Entre septiembre y abril de cada año cientos de ellos mueren en Taiji, Japón, en una cacería que indigna a ambientalistas de todo el planeta pero que la comunidad defiende como tradicional (aunque la mayoría de los japoneses desconoce que se realiza), aseguran observadores de organizaciones como One Voice, Earth Island Institute y Elsa Nature Conservancy, AnimaNaturalis y Seashepherd.