Gritar, lo primero que hacemos en la vida, cuando la partera nos da la palmada en la cola.
¿Por qué gritamos cuando nos enojamos?

Es algo instintivo, un acto reflejo generalmente, y suele estar asociado a una respuesta emocional, sea positiva –alegría, sorpresa– o negativa –miedo, dolor, furia–.
- Ver también: «Gritos de los niños: ¿cómo manejarlos?»
Muchos años después, lejos quedó aquel bebé que gritaba cuando había algo que no le gustaba en su vida (una palmada en la cola, hambre), pero un grito suele aflorar en diferentes situaciones.
Estás discutiendo con alguien y el debate comienza a levantar temperatura. Tu voz es cada vez más elevada hasta que alcanza el grado de grito.
¿Por qué gritamos?

Cuando nos enojamos no solamente se activan una serie de reacciones neurológicas, como respuesta a esa situación que percibimos como una posible amenaza o una provocación, sino también reacciones físicas en nuestro cuerpo.
Ese estado neurológico y fisiológico alterado mediante el enojo, crea las condiciones perfectas para gritar.
Cuando estamos enojados se acelera el ritmo cardíaco y la tensión arterial, aumenta la producción de testosterona y disminuye la de cortisol, la hormona que se ocupa de regular el estrés. La sangre fluye hacia las extremidades, se comienza a transpirar y a sentir rubor.
Todas estas reacciones corporales están acompañadas por una actitud general de agresividad y una sensación subjetiva de poder y autoconfianza.
El grito es un arma psicológica y verbal, en cierto modo un acto de defensa ante un posible riesgo físico. Es una forma de generar un efecto en otra persona (miedo, probablemente) sin tener que emplear la fuerza física.
Un intento de controlar una situación y dominar a un potencial oponente, de manera similar a los animales cuando pelean y quieren demostrar poder.
Arthur Janov, célebre psicoterapeuta que creó la llamada terapia primal para curar traumas psicológicos, dedicó al acto de gritar su libro más famoso –« The Primal Scream» o «el grito primario»–. En él considera el grito, aunque asociado más al dolor o el trauma, como una experiencia liberadora, como un modo de enfrentar un trauma pasado.
Pero también lo considera una forma de comunicación.
«Gritar es un lenguaje; uno primitivo, pero un lenguaje humano al fin» escribió.
Es por eso que es lo primero que hacemos al nacer, para manifestar el descontento con esa penosa obligación de salir del vientre materno.









