Un paraíso virgen flotando en el océano
A 300 kilómetros de Brisbane (Australia), flota apacible una isla de arena: la Isla Fraser. Con 125 Km. de largo y 15 de ancho, esta singular pieza geográfica está compuesta de imponentes dunas de arena de hasta 180 metros de alto, y de una densa vegetación en la que vive la típica y rica fauna australiana.
En este lugar es muy fácil perderse, puesto que la isla es un lugar virgen. Al no existir señalización ni calles, se le recomienda al viajero que quiera conocer esta isla, que recurra a los guías y funcionarios turísticos del lugar. Éstos lo asesorarán en lo conveniente, le proporcionarán mapas e información útil para desplazarse dentro de la isla. La recorrida no puede realizarse con un vehículo común, ya que se estancaría dentro de las dunas y no podría salir; se recomienda, por lo tanto, un vehículo 4x4. Si no se tiene uno, en la isla pueden alquilarse por 80 y 120 dólares al día.
Plácidos lagos, densos bosques, placenteras playas e interminables arroyos han contribuido para que la Isla Fraser goce del título de Patrimonio de la Humanidad, declarada por la UNESCO en el año 1992.
Una de las obligatorias paradas de la isla es el Lago Mckenzie. Este lugar es visitado por cientos de turistas al día, y es una de las principales atracciones de la isla. Cristalinas aguas de una calma envidiable sumen quien ingresa en ellas en un baño relajante y paradisíaco que limpiará cualquier clase de estrés que se sufra. Sin embargo, éste no es el único lago atractivo del lugar; el Basin Lake, el Garowongera, el Benaroon y el Birrabeen también son harto recomendables para ser visitados.
Otro atractivo de la isla es su variada fauna. Las típicas especies faunísticas del continente habitan el lugar, convirtiéndolo en un hábitat que el turista debe comprometerse a cuidar y respetar. Es por esto que se exige al turista que conduzca con sumo cuidado y por los caminos marcados por otros coches que recorrieron la isla anteriormente, con tal de no perturbar el ambiente ni dañar a ninguna especie aunque sea accidentalmente.
En la Isla Fraser el turista será testigo de paisajes nunca vistos, casi inhóspitos. Es un lugar que lo hará reflexionar sobre la belleza de los escasos lugares vírgenes que la civilización no ha alcanzado aún.
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