Ni las explosiones de bombas indiscriminadas que amenazan al país, ni el hecho de ser mujeres, ha logrado frenar a estas veterinarias de encabezar el único refugio y clínica veterinaria en Kabul, Afganistán.
Mujeres veterinarias afganas buscan combatir la desigualdad

Fieles a su profesión y buscando inspirar a las demás mujeres, muestran que el género no debe interferir en una profesión.
Un país con necesidad de cambios
Afganistán es uno de los países con mayor desigualdad de género en el mundo. La sociedad afgana es estrictamente patriarcal, las mujeres se casan muy jóvenes y pasan su vida como amas de casa. Si llegan a huir de sus hogares o cometer algún tipo de «crimen» moral, las mujeres pueden ser encarceladas.
El país además cuenta con un sistema legal que, a menudo, castiga a las mujeres por denunciar los crímenes violentos contra ellas, como violación o abuso, por lo que un gran número opta por callar.
Sin embargo, la Dr. Maliha Rezayi, la Dr, Malalai Haikal y la Dr. Tahera Rezai lograron estudiar y ejercer su profesión como veterinarias. Hoy en día encabezan la Clínica Nowzad Conrad Lewis en Kabul y buscan inspirar a otras mujeres para cambiar el futuro del país.
Hacen frente a la discriminación
Maliha Rezayi, es una de las veterinarias a cargo de la clínica. Sus padres apoyaron su determinación de ir a la escuela y luego a la universidad. Incluso de adolescente llegó a convertirse en la campeona de boxeo femenino de Afganistán.
Sin embargo, para parte de su familia, sus elecciones generaban desprecio y no comprendían cómo una mujer no hacía lo que se acostumbraba. Hoy con 27 años, encabeza la clínica y busca cambiar la cultura del país. Para ella, el desprecio la ayudó a trabajar más duro para demostrar que las niñas no son menos que los niños.
En la universidad solo habían alrededor de 20 mujeres en su curso, y en algunos casos los propios profesores la discriminaban por ser mujer. Las diferencias de género tampoco tardaron en llegar al ejercer la profesión. Según Rezayi, muchas personas no quieren que ella toque a los animales, aunque una vez que entran en confianza, agradecen su labor.
Durante 3 años, las veterinarias han liderado sesiones clínicas para las próximas generaciones de estudiantes de veterinaria brindándoles una oportunidad de ganar experiencia. Según Rezayi, las estudiantes mujeres están felices, pero los hombres tienden a ignorarlas al principio y no quieren escucharlas, hasta que les enseñan cosas importantes e interesantes, y empiezan a escuchar.
Esta situación demuestra los prejuicios sociales de género que han tenido que sufrir. Pero eso no ha impedido que sigan adelante, probando que las mujeres merecen ser igualdad y ser respetadas en el ámbito académico, profesional y social.
Las 3 han enfrentado la discriminación, así como el riesgo de ser víctimas de un bombardeo. Pero no han dejado de asistir a la clínica y ayudar a los animales que lo necesitan. Para estas veterinarias, lo más importante para lograr poner fin a la desigualdad de género, además del apoyo de la familia, es la educación.
Sus propias familias (que han estado en contra de la educación de las mujeres), ahora incentivan a otras mujeres de la familia a que sigan su camino, y ellas esperan poder inspirar a muchas mujeres más a seguir su vocación y desempeñarse de forma profesional.
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