Donald Trump ha hecho historia en Texas. Se ha convertido en el republicano que ha conseguido el peor resultado en el estado en casi medio siglo. El presidente de Estados Unidos ha obtenido un 52.2% frente al 46.4% que obtuvo el demócrata Joe Biden, un porcentaje aún menor del 9% que consiguió en 2016. Una victoria pírrica, pero victoria al fin.
Trump gana Texas con el peor margen para un presidente republicano en casi medio siglo
Por primera vez en casi medio siglo, Texas ha pasado de un territorio seguro para los republicanos a un rompecabezas político. La participación en las elecciones de 2020 ha roto todos los récords.
El único resultado similar es el que Bob Dole obtuvo en 1996 frente al expresidente Bill Clinton, que ganó por una diferencia de un 4.6%. Pero Dole no llegó a la Casa Blanca y además competía con el empresario texano Ross Perot, que se presentó como independiente y obtuvo más de un 6%. En una jornada histórica, en medio de la peor pandemia vista en el mundo en un siglo, la jornada electoral en Texas desafió los análisis superficiales y mostró el rostro de un estado en el que un republicano no ha conseguido superar a un demócrata por más de 10 puntos en una presidencial en dos elecciones consecutivas.
Los resultados de las elecciones de 2020 en el segundo estado con mayor población latina y el segundo que más riqueza aporta al PIB estadounidense reflejan un rostro político muy distinto al del viejo bastión conservador, cuyos 38 votos son decisivos en el Colegio Electoral.
Las razones para explicar la pérdida de poder del Partido Republicano en Texas son tan complejas como las seis banderas que ha tenido a lo largo de su historia: la española, la francesa, la mexicana, la texana republicana, la confederada y la estadounidense. Lo más claro tras los resultados de esta noche es que no es seguro que Texas haya dejado de ser un estado republicano, pero hay fundamentos para sostener que no es un estado trumpista.
La irrupción de Texas en el selecto club de estados en disputa tomó por sorpresa a muchos, pero no a quienes llevaban años siguiendo de cerca la política texana. “Los medios nacionales solo hablarán de una ola azul en Texas si los demócratas ganan la presidencial”, explicaba en agosto el director ejecutivo del Texas Tribune, Ross Ramsey, en un foro de Reddit.
La "ola azul" de Texas
“Llevo 20 años escuchando de una ola azul en Texas”, decía Chris Cillizza, analista de CNN, pocas horas después de que se abrieran los centros electorales en el día final de la votación. “Y también he escuchado mucho a demócratas que dicen que ‘Texas no es un estado republicano, es un estado que no vota’”.
Esta fue la primera de las grandes sorpresas de Texas en esta elección. De ocupar los últimos sitios en participación en todo el país, los votantes texanos salieron como nunca antes a ejercer su derecho. Solo en el periodo de votación anticipada consiguieron superar a todos los votos emitidos en 2016, y eso sin contar el día de la elección. Alrededor de 9.7 millones de texanos salieron pese a las largas filas de espera (que en ocasiones llegaron a superar hasta las 15 horas), pese a la larga lista de demandas que activistas conservadores y líderes republicanos interpusieron para evitar cualquier expansión del derecho al voto aun en medio de la pandemia y pese a que el estado es considerado como el más difícil para ejercer el voto en Estados Unidos, los ciudadanos salieron. Y votaron.
Prácticamente todos los grupos raciales de Texas superaron el total de sus votos de 2016 solo en el periodo de votación anticipada, que duró del 13 al 30 de octubre, la única medida del gobernador republicano Greg Abbott para facilitar el acceso al voto en plena pandemia. Abbott, quien busca la reelección en 2022, se resistió a modificar las restricciones al derecho al voto y así es como el segundo estado más poblado del país quedó entre los cinco que no modificó este derecho pese a las recomendaciones médicas para evitar el contagio del coronavirus, que en Texas ha registrado uno de los mayores índices del país.
Al declarar la emergencia sanitaria en el estado en marzo de este año, Abbott dejó en manos de los condados las medidas de prevención, solo para asumirlas de nuevo cuando decidió apresurar la apertura económica del estado bajo la presión de los líderes republicanos, entre ellos el vicegobernador Dan Patrick, de 70 años, que sugirió no una, sino dos veces, que las personas de mayor edad debían de “sacrificarse” para garantizar el futuro económico de sus nietos.
Apenas cuatro días antes del día de la elección, Patrick acusó a los demócratas de usar la pandemia como “excusa” para fines políticos en un programa de radio. Lo dijo al mismo tiempo en que las ciudades fronterizas texanas, una de las regiones más pobres del país, enfrentan una situación tan grave que el doctor Anthony Fauci, considerado como el mayor experto de la pandemia, explicó a miembros del Hispanic Caucus y a la Texas Mexican American Chamber of Commerce que la situación en el sur texano, en especial entre la población latina, era “impactante y alarmante”.
El gobernador de Texas anunció en mayo un “proceso gradual” que permitiría a los comercios texanos una apertura total en tres fases a partir de mayo, solo para dar marcha atrás a la medida cuando las entonces bajas tasas de contagio duplicaron el 10% de aumento diario de casos. Bastaron dos meses para que Abbott diera marcha atrás al proceso de apertura y decidiera imponer el uso obligatorio de mascarilla en todo el estado. Pero con una excepción: los centros de votación.
Líderes republicanos y el gobierno texano enfrentaron legalmente todos los intentos de los demócratas y de organizaciones civiles para evitar multitudes, así fuese expandir el voto por correo, incluir a los centros de votación entre los sitios en que el uso de mascarilla fuese obligatorio, aumentar el número de buzones especiales para depositar boletas y hasta el voto desde automóviles, una medida que ya estaba permitida en Texas y que enfrentó una demanda de último minuto que buscaba invalidar 127,000 votos ya emitidos en estos centros en el condado de Harris (Houston).
La última decisión legal se conoció las primeras horas del martes 3 de noviembre. Desechar esos votos significa invalidar el 10% del total de votación anticipada en el condado más grande del estado y el tercero más poblado del país. Para la tarde del lunes, las autoridades locales habían decidido ya cerrar nueve de los 10 centros de votación de este tipo que había disponibles en la metrópoli para prevenir que los votos fueran invalidados en futuros procesos legales, según explicó el secretario Chris Hollins.
Uno de cada cinco electores texanos votaron por primera vez en 2020
Y aun así, los ciudadanos continuaron votando. “Para mí, haberme convertido en ciudadana de Estados Unidos es un honor. Yo considero a este país como mi segunda casa y me ha dado oportunidad para ejercer mi carrera”, explicaba horas antes de votar María Ponce, una diseñadora gráfica originaria del estado mexicano de Michoacán y residente en Dallas desde hace 20 años, una de los más 5.6 millones de latinos que viven en Texas. “La emoción que siento es porque sé que estoy representando a miles de hispanos que no tienen la oportunidad de ejercer el voto”. Como María, uno de cada cinco de los votantes texanos en 2020 lo hicieron por primera vez en esta elección.
Texas ha demostrado esta noche que para describirla con simpleza se requiere osadía o ingenuidad. El estado que vio nacer al presidente que firmó la declaración de los Derechos Civiles, el demócrata Lyndon B. Johnson, y que es la cuna de la dinastía republicana más influyente en el último medio siglo, la familia Bush, ha cerrado con un resultado que nadie se atrevía a predecir hace apenas unos meses. El estado de Willie Nelson, un cantante de country de la región más rural del norte de Texas y férreo defensor del uso legal de la marihuana, y también de Selena Quintanilla, uno de los mayores iconos de la cultura mexicoamericana, cuyas canciones bailaba Kamala Harris en su visita al estado unos días antes de la elección.
Pero hay algo que Texas ha dejado muy claro en las elecciones de 2020, marcadas por la pandemia. No es un estado que no vota. Esta vez votó.















