Casi toda la costa de Florida está bajo aviso de huracán y sus efectos comenzarán a sentirse la noche del jueves y viernes, de acuerdo con el Centro Nacional de Huracanes (CNH).
Residentes de Miami y Palm Beach siguen preparándose ante la llegada de Matthew
Los miamenses aguardan hoy al huracán Matthew con los dedos cruzados para que no toque a su ciudad y si lo hace, no se repita el caos que siguió a Wilma, el último ciclón que pasó por aquí, en octubre de 2005.

Y tras declarar estado de emergencia, el Gobernador de Florida, Rick Scott ha ordenado la evacuación de los habibtantes del Condado San Lucie.
Mientras, decenas de miles de habitantes abarrotaron el miércoles supermercados para adquirir agua y víveres, y las gasolineras registraron largas colas ante la inminente llegada del fenómeno.
“Compré agua embotellada, latas de comida y un generador de energía”, dijo a Notimex Noreli Vázquez, de origen cubano, quien ya experimentó el huracán Andrew que devastó la ciudad en 1992.
“Vengo buscando gasolina desde hace rato en tres estaciones y ya se acabó”, dijo Marvin Oreallana, un trabajador de la construcción guatemalteco mientras llenaba el tanque de gasolina de su auto en un expendio “Valero” cerca de la Calle Ocho de Miami.
Miami, que junto con su área metropolitana tiene más de seis millones de habitantes, lleva toda esta semana preparándose para su encuentro con Matthew, un huracán que alcanzó la máxima categoría (5 de la escala Saffir Simpson) y ha azotado a Colombia, Haití, Jamaica, Cuba y Bahamas con fuertes vientos y lluvias.
Algunas proyecciones indican que el aterrizaje, si llega a producirse, sería al norte de Miami, en Palm Beach.
El miércoles las cortinas metálicas con las que se cierran herméticamente las puertas y ventanas para proteger los inmuebles, y también los más modestos pero igualmente útiles tablones de madera, se veían por todas partes y le daban un aire fantasmal, de lugar abandonado, a la llamada "Ciudad Mágica".
También se podía ver al caer la tarde en gasolineras, supermercados y ferreterías a los rezagados, esos que siempre dejan para último momento las obligaciones que tiene todo residente en el sur de Florida cuando las alarmas se encienden por la inminente llegada de un ciclón.
El recuerdo de Wilma asusta
Aunque han pasado once años desde Wilma, los deberes siguen siendo los mismos: comprar agua, alimentos que no haya que cocinar y velas, linternas y pilas, llenar el depósito del automóvil de gasolina, proveerse de dinero en efectivo y colocar las cortinas, tablones o lo que se encuentre para que los vientos del huracán no entren a la casa, el apartamento o el comercio u oficina.
Lo que los miamenses esperan que no sea igual a Wilma es lo que viene después del huracán, que para los que ya han vivido antes la experiencia, están bien protegidos y no se ponen en riesgo suele ser la parte más temida.
Wilma dejó sin electricidad durante días a más de seis millones de personas. Según la Florida Power & Light Company (FPL), la principal suministradora de electricidad del sur de Florida, alrededor de 1,2 millones de usuarios pueden quedarse sin servicio a causa del huracán Matthew.
La compañía dice "estar lista para responder" al desafío, con una fuerza de más de 12.000 operarios, entre personal propio y subcontratado, para atender los problemas que pueden presentarse y restablecer el servicio donde se haya interrumpido.
En 2005 hubo usuarios que tuvieron que esperar más de 15 días para volver a vivir como en el siglo XXI.
La destrucción que produjo Wilma, que impactó Miami con vientos de hasta 200 kilómetros por hora, paralizó empresas, negocios, aeropuertos y prácticamente toda la actividad comercial.
La ciudad estuvo ocho días bajo un toque de queda debido a los saqueos y robos que se produjeron una vez que pasó el huracán, se fue la luz y dejaron de funcionar las alarmas de seguridad.
En 2005 la falta de combustible en las gasolineras o la imposibilidad de hacerla subir del depósito a la manguera por falta de electricidad se convirtió en una pesadilla.
Los daños de Wilma en EEUU se calculan en unos 21,000 millones de dólares, una cifra muy lejana de los 108.000 millones de Katrina, otro huracán que impactó el sur de Florida en 2005, el más costoso de la historia y también menor a los 26,900 millones de dólares de Andrew, según datos del Centro Nacional de Huracanes.



