De doctora en Venezuela a obrera de construcción en NY: "La vida me cambió, me dolió mucho"

Gizech Olivares, una madre y abuela venezolana, abandonó su país y el instinto de supervivencia, que incluyó penumbras en el Darién, la llevó a Nueva York, donde se abrió un hueco como obrera de construcción, un trabajo que "tradicionalmente" es "solo para hombres".

Video De doctora en Venezuela a trabajar como obrera de la construcción en Nueva York

Una etapa de ilusiones en Colombia, las calamidades por la pandemia, aberrantes episodios en el Darién y un difícil proceso para legalizarse en Nueva York. Así se resumen los más recientes años de Gizech Olivares, una madre venezolana que pasó de ser doctora en su país a convertirse en una obrera de construcción.

Sin temor al machismo ni a los estereotipos, la mujer lija paredes, limpia, pinta, quita tapetes y hasta participa en labores de demolición. "Gracias a Dios me han aceptado. Nosotras podemos salir adelante, incluso en la construcción", expresó a Univision.

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De acuerdo al Gobierno Federal, los trabajos de construcción se pagan hasta en $28 dólares la hora, lo que equivale a un salario anual que oscila entre los $30.000 y $72.000 dólares.

Por tales motivos, los cursos de entrenamiento en construcción han llenado sus cupos, pasando de 20.000 en 2019 a más de 60.000 en la mitad de 2023.

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Gizech Olivares encontró solución a su economía con un martillo en la mano

Para poder laborar en la construcción en Nueva York, Gizech Olivares se unió al proyecto Justicia Laboral, donde madres, abuelas y jóvenes migrantes latinas, con y sin experiencia, se capacitan para asumir trabajos que "tradicionalmente" ocupan los hombres.

"Las mujeres están rompiendo las barreras y entrando a la industria de la construcción para conseguir oportunidades y construir una mejor vida (...) No necesitan la fuerza física para demostrar que tienen habilidades", aseguró Ligia Gualpa, directora del proyecto Justicia Laboral.

"En la organización muchas han dejado claro que saben poner pisos de cerámica, pintar, carpintería, pero es un reto por la desigualdad de género, falta de educación y sexismo", señaló.

Gizech Olivares jamás se imaginó que hallaría la solución a sus finanzas con un martillo en la mano. "Somos capaces, inteligentes, luchadoras y trabajadoras", afirmó la madre y abuela venezolana.

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"La vida me cambió, me dolió mucho"

Pero las vocaciones de esta venezolana comenzaron muy lejos de los andamios y ladrillos. Gizech Olivares estudió enfermería y medicina en Venezuela, tratando de forjarse un futuro en los consultorios médicos.

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"Me casé a los 19 años, tengo 3 maravillosos juntos, soy abuela y todo estaba bien", recordó. Pero la crisis económica, social y política de Venezuela le obligó a salir del país. "Llegó un momento en que se comía una vez al día".

Gizech Olivares se marchó primero a Santa Marta, Colombia, donde atravesó penumbras antes de estabilizarse financieramente. "No sabía dónde iba a llegar, dónde iba a dormir. Llegué a dormir en una casa abandonada y un auto abandonado. Fue duro", expresó.

"La vida me cambió, me olvidé lo que había estudiado, me dolió mucho, porque tú tienes un ego que se te baja. Me tocó vender café en la calle", contó la venezolana.

Arriesgó su vida y la de un hijo en el Darién para poder llegar a Estados Unidos

Después de 8 meses de trabajo duro en las calles de Santa Marta, Gizech Olivares se marchó a Bogotá y abrió un negocio que luego abandonó por la pandemia del COVID-19. Y en vista de la situación, se vio obligada a cruzar el Darién con uno de sus hijos.

"A mi hijo me lo secuestran, me desesperé, llamé al papá y me quería morir", relató.

Desde la peligrosa selva, situada entre Colombia y Panamá, la mujer tuvo que mediar con los secuestradores y presenciar escenas aberrantes.

"Te agarraban uno por uno y te desnudaban delante de las demás personas, te metían mano por todos lados, te quitaban el dinero, te amenazaban de muerte cada 5 minutos. Violaron como a ocho chicas, se escuchaban los gritos", contó.

Pero el instinto de supervivencia le permitió continuar el camino, llegando a San Antonio, en Texas, para luego ser trasladada a Nueva York con un grupo de inmigrantes. Luego se instaló en un refugio (una iglesia) y empezó a buscar métodos para surgir.

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Actualmente, cuenta con sus papeles legales y se abrió hueco en la construcción, labores que dejarían boquiabierto a cualquier empleador al ver su hoja de vida. "Es un trabajo chévere. Nunca pensé en esto".

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