¿Por qué cuando imaginamos a un científico, pensamos en un hombre y no en una mujer?

« Si vos hoy le pedís a cualquier nene que te dibuje a una persona que trabaja en ciencia, seguro te dibuja a alguien mayor, con anteojos y hombre. Nunca una petisa, gordita, rubia». Con esa frase cerró su exposición en TED x Río de la Plata Nadia Chiaramoni, investigadora argentina del CONICET, quien dio una espectacular charla sobre el machismo en el mundo de la ciencia.

«Hace poco tuve una cita. Fue horrible. Me preguntó: ¿Vos a que te dedicás? Bueno mirá, soy científica y actualmente me encuentro trabajando en el estudio y desarrollo de formulaciones diposomales que encapsulan mucolíticos para el tratamiento de enfermedades pulmonares como agudas. No me llamó nunca más. ¿Pero por qué se asustó tanto? ¿No hay mujeres científicas?

La respuesta para Nadia, es sencilla: «Hay un montón, pero pareciera ser que por cada mujer científica famosa que todos conocemos hay muchos más hombres científicos famosos. Mujeres científicas hay, pero pareciera ser que los hombres llegan más lejos».

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La investigadora así pasó a contar la historia de algunas mujeres que, sobreponiéndose a un montón de prejuicios, dejaron su impronta marcada en la historia de la ciencia moderna y, sin embargo, no fueron reconocidas.

Casos como el de Elvira Rawson (una de las primeras médicas argentinas),  Rosalind Franklin (quien ayudó a descubrir la estructura del ADN, solo para que luego tres colegas hombres robaran su trabajo y recibieran un Premio Nobel) o Mileva Maric (una de las matemáticas más sobresalientes del Siglo XX y esposa de Einstein).

Siempre escucho por ahí que las mujeres somos mas prolijas, ordenadas y detallistas que los hombres. Que si tal Ministro de Economía administrara los fondos del país como mi tía Adela salimos de la crisis. Yo no sé si somos más prolijas, más detallistas y más ordenadas que los hombres. Lo que sí sé es que muchos laboratorios a muchas de nosotras nos usan de secretarias. Los hombres son los que tienen las grandes ideas, nosotras parecería ser que somos buenas acompañantes.

Esto no es algo aislado y sucede en la mayoría de los ámbitos científicos, incluso en el lugar de trabajo de Nadia: «En la carrera de i nvestigador científico del CONICET hay muchísimas mujeres, pero solo en las instancias iniciales. Los cargos superiores en la mayoría son hombres. Somos buenas acompañando».

Deconstruir las concepciones

En su ponencia, Chiaramoni hace especial énfasis en remarcar cómo la sociedad asigna ciertos roles dependiendo del género: «Hace poco me puse a pensar qué fue lo que me llevó a estudiar una carrera científica. Me acordé de un día del niño en el que mi vieja me regaló un juego de química. Yo no lo esperaba».

Para Nadia, el asombro fue tal que la pudo haber influenciado luego a seguir una carrera en la ciencia. Sin embargo, subraya: «a todas mis amigas le regalaron muñecos que parecían bebés de verdad, porque a las mujeres cuando somos chicas nos regalan o muñecas o espejos, nunca lupas o juegos de encastre».

Si yo les digo «mujer científica» a todos se nos viene a la mente Marie Curie. Y está bien que sea así, porque se ganó dos Premios Nobel y fue la primera persona en lograrlo. Desde que se empezaron a entregar hasta la actualidad, se dieron alrededor de 900 Premios Nobel. De esos 900, 50 se le dieron a las mujeres. De esos 50, la gran mayoría son de la paz y solo 6 son de química y física. Y de esos 6, la mitad corresponde a Marie y a su hija, que ganó otro años más tarde.

Luego de dar el ejemplo con el que comienza esta nota, Chiaramoni cerró la charla con una advertencia: «Que quede claro: podemos ser líderes. Pero yo no soy mayor, no uso anteojos y no soy hombre, pero sí soy científica. Nosotras tenemos muchas cosas para decir. Tengamos cuidado: podemos estar perdiéndonos descubrimientos geniales e ideas revolucionarias». ¿Cuándo dejarán de hacer oídos sordos?.