WASHINGTON, DC - Donald J. Trump no puede evitar ser como es, pues es su naturaleza. Es algo así como la fábula de la rana y el escorpión. Este último promete a la rana que no lo picará mortalmente si lo lleva sobre su espalda para cruzar el río, pero a medio trayecto lo pica, consciente de que la rana morirá y él, el escorpión, se ahogará. Pero al final le dice a la rana que no pudo evitarlo porque es su naturaleza.
Árbol que nace torcido jamás su tronco endereza
“El prejuicio, las políticas migratorias extremistas de Donald Trump y su visión aislacionista no dejan de serlo porque las reintroduzca envueltas con lazo o su tono y palabras sean menos agresivos”.


Y algo similar le ocurre a Trump.
La semana pasada pronunció su primer discurso ante una sesión conjunta del Congreso y, por alguna incomprensible razón, diversos analistas y el pueblo estadounidense recibieron la alocución con beneplácito, dijeron que Trump lució por primera vez “presidencial” e incluso se dejaron impresionar por los intentos del presidente de rendir tributo a la viuda de un militar estadounidense que murió en un operativo en Yemen, que el padre del militar condenó e incluso pidió una investigación para ver por qué Trump ordenó la misión.
En CNN, el analista liberal Van Jones llegó a decir que el homenaje de Trump al militar caído, Ryan Owens, fue “uno de los momentos más extraordinarios jamás vistos en la política estadounidense y punto”.
Jones, como otros analistas, le creyeron el cuento a Trump como horas antes se lo creyó toda la prensa cuando en un almuerzo con corresponsales y presentadores el mandatario declaró que estaría abierto a una reforma migratoria que legalice a millones de indocumentados sin historial delictivo, pero sin una vía a la ciudadanía.
Los titulares en prensa escrita, radio, televisión y la red hablaron de un “giro” de Trump en su política migratoria; pero el supuesto giro se hizo sal y agua cuando Trump utilizó su discurso para manifestar el mismo prejuicio hacia los inmigrantes, con la única diferencia de que los reempacó en un tono menos combativo, pues se limitó a leer el discurso que tenía en el teleprompter y dejó de lado su usual costumbre de improvisar.
Algunos de sus invitados fueron personas que perdieron a algún familiar a manos de indocumentados, perpetuando la idea de que todos los inmigrantes son criminales e ignorando que son precisamente los inmigrantes quienes tienen las tasas más bajas de criminalidad en comparación con los nacidos en Estados Unidos y con otros sectores de la población.
Trump también dijo que “mientras hablamos, estamos removiendo a pandilleros, narcotraficantes y criminales”, pero no dijo que en la amplia red que sus directrices ha lanzado están deteniendo a padres y madres de familia, muchos que no han sido condenados por delito alguno o con faltas que durante la administración de Barack Obama no los convertían en prioridad de deportación. Incluso han sido detenidos dreamers, el mismo grupo que Trump dice tener cerca de su corazón.
Trump también se refirió a los inmigrantes en el contexto de que roban empleos a otros sectores de la población, de que son motor de la criminalidad y de que la frontera es tierra de nadie. Pero no dice que hay estudios que demuestran que, a largo plazo, los inmigrantes benefician a la economía a través del pago de impuestos de diversa índole, contribuyendo a programas como Medicare y Seguro Social, como consumidores y abriendo empresas. Tampoco dice que los cruces fronterizos desde México se han reducido sustancialmente. Y tampoco señala que el muro que quiere levantar le costará miles de millones de dólares a los contribuyentes estadounidenses y no solucionará el problema. Los 11 millones de indocumentados, la mayor parte de ellos con más de una década en este país, ya están aquí, tienen hijos ciudadanos, aportan a la economía y son parte integral de sus comunidades y de nuestra nación.
Si no, que se lo digan los residentes de West Frankfort, Illinois, localidad que votó por Trump, y que unió fuerzas para evitar la deportación del mexicano Juan Carlos Hernández Pacheco, quien administra un restaurante mexicano y es una figura querida en esa comunidad. Hernández Pacheco se convirtió en prioridad de deportación para ICE por dos condenas de manejar ebrio en 2007. Amigos y parientes señalan que desde entonces Hernández Pacheco dejó de tomar. El apoyo de funcionarios públicos de la localidad, desde el alcalde hasta el jefe de la policía, consiguió que el inmigrante fuera dejado en libertad bajo fianza.
Finalmente, en su discurso Trump reiteró su intención de abrir una oficina que se encargará de publicar los nombres de los inmigrantes que hayan cometido delitos. No publicará, sin embargo, los nombres de los otros sectores de la población que a diario cometen crímenes horribles, pues parece que para Trump solo los inmigrantes son criminales.
El prejuicio, las políticas migratorias extremistas de Trump y su visión aislacionista no dejan de serlo porque las reintroduzca envueltas con lazo o su tono y palabras sean menos agresivos.
El pasado martes Trump aseguró que “el tiempo de las peleas triviales quedó atrás”, pero como ha probado en materia migratoria y como sigue probando en sus incendiarias reacciones a su Rusia Gate, su naturaleza lo traiciona. Árbol que nace torcido jamás su tronco endereza.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







