Dejemos a un lado el hecho de que excavar y destruir al Central Park de Nueva York es una idea ridícula. Olvidemos que se trata de uno de los parques más queridos del mundo. Y pasemos por alto todas las razones estructurales por las que sería casi imposible reducir el Central Park a su lecho rocoso.
Enterrar el Central Park para construir un rascacielos es la peor idea de la historia
A pesar de eso, la propuesta ganó este año la competencia de edificios eVolo.


Sin embargo, esto es justamente lo que un arquitecto propuso: remover el Central Park y toda la tierra debajo del mismo hasta la roca del fondo. Acto seguido, se construiría un rascacielos de espejos que quedaría sumergido en el hueco, el que enmarcaría este terreno en el corazón de Manhattan. Parece mentira, pero esta fue la propuesta ganadora en la Competencia de Rascacielos de eVolo, la que busca que arquitectos identifiquen problemas y diseñen edificios para responder a ellos.
New York Horizon, es la propuesta de los diseñadores Yitan Sun y Jianshi Wu, y que intentaría reemplazar al parque.
Bueno, en realidad, se trata de una idea imposible. Destruir el Central Park no es sólo eso, es una idea malísima. Es una idea hasta inmoral o lo sería, si fuera una propuesta seria, pero no lo es. En realidad, es una propuesta que carece profundamente de seriedad. Pero en realidad dicha falta de seriedad no es el problema. Aquí el problema verdadero aquí es otra cosa, un fenómeno arquitectónico moderno que podríamos denominar “concursismo”.

“New York Horizon” simplemente es imposible de llevar a cabo. Para empezar, el Túnel N°3 del Agua de la Ciudad, el cual lleva agua desde la represa Hillview en Yonkers a Manhattan, corre justo debajo del Central Park. Se trata de una excelente razón, recién completada a un costo de cinco mil millones de dólares, por la que el parque no puede ser reducido a su roca madre. Además, los trenes de las líneas de metro 2, 3 y F corren debajo del Central Park. Si se sacara toda esa tierra, aparecería un paisaje natural entrecruzado por una serie de tubos.
Pero, además, el Museo Metropolitano de Arte está también en el parque, por lo que llevar a cabo el flamante proyecto también implicaría trasladar el museo completo. Esta representación arquitectónica premiada estar incompleta, ya que no incluye los cadáveres de los feroces conservacionistas que con mucho gusto darían sus vidas para defender al Central Park. Y todo esto sin tomar en cuenta las enormes preocupaciones ambientales que surgirían al reducir un gran parque urbano a la roca en su fondo.
Entonces, ¿qué es “New York Horizon”, aparte de un disparate? Destruir el Central Park es una propuesta radical, casi apocalíptica. Incluso podría considerarse un experimento que a lo mejor sirva para hacernos reevaluar nuestros valores. Sin embargo, la representación arquitectónica es inofensiva y de hecho hasta tiene un look alegre. Es casi tan casual, alegre y ambiciosa como cualquier representación arquitectónica de torres de condominios como las que ya se encuentran en el perímetro del parque.
Una propuesta que fuera dramática, crítica o triste debería tener un estilo ominoso con una paleta oscura —oscura como la película Batman contra Superman— para que fuera un comentario social. Otra opción serían crearla con colores sumamente claros y llamativos para sugerir que la representación es una sátira mordaz. Sin embargo, en esta representación ganadora los dedos rosados del alba tocan suavemente a las rocas donde antes estuvo el Central Park, mientras que el resto de la ciudad no ha cambiado.
Es por eso que “New York Horizon” es un excelente ejemplo de lo que se puede llamar “concursismo”. Se trata de una tendencia en la arquitectura que proviene de la convergencia de competencias de diseño abierto, software barato para crear representaciones y medios sociales donde impera la viralidad. Y no se vaya a creer que la Competencia de Rascacielos eVolo es el único concurso que fomenta esta “concursismo”; en realidad, las inscripciones ganadoras de otras competencias arquitectónicas tienden a seguir este mismo modelo raro. La “concursismo” significa espectáculos que ni son directos ni satíricos. En cambio, son poco profundos y se prestan demasiado a la promoción en redes sociales.
Consideremos la inscripción que ganó el segundo lugar: The Hive: Drone Skyscraper, un proyecto en que aviones continuamente vuelan contra una torre… y esto en la ciudad de Nueva York. Incluso si fuera útil o viable, la idea podría ser un poco polémica, ¿no? Particularmente en una Nueva York en que nada más ha cambiado. El diseño muestra una torre del siglo XXII que parece haber sido colocada en el Nueva York previo a los ataques de las Torres Gemelas.

Ahora bien, cabe notar que no tiene nada de malo crear propuestas de diseño alocadas que sean imposibles de construir o que sean hasta obscenas. Lebbeus Woods inspiró a una generación de arquitectos y diseñadores con sus dibujos y su arquitectura teorética. El Instituto de Arquitectura del Sur de California y Cooper Union son escuelas que priorizan el audaz pensamiento teórico. Elena Manferdini es una joven arquitecta cuya consulta se basa en sus dibujos y diseños y su estudio está creciendo debido precisamente a su énfasis en arte. La teoría es sana y necesaria para la arquitectura.
Pero la “concursismo” es otra cosa. Alexandra Lange es una crítica arquitectónica que ha acuñado el término “memetectura” para describir el género de diseño que puede compartirse en medios sociales. Al escribir sobre representaciones que están listas para subirse al Internet —y el papel que representa medios como CityLab en su diseminación— Lange hace algunas preguntas vitales:
En sí no tiene nada de malo que los arquitectos entren en este juego y que aseguren que sus representaciones alcancen la cima de la conciencia publica, por ejemplo, cuando se cubre una competencia. Pero me pregunto si la mentalidad viral empieza a filtrarse dentro del diseño como tal para simplificarlo y volverlo más brillante y así el edificio propuesto se vuelve más “digerible”.
Indudablemente alcanzar un estatus viral en los medios sociales ha infectado a las competencias de diseño abierto. Desde el fetiche que Londres tiene con los puentes al Guggenheim Helsinki, los concursos de diseño abierto han producido algunas de las peores representaciones arquitectónicas del último año. Tal como escribí en Fast.Co, las competencias de diseño abierto alientan a los arquitectos a ofrecer su labor con el fin de llamar la atención de los miembros del jurado y de las audiencias populares. Los concursos de diseño abierto fomentan la toma de riesgos. Cuando se le suma el software para producir representaciones que disminuyen tanto los costos como la dificultad de usarlo, la trayectoria se converge en la “concursismo”.
Ni “ New York Horizon” como tal ni otros ejemplos individuales reflejan el problema que existe con “concursismo”. El problema quizás se radique en los concursos mismos. Con tantas representaciones arquitectónicas baratas y chabacanas inundando al mercado, tal vez dentro de poco tiempo los arquitectos prometedores se rebelarán y preferirán una estética diferente.
¿Qué forma tomarán nuevas ideas de diseño, si no serán las de representaciones comerciales? A lo mejor los arquitectos opten por revivir dibujos experimentales o abrazarán el tradicionalismo. A lo mejor la próxima idea sobre compartir ideas será una idea que nadie jamás ha tenido. Esa merecería ganarse al menos alguna competencia.

Esta historia fue publicada originalmente en inglés en CityLab.com.








