Una investigación federal reveló que Tricolor Auto vendía los vehículos, financiaba los créditos de sus clientes y después los utilizaba como garantía para poder seguir pidiendo préstamos a diferentes bancos múltiples veces. El economista José Ángel Arámbula explica que la bancarrota del concesionario no elimina la obligación financiera del comprador y que dejar de pagar sí puede tener consecuencias.
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