Francisco Oropesa llegó en un traje de recluso a rayas color naranja, con sus manos esposadas y sus pies encadenados y, sin decir palabra, ingresó al edificio de la corte en el condado San Jacinto. Ante la pregunta de Univision 45 de si era consciente de que podría enfrentar la pena de muerte, solo levantó la mirada, pero no respondió.