En Texas los viejos dicen que sólo hay dos temporadas: la de fútbol americano de primavera y la de fútbol americano del otoño. Pero últimamente hay otro juego que se ha estado jugando también: la competencia para construir el estadio de fútbol de secundaria más caro del mundo.
Texas está construyendo los estadios escolares más grandes del país
A pesar de que su gasto en educación deja mucho que desear, los suburbios de Dallas se están llenando de ostentosos recintos deportivos para el futbol americano de las secundarias.


Por supuesto, el fútbol estadounidense es una religión secular en Texas, un deporte tan popular que los contribuyentes parecen estar dispuestos a pagar casi cualquier precio para construir instalaciones cada vez más espectaculares. En todo el estado, están surgiendo enormes estadios y cada proyecto parece superar al anterior, ya sea en aforo sentado, ostentación y costo. Se trata de ofrecer más y mejores instalaciones para el entrenamiento, vestuarios y oficinas de entrenadores más lujosos, cabinas de prensa más grandes, áreas especiales para seguidores, marcadores con el ancho de un hangar de avión y otras comodidades enormes para el día del juego.
El estadio del Distrito Escolar Independiente de McKinney (a alrededor de 40 millas del norte de Dallas) comenzó construcción el enero pasado y su presupuesto máximo llegó a los 80 millones de dólares (unos 7 millones de dólares se agregaron al total debido a un aumento en el precio del concreto). Con esto probablemente será la instalación no académica para una escuela pública más cara jamás construida en EEUU.
Pero McKinney es sólo la última inscripción en lo que se ha convertido en una verdadera escalada armamentista de estadios que se está dando entre los pueblos de rápido crecimiento que se encuentran a lo largo de o cerca del pasillo Ruta 75, la que se extiende desde Dallas hacia el norte.
El boom en la construcción de estadios últimamente ha obtenido cobertura nacional e inspiró un chiste en los programas nocturnos de TV, pero en realidad empezó hace más de una década cuando el estadio Tom Kimbrough abrió sus puertas en 2004 con 9,800 asientos y un costo de 20 millones de dólares. Luego se construyeron instalaciones que fueron equipadas de manera parecida. Hace cuatro años el distrito escolar independiente de Allen llevó la competencia a otro nivel cuando abrió lo que era en aquel momento el estadio más caro para el fútbol estadounidense de secundaria: una instalación con un costo de 72 millones de dólares y 18,000 asientos, más o menos el tamaño de un estadio típico de la Asociación Nacional de Baloncesto (el estadio tuvo que cerrar en 2014 durante 15 meses para que se le hicieran 10 millones de dólares en reparaciones después de que grietas aparecieron en sus vigas de concreto). Cuenta con un marcador/pantalla de video de 38 pies.
Todo esto quizás suene impresionante si no juegas fútbol americano en Frisco, un pueblo cercano. El distrito escolar independiente de aquel pueblo y su gobierno local se juntaron para pagar 90 millones de dólares para el nuevo Ford Center at the Star, el complejo que sirve de sede para los Dallas Cowboys de la NFL (los equipos de Frisco ya juegan en el Estadio Toyota, cuyo propietario es la ciudad y que cuenta con 20,500 asientos, infraestructura normalmente utilizada para el FC Dallas, de la MLS). Ese dinero —contribuido a la franquicia deportiva que según las estimaciones es la más valiosa del mundo— les da el derecho a las cuatro secundarias de Frisco a jugar en el estadio interno del Star, el cual es uno de los campos de entrenamiento de los Cowboys y cuenta con 12,000 asientos. El Star asevera que tiene el marcador de video más grande del mundo deportivo de las preparatorias.
Pero quizás pronto ya no lo será: el marcador de alta definición de 55 pies que coronará el estadio de 12,000 asientos de McKinney, el cual quedará a sólo 3 millas de distancia del estadio de Allen. Esta pantalla será más grande que casi todos los marcadores en estadios de la NFL.
Los suburbios de Dallas luchan por dominar las noches de juego de cada viernes. El Frisco Toyota Stadium es principalmente para el fútbol soccer profesional, pero algunos equipos de preparatoria en el distrito escolar de Frisco lo utilizan (Mark Byrnes/CityLab, información cortesía de Curtis Rath).
El dinero para el proyecto en McKinney llegó como parte de un referendo de bono escolar de 220 millones de dólares que los votantes aprobaron abrumadoramente en mayo 2016. Aunque partes de McKinney son más pobres, el ingreso medio por hogar de 83,000 dólares de los residentes y las actuales tasas impositivas relativamente bajas hacen que el proyecto parezca asequible. Pero el problema está en que ni siquiera se necesita. Se programa que el estadio nuevo se completará para la temporada de 2017. Sustituirá al existente Estadio Ron Poe, el cual fue renovado hace 10 años por un costo de 10 millones de dólares (pese a esto, el distrito mantendrá este viejo estadio). Poe tiene cupo para 10,000 espectadores. Durante la temporada de 2015 —la más reciente por la que hay cifras de asistencia disponibles— la cantidad de espectadores para los juegos locales de cada una de las tres preparatorias en Poe no superó un total de 12,000 y ningún juego apenas tuvo un total de 5,000 espectadores. En otras palabras, el Estadio Poe nunca se llenó a la mitad siquiera.
El Estadio Ron Poe —el campo existente de McKinney— fue renovado hace 10 años pero con sólo 10,000 asientos (y poco estacionamiento), el distrito decidió que un nuevo estadio sería necesario (Curtis Rath).
¿Por qué distritos escolares exurbanos relativamente pequeños como McKinney construyen enormes estadios de fútbol americano que permanecerán vacíos durante la mayor parte del año (y que estarán a menos de la mitad de su capacidad incluso en los días de juego)?
Parte de la respuesta tiene que ver con el crecimiento proyectado del área. La población del pueblo ha triplicado durante los últimos 15 años. En el censo de 2000, McKinney tenía 54,369 residentes. El cálculo aproximado más reciente (1 de julio de 2015) es que tiene una población de 162,898. Rick McDaniel —superintendente del distrito escolar de McKinney y antiguo entrenador de fútbol de secundaria— parece tener confianza de que el nuevo y espectacular estadio de McKinney pronto se llenará. “ Somos visionarios”, le dijo al periódico Dallas Morning News. Además, indica que el estado era “parte de una visión para el distrito escolar de McKinney que nos impulsará hacia adelante durante mucho tiempo” (su oficina no respondió a un pedido de comentarios para esta nota).
La estructura del sistema escolar de Texas también parece alentar tal gasto en infraestructura. Por ley, cada consejo de distrito escolar independiente tiene la autoridad de pedir referendos cuando opta por recaudar fondos mediante bonos. Actúan y pueden recaudar fondos de manera independiente de sus gobiernos municipales locales. Pero el dinero de bonos sólo se puede aplicar a la construcción y la renovación de instalaciones, la adquisición de tierra y la compra de equipos, no a la expansión de oportunidades educativas para estudiantes ni pagar a los maestros (Texas tiene el puesto N°38 de 50 estados en cuanto al gasto educativo por estudiante; en McKinney, los gastos educativos por estudiante sumaron un total de 7,345 dólares en 2013, comparado con un promedio nacional de 11,841 dólares, según un análisis de datos federales que fue realizado por Education Week, un boletín semanal que trata temas educativos).
Curtis Rath —un activista comunitario en McKinney y bloguero sobre la política local— ha sido un duro crítico de este arreglo en Texas Transparency (Transparencia en Texas), su sitio web. Allí, los partidarios y los oponentes del Estadio de McKinney acaloradamente debaten el tema en la sección de comentarios. Rath argumenta que las empresas con beneficios potenciales de proyectos de construcción unieron fuerzas con terratenientes locales, contratistas, seguidores y autoridades escolares para promocionar los beneficios de estructuras escolares preeminentes con los votantes de McKinney. “Lo promocionaron al exagerar la necesidad para el nuevo estadio”, dice.
Junto con las fuerzas políticas y empresariales presionando para la construcción de nuevas instalaciones de necesidad posiblemente dudosa, también está el factor sorpresa. Al igual que muchas comunidades de rápido crecimiento del Sun Belt, las municipalidades crecientes al norte de Dallas abarcan enormes pasajes entrelazados por carreteras, complejos de oficinas y nuevos desarrollos de viviendas. Con todos estos pueblos luchando por hacer que residentes y negocios se muden a sus nuevos vecindarios para asistir a sus centros comerciales, instalaciones deportivas ostentosas sirven de herramientas de mercadeo. Paul Grimes —gerente de la ciudad de McKinney— dice que el nuevo estadio lo ayudará a mejor comercializar al pueblo a medida que compite con pueblos cercanos como Allen, Frisco, Plano y otros. “Si bien es una inversión considerable”, dice mediante correo electrónico, “el estadio (…) ayudará a atraer a visitantes y familias a nuestra comunidad, la cual está creciendo rápidamente”.
El superintendente escolar McDaniels hizo eco de ese argumento cuando le dijo al Dallas Morning News: “Sin importar de donde vengas, verás el estadio. Y eso dice mucho”.
Una representación del futuro Estadio McKinney, el cual abrirá para la temporada del otoño de 2017 (McKinney ISD).
Los fanáticos de la NFL quizás reconozcan esa línea argumentativa del mundo de fútbol profesional en que los equipos con frecuencia extorsionan a las ciudades donde tienen sus sedes para que les den nuevos estadios que sean más grandes, todo en nombre del orgullo cívico y del derecho de jactarse. Muchos estudios han debilitado el argumento económico detrás de subvenciones públicas para instalaciones deportivas profesionales. Mark Conrad, director del Programa de Negocios Deportivos de la Escuela de Negocios Gabelli de la Universidad Fordham, duda que la versión preparatoria de esta historia sea diferente de cualquiera manera. “Es poco probable que los fondos de contribuyentes que se inviertan en instalaciones deportivas costosas generen beneficios económicos significativos. “Sin algo cuantificable soy escéptico de tales aseveraciones”, dice. “Sólo hay una cantidad relativamente pequeña de juegos que se jugarán cada año. ¿Qué se obtiene durante los otros 300 días o más del año? Con muchísima frecuencia se hacen promesas y la instalación no puede cumplirlas”.
Las autoridades escolares han respondido a los críticos al señalar que el estadio también se usará para partidos de fútbol soccer, competencias de bandas y algunos juegos estatales de fútbol estadounidense. Además, existe la esperanza de que desarrollo minorista y de restaurantes surgirá cerca. Un estadio de fútbol estadounidense de preparatoria sirve a la comunidad en formas que van más allá de atraer visitantes, negocios, nuevos residentes y mayores fondos tributarios. Uno de ellos sin duda es el orgullo texano en el espectáculo que se da en los días de juegos.
“Cada uno de estos estadios gigantes ha sido aprobado por los votantes mediante una emisión de bonos, así que al final, los ciudadanos les están dando el sí”, dice Greg Tepper, editor gerente de Dave Campbell’s Texas Football, una guía multimedios de todos los temas relacionados con fútbol estadounidense en el estado. “Obviamente existe por lo menos un poco [de la tendencia] de querer mantenerse a la par con los vecinos, pero creo que estos estadios indican qué tan en serio los texanos toman el fútbol estadounidense de preparatoria. ¿Será desmesurado? Claro. Pero el fútbol americano de secundaria es desmesurado en Texas… justo como les gusta a los texanos”.
Rath no piensa que todos los texanos comparten estas prioridades. “Esto es totalmente impulsado por el ego”, dice. “ El dinero podría haberse gastado en muchas otras cosas para mejorar el desempeño académico”. Espera promocionar un grupo de candidatos que se opongan a los actuales miembros del consejo del distrito escolar independiente quienes propusieron la emisión de bonos para el estadio. “Su énfasis debería estar en los niños y en sus necesidades educativas”, dice. “No en mantenerse a la par con sus vecinos”.
Sin embargo, cuando se trata de comunidades texanas en competencia, el juego siempre está en juego.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.
























