El 20 de enero de 2009 me desempeñaba como Corresponsal en Washington DC del diario La Opinión y fui una de los miles de periodistas y de los cientos de miles –se cree que más de un millón– de almas que abarrotaron el Mall para presenciar la historia en curso, la juramentación del primer presidente afroamericano de Estados Unidos, Barack Hussein Obama.
Arranca la era Trump y con ella la lucha por la propia existencia
“Trump, el Mesías del sector electoral anglosajón más extremista, tiene como norte desaparecer el legado de Obama, comenzando con su pieza central: el Obamacare”.


El joven Mandatario y su joven familia trajeron aires de cambio, renovación y esperanza a pesar de que Obama heredaba un país en guerra y una economía en crisis. Pero su elección, catapultada por el apoyo de una diversa coalición de votantes, hablaba de la posibilidad de que un país con un triste historial de racismo y discriminación pudiera, hasta cierto punto, estar pasando la página de uno de sus más perversos capítulos.
Lo que prosiguió fue una mezcla de aciertos y desaciertos enmarcados en el dominio republicano en el Congreso y el bloqueo de muchas de las propuestas de Obama. La reforma migratoria es la deuda que quedó pendiente, en principio por errores de cálculo y por no promoverla cuando los demócratas controlaron el Congreso entre 2009 y 2010, y luego por el persistente bloqueo republicano. Y ni hablemos del récord de deportaciones.
La esperanza y el cambio que Obama vendió en 2008 y la posibilidad de que el racismo fuera en decadencia se fueron topando con la dura realidad de que, por el contrario, a lo largo de la presidencia de Obama los racistas y los prejuiciosos fueron cultivando un odio mayor por tener como presidente a un afroamericano no por cuatro, sino por ocho años. Esto, sumado a la furia de un sector electoral anglosajón que no ha visto mejoras en sus necesidades económicas, incluyendo demócratas que se sintieron abandonados por su propio partido, fueron semillas que cayeron en el terreno fértil que cultivó el ahora presidente electo, Donald Trump.
Donald Trump, una de las figuras que encabezó el movimiento para deslegitimar la presidencia de Obama argumentando que nació en Kenia y no en Estados Unidos. El mismo que ahora arremete furioso vía Twitter contra los que señalan con veracidad que perdió el voto popular contra Hillary Clinton casi por tres millones de sufragios y que fue el beneficiario del entrometimiento del histórico adversario de Estados Unidos, Rusia, en el proceso electoral estadounidense.
Trump, el Mesías del sector electoral anglosajón más extremista, tiene como norte desaparecer el legado de Obama, comenzando con su pieza central: repeler el seguro médico asequible mejor conocido como Obamacare. Pero ese intento va más allá. Con sus propuestas diametralmente opuestas, Trump y su equipo parecen querer borrar lo que ha sido toda la presidencia de Obama, pretender que nunca ocurrió. Del mismo modo en que a diario Trump y su equipo nos pretenden hacer creer que no dijo lo que dijo o que no está pasando lo que está pasando. Torturar y retorcer la verdad es su norte.
Las elecciones son cíclicas y quienes hace ocho años celebraban un viso de tolerancia racial en esta nación, ahora ven el ascenso de una figura divisiva que representa una amenaza para diversos sectores del país. En materia racial, vamos hacia atrás como el cangrejo. Sus seguidores, empero, atestiguarán el ascenso de quien esperan use la presidencia para borrar de la memoria y de la política pública la era de Obama.
Este 20 de enero, mientras unos celebren, otros se aprestarán a iniciar una lucha por su propia existencia.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







