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La estratégica razón por la que ahora la MS-13 prohíbe a sus miembros llevar tatuajes

Según el FBI, la mara de origen salvadoreño ha vetado el uso de tatuajes a sus nuevos miembros. Este mandato estético no solo busca que la pandilla pase desapercibida ante la policía, sino que marca también su redefinición como una organización criminal más sofisticada.
18 Mar 2018 – 12:31 PM EDT
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Los tatuajes dentro de las pandillas de orígen salvadoreño han sido una marca de identidad, una manera de infundar el miedo y una firma de lealtad a muerte de parte de sus miembros. Crédito: Getty Images

En las pieles de los pandilleros de la MS-13 han quedado tatuadas por décadas los nombres de sus madres y sus amantes. Garras y cuernos de demonios junto a la imagen de la Virgen María. Calaveras, que cuentan los muertos que llevan encima, y manos en posición de oración. Lágrimas que se derraman de sus ojos y tres puntos que suelen llevar en sus manos y que resumen sus destinos posibles: la cárcel, el hospital o la muerte. Todos, sin escapatoria, han sido marcados con las grafías emblemáticas de la pandilla: MS-13.

Sin embargo, las cosas dentro de la Mara Salvatrucha están cambiando y hoy los pandilleros han dejado de tatuarse. Los tatuajes han quedado atrás y con sus pieles libres de insignias y de tinta, “los criminales quieren camuflarse”. Esta fue la voz de alarma que dio esta semana Alex Ghiz, responsable en el FBI en la lucha contra las bandas. "Hoy va contra las reglas de esta organización tatuarse. Los únicos que vemos ahora con tatuajes son los que están en prisión y saben que van a estar allí por el resto de sus días", le dijo a EFE.

El FBI no es el único que ha notado este cambio fundamental en la estética pandillera. Ron 'Cook' Barrett, un agente de prevención de pandillas en el estado de Nueva York, asegura que en los registros fotográficos policiales más recientes es fácil evidenciar que los pandilleros llevan sus pieles limpias y que los tatuajes se han transformado en microdibujos que se llevan o en el interior de los labios, escondidos entre los dedos o que, simplemente, no se llevan.


Las pandillas ahora quieren tratar de mantenerse por debajo del radar y deshacerse de los identificadores descarados como los tatuajes y marcas corporales obvias. Esto no quiere decir que todos los miembros de pandillas cumplan con esto, pero muchos que han sido puestos en las bases de datos policiales debido a sus marcas corporales entienden las consecuencias de tener emblemas relacionados con pandillas”, le explicó Barrett a Univision Noticias.

Pero si estos tatuajes siempre habían sido unos "descarados" delatores de pandilleros, ¿por qué, de repente, los miembros de la MS-13 han decidido renunciar a uno de los elementos estéticos fundacionales e identitarios de la pandilla?

La historia de poder detrás de los tatuajes

"Cuando uno entra a una pandilla, el tatuaje viene con el tiempo", cuenta por teléfono Jaime Martínez, un ex pandillero que, después de pasar 31 años en la cárcel, ahora trabaja con la organización Homies Unidos en Los Ángeles ayudando a la prevención de pandillas y a la reintegración de aquellos que han dejado la vida criminal. "Te tatúas porque quieres que lo vean tus enemigos, pero también es una manera de dar un homenaje. Uno cae en esa falsedad de creer que tienes honor porque estás haciendo eso".

Jaime, como miles de otros pandilleros afiliados a la MS-13 y a otros grupos de origen centroamericano como Barrio 18 y Playboys, se tatuaron el cuello, el pecho, las manos, con la certeza de que eso los haría más fuertes. "Creíamos que nos hacían invisibles, poderosos, que mientras más tatuajes, más admirados éramos".

La cultura del tatuaje ha sido, según el experto en pandillas Ron Barrett, "el periódico corporal de generaciones de pandilleros. Han sido los diarios del viaje por el crimen que han llevado los miembros de estos grupos sobre sus pieles, por eso no había ni siquiera pudor de llevarlos en la cara”.

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El origen de estos visibles y estrafalarios tatuajes está en el intento de crear identidad y unidad entre los miembros de las pandillas mexicanas de los años 80, como La Maravilla o La Eme, que controlaban las calles de Los Ángeles: “Desde estos primeros grupos pandilleros el sentido de pertenencia y de familia se promovió a través de la autoidentificación, usando tatuajes y marcas corporales. La Mara Salvatrucha usó la misma estrategia al punto que ganar un tatuaje se volvió un paso para ser aceptado y la muestra de un compromiso de por vida con la pandilla”.

El tatuaje así entre los pandilleros se convirtió en un bautizo, en un signo de lealtad, en una manera de crear temor entre sus testigos, pero incluso en un elemento fundamental para sobrevivir. “Cuando Estados Unidos empezó las primeras deportaciones de miembros de la MS-13 hacia El Salvador y Honduras, muchos no sabían ni siquiera hablar español y lo único con lo que podían identificarse entre sus compañeros de crimen era los logos y las letras que llevaban sobre sus cuerpos”, explica a Univision Noticias Douglas Farah, presidente de la firma consultora de seguridad nacional IBI Consultants.

Este experto en el mundo pandillero, sin embargo, asegura que esa idea de tatuarse ha cambiado tan radicalmente dentro de la MS-13 que ellos ahora ven los tatuajes como algo que hacían cuando eran niños. “El rechazo a estas marcas corporales recientemente ha estado alineado con la intención incluso de borrar los grafitis que las pandillas dejaban en las diferentes calles para marcar sus territorios, porque consideran eso como un comportamiento adolescente, infantil. Ahora ellos ya no quieren ser llamados Maras, ellos quieren que se le llame ‘La Familia’”.

Sin tatuajes, la MS-13 quiere madurar

Para los que estudian detalladamente el comportamiento estético de las pandillas, la ausencia de tatuajes entre sus miembros es signo de algo más allá de un simple capricho o una simple moda.

“La MS-13 ha empezado a verse a sí misma como una empresa", dice Farah. "Están mucho más metidos en el narcotráfico y en el crimen organizado de lo que estaban hace unos tres años y esta nueva posición estética, que busca que sus miembros sean menos identificables y rastreables, tiene que ver con la autoidentificación de las Mara como un grupo organizado de un nivel más sofisticado que una simple pandilla".

Después de años de seguirle los pasos a la MS-13, Farah está convencido que esta organización vive otro momento: ha ganado mucho territorio en El Salvador, Guatemala y Honduras, y se ha organizado de tal manera que puede encargarse del transporte mismo de las drogas, no de pequeños paquetes, sino de toneladas. " Tienen más dinero, viven en otras casas, tienen otros carros, maneras sofisticadas de lavar dinero y todo eso no concuerda con la estética callejera que la definió por tanto tiempo".

Que la MS-13 quiera que sus miembros sean abogados, que estén infiltrados en la policía, que vayan a universidades a estudiar, que hayan entrado en lo que Barrett denomina "el crimen de cuello blanco", es incompatible con los expuestos y prominentes tatuajes que solían llevar.


Incluso, en boca de los mismos expandilleros, los tatuajes se convierten en una verdadera condena cuando intentan reintegrarse en la sociedad. "Cuando salí de la cárcel conseguir trabajo fue muy duro por los tatuajes", recuerda Jaime Martínez. "Incluso en los lugares que ayudaban a expandilleros me decían que no podía hacerlo con mis manos y mi cuello todo tatuado, que me los tenía que borrar. Eso sin sumar que la gente se levantaba de mi lado en el transporte público y la policía me paraba en cada esquina”.

Cuando trató de quitarse los tatuajes, Martínez se dio de bruces con otra dura realidad: quitarse un dibujo de una pulgada puede costar 1,000 dólares.

Con la nueva política de desterrar los tatuajes, la policía afronta nuevos desafíos para identificar quien sí y quién no es un pandillero, pues todos los códigos que se establecen a través del vestido o de cortes de pelo (el último que han detectado los expertos imita el estilo de Hitler, con una línea muy recta al lado izquierdo a la cabeza) son menos definitivos que un tatuaje de una 'M', una 'S' y un '13' gigante en el pecho.

Paradójicamente, sin los tatuajes, quizás, esa lealtad que los mareros firmaban con tinta sobre sus pieles pueda ser ahora más frágil. Al final, como dice Martínez, "sin tatuajes puedes cometer crímenes sin ser tan fácilmente arrestado, pero sin tatuajes también puedes volver más fácil al mundo de la legalidad". "Yo, cada vez que me quito un tatuaje, es como si saliera del agua y pudiera volver a respirar”, añade.

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