Salí del Hostal después de descansar algunas horas cómodamente y me dirigí nuevamente al puerto de Stavanger. Casi no pude ver nada de la ciudad, pues llegué por la noche y partí desde allí a la mañana siguiente en un crucero por los fiordos de Noruega teniendo tiempo solo para algo de café y un par de pastelillos que había en el boufet.
Un crucero por los Fiordos de Noruega

Al llegar al puerto se levantaba ante mi un imponente edificio flotante de color blanco, inmaculado podría agregar sin exagerar ni un ápice. Era el “Costa Favolosa”.
Yo siempre viajo liviano de equipaje, y este era un viaje de seis días, así que mi mochila era de tamaño medio.
El “Costa Favolosa” es una lujosa ciudad flotante donde uno puede hacer casi todo lo que desee (siempre y cuando tenga bastante dinero, por supuesto). Un marino me acompañó hasta mi camarote, que estaba ubicado con vista al interior de la nave (era más barato) y luego de acomodar mis pertenencias me dispuse a recorrerlo de proa a popa.
El estruendoso silbato anunció la partida y casi en cámara lenta la nave se adentró en el Mar del Norte, empequeñeciéndose increíblemente ante los majestosos acantilados y el extenso mar.
Sinceramente, fueron seis días en el paraíso y solo me sacaba del asombro por un paisaje otro aún más bello que ese. El clima por momentos recio, se aplacaba cuando nos internábamos por los pasajes y recodos de los fiordos. La sensación que nos invadía mientras navegábamos por esos inmensos canales de aguas azules cristalinas era indescriptible.
Desde Stavanger navegamos hasta Kiel, desde allí hasta Aahrus, Hellessylt, Bergen y regresamos al finalizar el sexto día a Stavanger nuevamente.
Esa noche, cargado de mucha nostalgia por dejar el mar me dirigí hacia la Terminal de Trenes y saqué un ticket para viajar una hora más tarde hasta Oslo, donde llegaría por la madrugada a visitar a una familia de amigos que me aguardaban.







