Cuando un terremoto se presenta en un país cercano a otro que es propenso a estos fenómenos naturales, es común que la población se preocupe. Sobre todo en México, donde la destrucción provocada por los sismos del 19 de septiembre (en 1985 y en 2017) dejó en el aire el temor de volver a escuchar la alerta sísmica en cualquier momento.
¿Qué se puede esperar en México después de un temblor en Sudamérica?

Pero, ¿es posible que un terromoto en otro país del mismo continente, o incluso en otro nos afecte?
Uno de los efectos de un temblor que sí pueden afectar territorios aledaños son los tsunamis. Los sismos se ocasionan debido al choque entre las placas tectónicas, y cuando estas se cambian de lugar o se enciman una sobre otra, su movimiento perturba el suelo marino y mueve grandes cantidades de agua debido a la liberación de energía.

El Centro de Información de Tsunamis de la UNESCO explicó que el desplazamiento de estas áreas oceánicas puede variar entre un par de kilómetros hasta miles de ellos. Las olas generadas por la actividad sísmica son capaces de viajar distancias largas y alertar el riesgo de un tsunami en otro país. Por ejemplo, el temblor de 9.5 grados en Chile en 1960 provocó olas que llegaron hasta Hawaii e incluso Japón.
Un tsunami puede presentar olas hasta de 100 metros de alto y con un gran poder destructivo, por lo que nunca debe tomarse a la ligera una alerta de tsunami. Seguir las instrucciones de las autoridades pertinentes en esta situación es la diferencia entre mantenerse a salvo o perderlo todo.
Otra preocupación común que brota cuando tiembla en un país vecino es si ese movimiento podría desencadenar otro terremoto en nuestro país. De acuerdo con la United States Geological Survey que esto suceda es poco probable.

La agencia describió que la corteza terrestre no es lo suficientemente rígida como para transferir las ondas sísmicas de manera eficiente a través de grandes distancias. Existe evidencia de que un terremoto puede propagarse algunos cientos de kilómetros desde su epicentro, pero no hay pruebas de que sus efectos alcancen más de miles de kilómetros. Por ello un sismo en un país no ocasiona otro de la misma intensidad en las naciones vecinas, porque el movimiento va perdiendo fuerza y alcance.
Es natural que los movimientos telúricos despierten temores entre los mexicanos, pero los hechos científicos, en conjunto con información real y oportuna, ayudarán a disipar miedos y a mantener a la población preparada para cualquier eventualidad que se presente en el futuro.
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