Cuando el Museo Nacional de Arte y Cultura Afroestadounidense abrió sus puertas hace una semana, se hizo realidad una promesa que databa de diciembre de 2003. Fue entonces cuando el Congreso aprobó la ley estableciendo esta nueva institución.
El inteligente truco del museo que inauguró Obama
A pesar de que no se nota por su arquitectura, el nuevo Museo Nacional de Arte y Cultura Afroestadounidense en Washington es enorme… Y muy interesante.


Pero el sueño se remonta mucho más atrás. En 1915, veteranos de raza negra del Ejército de la Unión se reunieron en Washington DC para conmemorar el 50º aniversario del fin de la Guerra Civil. Ellos crearon una comisión para así fundar un museo dedicado a la cultura y la historia afroestadounidense, aunque dichos esfuerzos nunca se realizaron.
Materializar sus sueños, más de un siglo después, representa un hito en términos civiles. Pero construir el museo requirió deliberación, compromiso y otras poco menos que ideales formas del trabajo. Ocupar un espacio tan cercano al Monumento a Washington, sobre la última área disponible del National Mall (conocido también como Explanada Nacional), implicó un trabajo permanente de las diversas partes interesadas. Dar vida ese sueño fue, sobre todo, una obra de amor y también una obra de interminables correos electrónicos, compartir agendas y audiencias burocráticas.
El arquitecto danés Bjarke Ingels llama al National Mall “la más duramente regulada propiedad de bienes raíces sobre el planeta.” Ingels, no obstante, debería saber lo siguiente: su compañía, la Bjarke Ingels Group, está planificando, sobre el Mall, una reforma de la explanada de 2,000 millones de dólares en favor del Instituto Smithsoniano. Por su parte, Freelon Adjaye Bond/Smithgroup, el consorcio de arquitectos e ingenieros que construyeron el Nuevo Museo de Historia y Cultura Afroestadounidense, superaron los más difíciles debates posibles con una sola estrategia de diseño.
La mayor parte del museo está bajo tierra. Si esto se hubiera diseñado de otra manera, el museo habría sido mucho más alto, como se ve en este gráfico interactivo:
“No es una buena idea construir museos bajo tierra”, sostiene David Adjaye, principal figura en el diseño del edificio. “[Pero] cuando se trata de un sitio así de sensible, de emotivo, no queda otra opción”.
Desde afuera, el Museo Afroestadounidense luce pequeño, tratándose de un museo nacional. Tal parece que su tamaño fue seriamente modificado respecto del de su vecino, el Monumento a Washington. Pero su diminuta estatura no es más que una ilusión: si los diseñadores hubieran construido todo el museo sobre tierra, la cima de tres niveles del edificio habría llegado a ser una enorme bóveda de 8 niveles.
“La corona, la forma en que se asienta sobre el terreno del Monumento a Washington, este es muy refinado en comparación con el Museo Nacional de Historia Estadounidense”, indica Robert Anderson, director de la oficina en DC de la compañía Davis Brody Bond. “Pero cuando la gente baja las escaleras, y ve todo lo que hay físicamente allá abajo, se lleva más de una sorpresa”.
Davis Brody Bond, la misma compañía que diseñó en Nueva York las secciones subterráneas del Memorial y Museo Nacional del 11 de Septiembre, diseñó la “bañera” que contiene más de un 60% del museo afroestadounidense. Tal como Anderson explicó a CityLab, construir a tan bajo nivel en el National Mall –las paredes de la sala principal de historia tienen 75 pies de alto– conllevó la creación de un depósito para el edificio, cosa de que bloqueara el nivel freático ( el Mall está sobre tierra de relleno vertida sobre una sucesión de arroyos naturales).
Esa sensible condición del lugar no puede ser minimizada. El acuerdo final entre el Instituto Smithsoniano y todos los interesados en que el National Mall estableciera las directrices de diseño para la edificación casi se extiende hasta las 75 páginas. Entre las cosas que estipula: las bases deben estar en consonancia con el “olmstediano” carácter del parque del Monumento a Washington. El edificio no debe ser más alto que el edificio más alto del Mall (que es, por cierto, el edificio de la Galería Nacional de Arte Oriental), ni que el Departamento del Comercio de Estados Unidos, ubicado enfrente del nuevo museo.
Un montón de anexos al documento resaltan los paisajes y las perspectivas visuales desde y hacia el Monumento a Lincoln, el Monumento a Jefferson, el de Martin Luther King Jr., el Capitolio, y otros sitios, a todo lo cual los diseñadores tuvieron que prestar atención. Una preocupación fue la vista del museo desde el Cementerio Nacional de Arlington, ubicado en Virginia, al otro lado del río Potomac. Otra vista privilegiada tenida en cuenta por los arquitectos fue desde el Pabellón Old Post Office, el cual ha devenido en el Hotel Internacional Trump.
Haciendo una comparación rigurosa, el Museo Hirshhorn y Jardín de Esculturas, cuyo edificio en forma de donut parece desde lejos de la misma categoría que el Museo Afroestadounidense, comprende un área total de proyecto constructivo de 176,000 pies cuadrados (cediendo 60,000 pies cuadrados de espacio de exhibición). Esa área total ocupa menos de la mitad de la del Museo Afroestadounidense. En cualquier caso, sin embargo, el búnker diseñado por Gordon Bunshaft parece un peso pesado frente a la humilde corona concebida por Adjaye.
El Quadrangle Complex (Complejo Cuadrangular) cerca del Instituto Smithsoniano, ubicado en la parte sur del Mall y que incluye las Galerías Freer y Sackler, así como el Museo Nacional de Arte Africano, comprende 360,000 pies cuadrados, lo que lo equipara con el Museo Afroestadounidense. Pero el Quad es otra ilusión: cerca del 96% de todo el territorio que ocupa está bajo tierra.
Al parecer, los diseñadores del Museo Afroestadounidense han aprendido algunas lecciones del Quadrangle Complex, el cual fue diseñado por Junzo Yoshimura con la asistencia constructiva de Jean Paul Carlhian de la empresa Shepley Bulfinch Richardson Abbot. El Complex es, digamos, el error inicial en el Mall, uno que el Instituto Smithsoniano está tratando de corregir. Además de proteger contra terremotos al Edificio Institucional Smithsoniano (conocido como ‘El Castillo’), el informe detallado de Ingels prevé traer algo de luz a las subterráneas galerías del Complex.
Quienes visiten el Museo Nacional de Arte y Cultura Afroestadounidense comenzarán su recorrido por el vestíbulo más bajo en el sótano del edificio, en particular por las galerías de historia dedicadas al pecado original de Estados Unidos. Una razón dramatúrgica, digamos, explica el hecho de pedir a los visitantes que empiecen en la oscuridad y luego asciendan a la luz. Así que el edificio no es un engaño, no es un museo escondido a la vista de todos. Para hacerlo funcionar, el Freelon Adjaye Bond/SmithGroup tuvo que crear un sofisticado, incluso inédito contenedor para el edificio.
“Hemos hecho un súper sótano”, sostiene Adjaye. “Es una estructura doble, un edificio dentro de un edificio, por encima y por debajo de la tierra, y eso permite que controlemos cualquier mitigación del agua, al ser capaces de bombearla lejos del recinto principal”.
Satisfacer las necesidades de la totalidad de las partes interesadas en el National Mall, desde la Comisión Nacional de Planificación del Capital hasta la Comisión de Bellas Artes de Estados Unidos y el Servicio de Parques Nacionales, requirió que el Freelon Adjaye Bond/SmithGroup reuniera un enorme y multidisciplinar equipo. Más de 30 asesores y empresas trabajaron con el grupo en la construcción del edificio.
El resultado: una elegante nueva estructura, la realización de un sueño de hacía más de cien años, y un edificio que, literalmente, la mayoría no puede ver.
“Hizo falta una pequeña ciudad para diseñar, edificar y dar el acabado a todo esto”, acota Anderson.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.








