De los campos de cultivo a las aulas: a los 58 años, exjornalero se gradúa con honores de la universidad

Sentado en la sala de su casa, Adolfo González muestra orgulloso las fotografías del día de su graduación. Siempre sonriente, portando su toga y birrete, este inmigrante mexicano de origen zapoteco es el vivo reflejo de que nunca es tarde para cumplir los sueños. De una de las paredes blancas en su hogar cuelga ese diploma que lo llena de orgullo y que, además, lo certifica como licenciado en español, un idioma que, curiosamente, no es su lengua natal.

Entre las familias hispanas no es raro que los hijos sigan los pasos de sus padres, pero en el caso de Adolfo ocurrió al revés: fue él quien siguió los pasos de su hija. Hace apenas un año, Marie, la mayor de ellas, se convirtió en la primera de la familia en obtener un título universitario; Adolfo ahora también tiene el suyo, y dice que este logro es solo el principio de su carrera, pues su meta es conseguir una maestría “y el doctorado, si se puede”.

El camino de Adolfo fue cuesta arriba desde el comienzo. La culminación de sus esfuerzos llegó el pasado 18 de mayo cuando finalmente se graduó con honores de la Universidad Estatal de California en la Bahía de Monterey, pero antes de que este día llegara, muchos intentaron disuadirlo de continuar sus estudios, en parte, debido a su edad.

"Me dicen 'oye ya estás grande para regresar a la escuela'. Ya estoy arrugado, tengo cicatrices en la cara, en todo, pero no tengo cicatrizado el cerebro, el cerebro lo tengo intacto", cuenta Adolfo con una sonrisa en el rostro, al tiempo que recuerda muchas de las frases con las que buscaron frenar su lucha por superarse. “¿Ya miraste tu inglés? No es bueno. Tu edad. Ya estás viejo. ¿Tú crees que puedes competir con la juventud en el campo laboral? Olvídate de la escuela", son algunas de las que le vinieron a la mente durante la entrevista con Noticias Univision 14.

Pero Adolfo sabe bien lo que es nunca darse por vencido. No en vano pasó 18 años de su vida trabajando como jornalero en los campos de apio en Salinas, California, donde ahora vive con su familia. Como la mayoría de los inmigrantes, este recién graduado de 58 años decidió emigrar a Estados Unidos para ayudar a su madre y sus hermanos, quienes aún viven en su natal Oaxaca. Cuando llegó, hace casi 20 años, no sabía una sola palabra de inglés, pero sus largas jornadas de sol a sol como trabajador agrícola no le impidieron aprender un tercer idioma y, de manera intermitente, pudo aprenderlo en una escuela para adultos.

"Es sumamente difícil y sobre todo para alguien que llega aquí de indocumentado, sin hablar inglés. ¡Sí se puede! Nosotros tenemos que demostrar que nosotros no venimos a dañar este país, nosotros venimos a producir, venimos a trabajar. Si yo pude hacerlo a mis 58 años, todo mundo lo puede hacer”, señala Adolfo.

Corazón zapoteco

Aunque sus hijas Marie y Blanca no hablan zapoteco, Adolfo prefiere utilizar su lengua natal para comunicarse con Katelyn, su nieta de apenas 3 años. Kayla, su otra nieta, sabe pronunciar algunas palabras en ese idioma autóctono. De forma oficial en México se le conoce como zapoteco de la sierra, el dialecto que Adolfo creció hablando en San Andrés Yaá, una comunidad indígena enclavada en la sierra oaxaqueña, a unos 150 kilómetros de la capital de ese estado.

En ese pequeño poblado de menos de 400 habitantes, tres de cada 10 personas son analfabetas. Como en muchas localidades similares, a la primera oportunidad los hombres emigran hacia ciudades más grandes o a los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. Ese fue el caso de Adolfo, que solo pudo estudiar hasta segundo de primaria cuando se vio obligado a dejar San Andrés Yaá para conseguir trabajo y continuar con sus estudios.

La mayoría de los inmigrantes originarios de su pueblo se han establecido en Los Ángeles una vez que lograron cruzar la frontera hacia este país. Es esa ciudad se emplean en la industria de servicios, principalmente en hoteles y restaurantes, así como en la construcción y la jardinería, sin embargo, Adolfo no tenía las conexiones necesarias para quedarse junto a la mayoría de sus paisanos y optó por viajar al norte de California para convertirse en jornalero.

Cuando llegó a los campos de cultivo de la región de Salinas se dio cuenta que allí tampoco estaría solo. Un reporte del Instituto de Estudios Rurales de California en 2018 reveló que más del 20% de los jornaleros mexicanos en esa región son originarios de Oaxaca, y de estos, 13% se identificaron como indígenas mixtecos, triquis y zapotecos. Y aunque Adolfo admite que “la gente ya casi no habla zapoteco, en parte por el racismo”, él quiere mantener la tradición viva entre su familia.

Con su esposa y su familia a su lado, Adolfo es de los que piensa que todo es posible cuando uno se lo propone. Los dolores de brazos y espalda luego de esas prolongadas jornadas en los campos de cultivo lo curtieron para llegar a donde está. Dice que todo lo hizo por ellos y para demostrarles que siempre van a contar con su apoyo. Pero su motivación no termina con su familia, sino que se extiende al resto de la comunidad hispana que ha atravesado por lo mismo.

Ahora quiere ayudar a otros y convertirse en maestro. "Voy a regresar a hacer mi maestría y el doctorado si se puede, y lo pienso hacer”, asegura.