Visitando la curiosa Avenida de los Baobabs, en Madagascar

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Hace unos 130 millones de años, la actual isla de Madagascar se separó del continente africano para depositarse en el océano Índico y despedir a su otra mitad, la India.

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Debido a esta división, la isla africana posee uno de los ecosistemas naturales más curiosos y ricos del mundo, y uno de los mejores lugares en los que poder apreciar la particularidad del entorno malgache no es otro que la Avenida de los Baobabs.

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Cuando las raíces apuntan al cielo

Al noroeste de la isla de Madagascar, entre los pueblos de Morondava y Belon'i, 25 árboles baobabs custodian una carretera polvorienta como únicos supervivientes de una selva tropical sustituida por los locales para fomentar la agricultura, de ahí que en malgache el baobab sea conocido como renala o "Madre del Bosque", en honor a los árboles más grandes e impresionantes no sólo de las antiguas selvas de Madagascar, sino del mundo entero. 

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Estos árboles, los cuales pueden alcanzar hasta los 30 metros de altura, lucen con las raíces apuntando al cielo, el mejor modo de recoger el agua de las lluvias e hidratar un espécimen que puede vivir más de 800 años. De hecho, los baobabs pueden acumular hasta 300 litros de agua, una capacidad que les permite soportar largos períodos de sequía como los que asolan esta zona de Madagascar. 

En 2007, el Ministerio de Medio Ambiente, Agua y Bosques nombró a esta Avenida de los Baobabs como el primer monumento protegido de la isla, un factor que ha permitido mantener a estos peculiares habitantes de las tierras malgaches cuyo simbolismo para los locales engloba un sinfín de leyendas de origen desconocido.

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La envidia de los dioses

Una de las leyendas cuenta que los dioses estaban tan celosos de la belleza de los baobab que decidieron castigarlos girando su posición y dejando al aire las raíces que cualquier turista puede vislumbrar a su paso por la isla. Otras fuentes aseguran que la envidia del baobab hacia otros árboles que sí poseían frutos como la palmera o la higuera era tan grande que los dioses le castigaron de igual forma.

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Diversas tribus de Madagascar toman al baobab como un ser vivo que alberga buenos y malos espíritus. Durante ciertas épocas, los indígenas depositan comida y bebida a los pies del árbol con tal de contentar a esos demonios a los que muchos temen. 

Como muchos sabrán, el baobab es un elemento recurrente en el famoso libro de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, al ser el árbol cuyos brotes crecen en el planeta del niño protagonista el cual amenaza con destruir.

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La Avenida de los Baobabs, en Madagascar, es el mejor escaparate para contemplar a un árbol que si bien crece en otros países africanos como Botsuana o Sudáfrica adquiere en la isla malgache su mayor belleza e importancia, ya que además de sobrevivir a una actividad del hombre que ha permitido su perdurabilidad en el tiempo, la importancia del baobab en el folclore local es tal que incluso nosotros mismos agacharíamos la cabeza tras ser testigos de su poderosa presencia.

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