Desde 1991, cuando la momia de 5,300 años de antigüedad conocida comúnmente como Ötzi fue descubierta en la cima de una montaña en los Alpes italianos, los científicos han estudiado cada centímetro de sus restos perfectamente preservados para saber lo que comía, cómo vivía, las enfermedades que padecía e incluso cómo murió.