Cómo y por qué cambiar la política de Estados Unidos hacia Cuba 

“Al defender los cambios que autorizó Obama, sus partidarios suelen pasar por alto la otra cara de la moneda: los notables beneficios directos a la dictadura y a sus cuerpos de represión”.

Pocas cosas han cambiado en la Cuba de los Castro después de la “apertura” de Obama.
Pocas cosas han cambiado en la Cuba de los Castro después de la “apertura” de Obama.
Imagen Getty Images

El gobierno de Donald Trump se halla bajo doble presión para que modifique la política de Estados Unidos hacia Cuba. Por un lado, sectores estadounidenses y el gobierno de Raúl Castro lo exhortan a mantener e incluso a ampliar los cambios que hiciera el presidente Barack Obama durante los últimos años de su mandato. Por otro, opositores en la isla, exiliados cubanos y legisladores cubanoamericanos le piden que anule esos cambios o, por lo menos, que modifique de manera significativa la política que trazó Obama. Trump y sus principales asesores carecen de experiencia y probablemente de interés en el tema de Cuba. Y se están tomando su tiempo para tomar una decisión. También tienen prioridades impostergables, especialmente la de contener la andanada de denuncias sobre la injerencia rusa en nuestras elecciones y el posible contubernio entre los rusos y la campaña de Trump. Pero lo cierto es que la ocasión es propicia para que Washington adopte una postura más realista y exigente hacia el régimen de la familia Castro.

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Da la medida de lo precarios que han sido los cambios de política hacia Cuba del gobierno de Obama que su gran logro, según sus propios promotores, ha sido el aumento significativo de los viajes de estadounidenses a la isla. Por principio debemos oponernos a que un gobierno democrático como el nuestro dicte a qué países pueden o no viajar sus ciudadanos. Semejante práctica se asocia, precisamente, con dictaduras como la cubana que históricamente manejó con mano férrea las salidas de los cubanos al extranjero, otorgando permisos para viajar como prebendas a sus partidarios más fieles, incondicionales o enchufados. Pero el aumento del turismo a un país sometido a dictadura no equivale a un ablandamiento de esa dictadura ni beneficia a la inmensa mayoría de sus víctimas. Los cubanos que trabajan en el sector turístico sufren una explotación que abochornaría incluso a los más crudos empresarios capitalistas de Estados Unidos. Y los llamados cuentapropistas –o trabajadores por cuenta propia– que se benefician del turismo tienen que pagar el obligado diezmo al estado tentacular, cuando no son parte íntegra de ese estado.

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Otro gran “logro” que citan los castristas y partidarios estadounidenses del cambio de política es que Raúl Castro supuestamente “cumplió la promesa que le hizo a Obama” y aumentó el acceso de los cubanos a internet. La cita es de Prensa Asociada la cual acaba reportar que Castro autorizó “casi 400 puntos de acceso a Wi-Fi” en la isla. Este supuesto beneficio para los cubanos, sin embargo, no resiste un análisis serio. Tres años después de que Washington tendiera la mano a La Habana, Cuba continúa teniendo uno de los niveles más bajos de conectividad en el mundo. La dictadura castrista es el único proveedor autorizado. No existe la internet móvil en la isla. Y el acceso en las casas se limita a personas que el régimen considera incondicionales o políticamente inofensivas, aunque algunas de ellas ceden o venden por la izquierda el uso de internet a otros ciudadanos. El internauta cubano que se arriesga a navegar por sitios críticos del régimen corre el peligro de que lo expulsen de su centro de trabajo o de estudios, lo procesen y lo encarcelen.

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Al defender los cambios que autorizó Obama, sus partidarios suelen pasar por alto la otra cara de la moneda: los notables beneficios directos a la dictadura y a sus cuerpos de represión. La apertura de Estados Unidos hacia Cuba ha significado la canalización de cientos de millones de dólares anuales que en las arcas del castrismo han reemplazado a los petrodólares venezolanos. Buena parte de ese dinero lo aportan los cubanomericanos y otros estadounidenses que se alojan en los hoteles o usan transporte que en la isla administran GAESA y otras empresas de militares y policías del régimen. Obama también autorizó a empresas estadounidenses, como Starwood, de Connecticut, a hacer negocios con militares y policías cubanos. Muchos de esos beneficiarios del cambio de política son los mismos que vigilan y reprimen a los cubanos desafectos. Estos han escalado sus protestas pacíficas para poner a prueba los compromisos verbales que ha hecho la dirigencia castrista con Washington y la Unión Europea. Pero la respuesta que han recibido ha sido contundente y brutal: casi 10,000 detenidos por motivos políticos en 2016. Y esa cifra solo refleja las detenciones reportadas por las organizaciones de derechos humanos. Decenas de miles de cubanos han perdido la esperanza de cambios democráticos que generó el deshielo y puesto pies en polvorosa.

Tal vez sea pedirle demasiado a un gobierno a la deriva como el del presidente Trump que, además, ha estado coqueteando con autócratas desde el primer día. Pero este gobierno tiene la oportunidad de trazar una política más realista y justificable hacia Cuba que vuelva a colocar el respeto a los derechos humanos y la exigencia de democracia y libertad al centro de las relaciones y negociaciones bilaterales. El régimen castrista necesita reemplazar al hoy asediado régimen chavista de Venezuela como el principal sostén de su economía parasitaria. Y Estados Unidos es su mayor esperanza –por no decir que la única–. Ni Rusia ni China parecen estar dispuestas a desempeñar el rol que tuvieran en décadas pasadas con gran detrimento para sus respectivas economías. Washington podría y debería hacerlo, pero exigiéndole a Cuba a cambio la liberación de todos los presos de conciencia, el cese de la represión organizada, mayor apertura económica, la autorización de partidos políticos, el reconocimiento del periodismo independiente y, eventualmente, elecciones libres. Luego de padecer seis décadas de férrea dictadura, los cubanos de la isla no merecen menos que eso.

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Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.