantes de víctimas de violencia de género. Las acciones extremas responden a creencias extremas. Segato insiste: “El violador es el sujeto más moral de todos: en el acto de la violación está moralizando a la víctima. Cree que la mujer se merece eso. Es un error, que el pensamiento feminista eliminó hace muchísimo tiempo, la idea de que el violador es un ser anómalo. En él irrumpen determinados valores que están en toda la sociedad. Entonces, nos espantamos y el violador se convierte en un chivo expiatorio, pero él, en realidad, fue el protagonista de una acción que es de toda la sociedad, una acción moralizadora de la mujer”.

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Es innegable que el machismo es una peligrosa idiosincrasia que, entretejida en todos los ámbitos de la sociedad, sostiene la violencia contra las mujeres. No hay que perder de vista que, cuando vemos un programa de TV en el que cosifica a una mujer, cuando se segrega, cuando se culpa, cuando se visita un strip club –o se baila en él– estamos contribuyendo a este sistema de creencias. El que peca por la paga o el que paga por pecar, no importa, hombres y mujeres colocan a la mujer en ese lugar de objeto. Desde la familia hasta la escuela, pasando por los medios y la religión, los mensajes de supremacía masculina abundan. Nuestra coyuntura política de hoy, con derechos femeninos fundamentales avasallados y amenazados, da prueba de que tal supremacía no está en retirada. El numero absurdo de feminicidios en Latinoamérica también es testigo de la tenacidad del machismo.

Entendamos que el feminismo no es lo opuesto del machismo, en el sentido de que no promueve supremacía femenina sino igualdad; esto es una preconcepción falaz usada para racionalizar y justificar el poder del hombre. Vale la pena reflexionar y pensar críticamente. ¿Por qué es tan difícil pensar en igualdad? ¿Por qué es tan difícil dimensionar la gravedad que presentan los números inequívocos de feminicidios, de víctimas de abuso sexual o de violencia de género? De la tentativa respuesta a estas preguntas surge una verdad casi incuestionable: Es necesario dejar de ser machistas.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.