No vas a creer cuál es el primer obsequio que un niño les hace a sus padres según Freud

Sigmund Freud es recordado como el  fundador del psicoanálisis, una disciplina que suele dar mucho de qué hablar, y desarrolló un complejo entramado de teorías. 

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Entre las diversas teorías de Freud, no obstante, existe una no tan conocida que resulta especialmente llamativa: la teoría de las heces.

El primer oloroso obsequio de un niño a sus padres

Freud señalaba que los seres humanos atraviesan, desde su niñez, varias etapas en el  desarrollo psicosexual. Las etapas conducen, además, al desarrollo de las pulsiones sexuales, que son el instinto más primitivo del ser humano, y se desarrollan desde los primeros años de vida.

Entre las etapas del desarrollo psicosexual, se encuentra la polémica etapa anal, en la que los niños comienzan a desarrollar el control de esfínteres. En esta etapa, el niño también comienza a identificar en las heces un producto de su cuerpo, una parte de él mismo que se desprende. 

Las heces pasan, entonces, a tener un gran significado para los niños, según indica la teoría. Los excrementos pasan a ser el primer obsequio de los niños a sus padres. Freud señalaba que, en la mente de los niños, el contenido intestinal les demostraba a las personas que los rodean cómo se sienten con ellas

En este marco, si el niño se niega a defecar en el inodoro, puede estar teniendo problemas con sus padres en lo que refiere a la confianza. Por otra parte, si el niño defeca en donde debe, está premiando a los padres y demostrando que confía en ellos. 

Freud indicaba también que este regalo no solo es considerado de esa forma por el niño, sino también por los padres, que esperan que ese producto de los intestinos termine en el inodoro. Las primeras veces que el niño usa el inodoro pasan a ser un obsequio, en tanto los padres se ponen felices debido a que el pequeño no usará más pañales. 

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Por otra parte, la teoría habla sobre la dicotomía que se da en torno a los excrementos: por una parte, tanto las padres como los niños lo consideran un obsequio, pero al mismo tiempo es un obsequio que aunque es aplaudido o festejado debe ser desechado, expulsado y aniquilado. 

En definitiva, las heces, según esta teoría, son una especie de mediador del niño con el mundo adulto, una forma de bien de intercambio con el que puede identificarse.

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