Juan Pablo II pensó en renunciar en 2000
Así lo manifiesta en su testamento, hecho público el jueves por el Vaticano, un texto que escribió el 6 de marzo de 1979, pocos meses después de ser elegido Papa y al que añadió algunas páginas más en 1980, 1982, 1985 y 2000.
El Testamento, un bello y conmovedor texto, comienza con el lema de su Pontificado "Totus Tuus ego sum" (Soy todo tuyo).
Después, sus primeras palabras son que es preciso estar atento, ya que no se sabe el día en el que llamará el Señor y desde ese momento se pone en manos de "la Madre de mi Maestro".
"En estas manos pongo a la Iglesia, a mi nación (Polonia) y a toda la humanidad. Agradezco a todos y a todos pido perdón", escribió el Papa, en polaco, en 1979.
Tras subrayar que escribió el testamento después de releer el de Pablo VI, Juan Pablo II agregó: "No dejo nada, ninguna propiedad de la que sea necesario disponer".
"Respecto a las cosas de uso diario que me servían, pido que sean distribuidas como se considere oportuno. Los apuntes personales tienen que ser quemados. Pido que sobre esto vigile don Estanislao (su secretario, Estanislao Dziwisz), al que agradezco su colaboración y ayuda, y por lo comprensivo", escribe el Papa.
Karol Wojtyla agrega que en referencia al entierro "repito las mismas órdenes que dio Pablo VI, el sepulcro debe ser en la tierra y no en un sarcófago".
Ese es el primer testamento, fechado en Roma el 6 de marzo de 1979.
Juan Pablo II volvió a referirse al tema el 5 de marzo de 1982 y en la cuartilla añadida escribe que "sobre el lugar (del entierro), que decida el Colegio Cardenalicio y los 'Compatriotas' ".
Añade que por "Compatriotas", tiene en mente al arzobispo de Cracovia o al Consejo General del Episcopado de Polonia y que al Colegio de Cardenales "pido que satisfaga en todo lo que sea posible las eventuales peticiones de los citados".
En esta cuartilla del año 1982, se nota el amor del Papa por su Polonia natal y que su corazón está dividido entre Cracovia, de la que fue arzobispo y cardenal y de la que salió para ser Papa, y Roma, cuna de la cristiandad.
Sin embargo, en 1985 cambia de idea. Y durante unos ejercicios espirituales, el 1 de marzo de ese año escribe que "el Colegio de Cardenales no tiene ninguna obligación de interpelar sobre este argumento a los Compatriotas, aunque puede todavía hacerlo si por cualquier motivo lo encuentra justo".
El cambio de idea tres años después puede deberse a las consultas que hizo a destacados cardenales sobre el asunto.
Una de ellas, según se supo hace años, fue al cardenal francés Jacques Martíns, a quien le preguntó qué le parecía la idea de que fuera enterrado en la catedral de Cracovia, a lo que el purpurado le respondió que haría felices a los polacos y que desilusionaría a la cristiandad.
Juan Pablo II hizo los añadidos a su testamento durante ejercicios espirituales.
Durante los del año 2000 recordó las palabras que le dijo el cardenal primado de Polonia Stefan Wyszynski cuando fue elegido Papa el 16 de octubre de 1978: "La obligación del nuevo Papa será introducir a la Iglesia en el tercer milenio" y teniendo en cuenta que cumplió ese año los 80, la edad de jubilación de los cardenales, le atormentó el pensamiento de si no debería renunciar también él.
"A medida que el Año Jubilar avanza se cierra detrás de nosotros el siglo XX y se abre el XXI. Según los diseños de la Providencia me ha tocado vivir en el difícil siglo que se acaba y ahora en el año en que cumplo 80 años es necesario preguntarse si no es el tiempo de repetir como el bíblico Simón 'Nunc dimittis" (he visto al Señor y ya puedo morir' ".
Y agrega: "el 13 de mayo de 1981 -el día del atentado en la plaza de San Pedro- la Providencia Divina me ha salvado, Dios me ha prolongado la vida y desde ese momento pertenece aún más a El. Espero que me ayude a reconocer hasta cuando tiempo debe continuar con este servicio, al que me llamó el 16 de octubre de 1978".
"Espero también que mientras cumpla el servicio petrino (de Pedro) en la Iglesia, la misericordia de Dios me dé las fuerzas necesarias" para ello, añadió el Papa.
Esas palabras muestran el tormento de aquellos días del Pontífice, que siempre mantuvo que permanecería al frente de la Iglesia hasta que Dios quisiera.
En el añadido del año 2000, Juan Pablo II también se refiere a la situación en el mundo y resalta que en la década de los 80 era difícil y tensa, pero que desde otoño de 1989, ha cambiado.
En octubre de ese año cayó el Muro de Berlín y comenzaron a desmoronarse los regímenes comunistas de Europa del este.
"El último decenio (1990-1999) ha estado libre de las tensiones, pero ello no significa que no haya traído nuevos problemas y dificultades. Hay que dar gracias a la Providencia porque el periodo de la Guerra Fría ha acabado sin el violento conflicto nuclear, peligro que pesaba sobre el mundo en el periodo precedente", escribió el Papa.
En el testamento agradece la colaboración de todos y recuerda a los hermanos de las iglesias separadas, a los judíos -nombra al Rabino Jefe de Roma, el todavía vivo Elio Toaf-, entre otros.
Y concluye afirmando que conforme se acerca el día de su muerte le vienen a la memoria sus padres, su hermano, su hermana ,"a la que no conocí porque murió antes de que yo naciese", y su pueblo, Wadowice, "la ciudad de mi corazón".
"A todos quiero decir sólo una cosa: Dios os recompense", concluye el Papa, que cierra el testamento con la frase en latín: "En tus manos encomiendo mi espíritu".
A continuación el texto íntegro del testamento dejado por el Papa Juan Pablo II:
Primera Parte: Testamento del 6 de marzo de 1979 -con añadidos sucesivos- Totus Tuus ego sum En nombre de la Santísima Trinidad Amen.
"Estad atentos, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor" -cf. Mt 24, 42-.
Estas palabras de me recuerdan la última llamada, la que se producirá en el instante que lo desee el Señor. Deseo seguirle y deseo que todo lo que forma parte de mi vida terrenal me prepare para ese momento.
No sé cuando sucederá, pero ese momento, como todo, lo pongo en manos de la Madre de mi Maestro: Totus Tuus. En las mismas manos maternas encomiendo todo y a todos con los que mi vida y mi vocación me han relacionado.
En estas Manos encomiendo sobre todo, la Iglesia, mi Nación y a toda la humanidad. Doy gracias a todos. A todos pido perdón. Pido asimismo oraciones para que la Misericordia de Dios sea más grande que mi debilidad y mi indignidad.
Durante los ejercicios espirituales he leído el testamento del Santo Pablo VI. Esa lectura me ha empujado a redactar el presente testamento.
No dejo atrás ninguna propiedad de la que sea preciso disponer. En cuanto a las cosas de uso cotidiano que utilizaba, pido que se distribuyan como parezca oportuno. Las notas personales, que sean quemadas. Pido que se encargue de ello don Stanislao, al que agradezco su colaboración y la ayuda de tantos años y tan comprensiva.
Todos los demás agradecimientos los dejo en el corazón, delante del mismo Dios, porque es difícil expresarlos. Respecto al funeral, repito las mismas disposiciones que dio el Santo Padre Pablo VI. -aquí, una nota al margen: enterrado en la tierra, no en un sarcófago, 13-3-92-.
'apud Dominum misericordia et copiosa apud Eum redemptio'
Segunda Parte: Roma, 6.III.1979
Después de morir, pido Santas Misas y oraciones 5.III.1990
Tercera Parte: Folio sin fecha
Expreso la fe más profunda en que, pese a toda mi debilidad, el Señor me concederá la gracia necesaria para afrontar cualquier tarea, prueba y sufrimiento que, con arreglo a Su Voluntad, desee requerir de Su siervo a lo largo de la vida.
Tengo fe también en que nunca permitirá que, mediante alguna actitud, palabra, obra o omisión, pueda yo traicionar mis obligaciones en esta Santa Sede de Pedro.
Cuarta Parte: 24.II _ 1.III.1980
También durante estos ejercicios espirituales he reflexionado sobre la verdad del Sacerdocio de Cristo en la perspectiva del Tránsito que es para cada uno de nosotros nuestra muerte.
De la despedida de este mundo, para nacer al otro, el mundo futuro, es para nosotros signo elocuente -añadido por encima: decisivo- la Resurrección de Cristo.
He leído la anotación de mi testamento del año pasado, hecha asimismo durante los ejercicios espirituales -que comparé con el testamento de mi gran Predecesor y Padre Pablo VI, con su sublime testimonio sobre la muerte de un cristiano y un papa- y he reafirmado el sentido de las preguntas a las que se refiere lo que redacté -de forma más bien provisional- el 6.III.1979.
Hoy deseo añadir sólo esto, que cada uno debe tener presente la perspectiva de la muerte. Y debe estar dispuesto a presentarse ante el Señor y el Juez, que al mismo tiempo es Redentor y Padre. Yo lo tengo en cuenta constantemente y confío ese momento decisivo a la Madre de Cristo y de la Iglesia, la Madre de mi esperanza.
Los tiempos en los que vivimos son increíblemente difíciles y agitados. También se ha hecho difícil y tenso el camino de la Iglesia, prueba innegable de estos tiempos, tanto para los Fieles como para los Pastores.
En algunos países -como, por ejemplo, el país sobre el que he leído durante los ejercicios espirituales-, la Iglesia sufre tales persecuciones que no son menores que las de los primeros siglos, e incluso las superan por el grado de odio y crueldad.
Sanguis martyrum, semen christianorum. Y además, cuántas personas desaparecen pese a ser inocentes, incluso en el país en el que vivimos...
Deseo, una vez más, entregarme por completo a la gracia del Señor. Él decidirá cuándo y cómo debo terminar mi vida terrena y el ministerio pastoral. En la vida y en la muerte, Totus Tuus a través de la Inmaculada. Acepto ya esa muerte y espero que Cristo me conceda la gracia para el último viaje, es decir, Pascua.
Espero también que le haga ser útil para la causa más importante a la que intento servir: la salvación de los hombres, la protección de la familia humana y, con ella, la de todos los pueblos y naciones -entre los que me acuerdo en especial de mi patria terrenal-, útil para las personas que me ha confiado de forma particular, para la Iglesia y para la gloria del propio Dios.
No deseo añadir nada a lo que escribí hace un año, sólo expresar esta disposición y, al mismo tiempo, esta fe, a la que han vuelto a conducirme los presentes ejercicios espirituales.
Juan Pablo II
Quinta Parte: 5.III.1982. Totus Tuus ego sum Durante los ejercicios espirituales de este año he leído -varias veces- el texto del testamento del 6.III.1979. Aunque todavía lo considero provisional -no definitivo-, lo dejo en su forma actual. No cambio nada -por ahora- ni añado nada a las disposiciones contenidas en él.
El atentado contra mi vida del 13 de mayo de 1981 confirmó, en cierto modo, lo acertado de las palabras escritas en el periodo de los ejercicios espirituales de 1980 -24.II _ 1.III-.
Siento, todavía más profundamente, que me encuentro por completo en manos de Dios, permanezco a disposición de mi Señor y me entrego a Él en Su Madre Inmaculada -Totus Tuus-.
Juan Pablo II
Sexta Parte: 5.III.82 En relación con la última frase de mi testamento del 6.III 1979 -'Sobre el lugar -es decir, el lugar del funeral-, que decidan el Colegio Cardenalicio y mis compatriotas'-, aclaro a qué me refiero: el arzobispo de Cracovia o el Consejo General del Episcopado de Polonia; pido al Colegio cardenalicio que satisfaga, en la medida de lo posible, las peticiones que puedan hacerles las personas mencionadas.
Séptima Parte: 1.III.1985 -durante los ejercicios espirituales-. Una cosa más: respecto a la expresión 'Colegio cardenalicio y los compatriotas', el 'Colegio cardenalicio' no tiene ninguna obligación de consultar sobre este aspecto a 'los compatriotas', pero podrá hacerlo si, por algún motivo, lo considera conveniente. JPII.
Octava Parte: Ejercicios espirituales del año jubilar 2000 (para el testamento)
Cuando, el día 16 de octubre de 1978, el cónclave de cardenales escogió a Juan Pablo II, el primado de Polonia, el cardenal Stefan Wyszyski, me dijo: "La labor del nuevo papa será llevar la Iglesia al Tercer Milenio".No sé si repito la frase exacta, pero ése era el sentido de lo que oí entonces. Lo dijo el hombre que ha pasado a la historia como primado del milenio. Un gran primado. Yo fui testigo de su misión, de su completa entrega.De sus luchas, de su victorias. "La victoria, cuando llegue, será una victoria a través de María". Palabras de su predecesor, el cardenal August Hlond, que solía repetir el primado del milenio.Así me preparé, en cierto modo, para la tarea que encontré ante mí el 16 de octubre de 1978. En el momento de escribir estas palabras, el Año Jubilar del 2000 es ya una realidad en marcha.La noche del 24 de diciembre de 1999 se abrió la simbólica Puerta del gran Jubileo de la Basílica de San Pedro, seguida de la de San Juan de Letrán y la de Santa María la Mayor, al empezar el año, y el 19 de enero, la Puerta de la Basílica de San Pablo Extramuros. Este último acontecimiento permanece en mi memoria de modo especial, debido a su carácter ecuménico.
A medida que avanza el Año Jubilar 2000, se cierra día a día el siglo XX y se abre el XXI. Por designio de la Providencia me ha tocado vivir el difícil siglo que estamos dejando atrás, y ahora, en el año en el que mi vida alcanza la edad de ochenta años -'octogésima adveniens'-, hay que preguntarse si no ha llegado el momento de repetir, con el bíblico Simeón, 'Nunc dimittis'.El 13 de mayo de 1981, el día del atentado contra el papa durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro, la Divina Providencia me salvó milagrosamente de la muerte.El que es único Señor de la vida y la muerte me prolongó mi vida, volvió a dármela, en cierto modo. A partir de entonces, le pertenece todavía más a Él.Espero que Él me ayude a saber hasta cuándo debo ejercer este servicio al que me convocó el 16 de octubre de 1978. Le pido que me reclame cuando quiera."En la vida y en la muerte, pertenecemos al Señor... somos del Señor" -cf. Rm 14, 8-. Espero también que mientras me corresponda cumplir el servicio de Pedro en la Iglesia, la Misericordia de Dios quiera prestarme las fuerzas necesarias para ese servicio.
Como cada año, durante los ejercicios espirituales, he leído mi testamento del 6.III.1979. Sigo manteniendo las disposiciones contenidas en él.Lo que se añadió entonces y durante los ejercicios espirituales posteriores constituye un reflejo de la tensa y difícil situación general de los años ochenta. A partir del otoño de 1989, la situación cambió.La última década del siglo pasado estuvo libre de las tensiones anteriores; eso no significa que no tuviera nuevos problemas y dificultades. En especial, y alabada sea la Divina Providencia por ello, el periodo de la llamada "Guerra Fría" terminó sin el conflicto nuclear violento cuya amenaza se cernía sobre el mundo en la etapa anterior.
Ahora que estoy en el umbral del tercer milenio 'in medio Ecclesiae', deseo expresar de nuevo mi gratitud al Espíritu Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, del que, junto con toda la Iglesia y, sobre todo, el episcopado, me siento deudor.Estoy convencido de que las nuevas generaciones seguirán aprovechando durante mucho tiempo las riquezas que nos ha proporcionado este Concilio del siglo XX.Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el principio hasta el final, quiero confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a hacerlo realidad. Por mi parte, doy gracias al Pastor eterno porque me haya permitido servir a esta inmensa causa a lo largo de todos mis años de pontificado.'In medio Ecclesiae'... Desde mis primeros días como obispo -precisamente gracias al Concilio-, pude experimentar la comunión fraterna del episcopado. Como sacerdote de la archidiócesis de Cracovia ya había vivido la comunión fraternal del presbiterio, y el Concilio me abrió una nueva dimensión de esta experiencia.
¡A cuántas personas debería mencionar! Probablemente, el Señor Dios ha llamado junto a Sí a la mayoría; en cuanto a los que todavía están en este mundo, las palabras de este testamento les recuerdan, a todos y en todas partes, dondequiera que estén.Durante los más de veinte años que llevo en el servicio de Pedro 'in medio Ecclesiae', he experimentado la benévola y fecunda colaboración de numerosos cardenales, arzobispos y obispos, sacerdotes y personas consagradas -monjes y monjas-, muchísimas personas laicas, en el ámbito curial, en la vicaría de la diócesis de Roma y en otros lugares.¡Cómo no abrazar, lleno de gratos recuerdos, a los episcopados de todo el mundo con los que me he reunido en las sucesivas visitas 'ad limina Apostolorum'! ¡Cómo no recordar a tantos hermanos cristianos no católicos! ¡Y al rabino de Roma, y a tantos representantes de las religiones no cristianas! ¡Y cuántos representantes del mundo de la cultura, la ciencia, la política, los medios de comunicación social!
A medida que se aproxima el final de mi vida terrenal, vuelvo con la memoria al comienzo, a mis padres, a mi hermano y mi hermana -a la que no conocí, porque murió antes de que yo naciera-, a la parroquia de Wadowice en la que me bautizaron, a aquella ciudad de mis amores, a mis coetáneos, a los compañeros y compañeras de la escuela primaria, del bachillerato, de la universidad, a la época de la ocupación, cuando trabajé como obrero y, después, a la parroquia de Niegowi, la de San Florián en Cracovia, la pastoral de los académicos, aquel ambiente... todos los ambientes... en Cracovia y en Roma... a las personas que el Señor me ha confiado de modo especial.A todos deseo decir una sola cosa: 'Que Dios os lo pague'.In manus Tuas, 'Domine, commendo spiritum meum'.A.D. 17.III.2000.