Una muñeca japonesa puede cambiar tu suerte y conducirte al éxito

Entre todos los símbolos de buena suerte que nacieron en Japón, se destaca del resto: las muñecas Daruma. Se trata de figuras de papel maché que, según la tradición, pueden conducir a su dueño al éxito

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Estas muñecas son una parte importante de las celebraciones de Año Nuevo en Japón y se han convertido en una tradición muy arraigada.

La tradición que incentiva a no bajar los brazos

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La creación de estas muñecas comenzó en Takasaki, en 1783, cuando a raíz de una hambruna, un sacerdote enseñó a los granjeros locales a hacerlas para vender. Con el tiempo se volvieron muy populares en todo el país.

Estas muñecas toman la forma de Bodhidharma, el monje budista que trajo el budismo zen primero a China y luego a Japón. Como la leyenda cuenta que la túnica del monje era roja, las muñecas Daruma tradicionales están pintadas en ese color. Las cejas están representadas como grullas y sus bigotes por las tortugas, para auspiciar una vida larga como la que tienen esos animales.

La muñeca está diseñada para volver a levantarse cuando se cae para hacer alusión al proverbio japonés que transmite un fuerte mensaje de persistencia: «Nana korobi yaoki» que significa: «Cae 7 veces, levántate 8».

Una resolución para comenzar el año

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La tradición cuenta que después de Año Nuevo, se debe pintar un ojo en la muñeca (por eso siempre se venden sin los ojos pintados).

Se le asigna un deseo u objetivo específico y se lo deja en un lugar visible del hogar, con el objetivo de que cada vez que los propietarios la vean, recuerden su objetivo y se centren en él.

Los sacerdotes locales suelen realizar el Kaigen, un ritual de bendición para que la muñeca y el deseo que se le atribuye se consagren, antes de pintar el primer ojo. De esta manera, se le da al Daruma su alma y un estatus oficial por haber sido bendecida.

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Cuando se alcanza el primer objetivo, se debe pintar el segundo ojo, pero esta vez se escribe un deseo en la parte posterior y la muñeca se lleva al templo a quemar. Al año siguiente se compra otra muñeca y se continúa la tradición.

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