Los experimentos más crueles de la historia: la atroz hibridación humano-chimpancé de Ilya Ivanovich Ivanov

Breve historia de una de las mayores perversiones en la historia de las ciencias.

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Un científico competente

Imagen Wikimedia Commons

El ruso Ilya Ivanovich Ivanov se graduó de biólogo en 1896 en la Universidad de Jarkov y rápidamente empezó a dar muestras de su gran talento. A comienzos del siglo XX, en plena época zarista, se hizo famoso por su perfeccionamiento de la inseminación artificial en la cría de caballos.

Demostró que con su método, uno solo semental, sano y vigoroso, podía fertilizar a cientos de yeguas en corto tiempo y no a las pocas que dejaba preñadas por el método natural. La estación experimental de Ivanov no se daba abasto para atender a los criadores de todo el mundo.

También le gustaba jugar con nuevas especies en tiempos en los que no disponía de los espectaculares avances de la genética de la actualidad. Creó el cebroide, un híbrido de cebra y burro; el zubrón; un cruce de bisonte con vaca, y otras invenciones biológicas que en su momento asombraron al mundo científico.

Ivanov cruza una línea roja

De los experimentos de Ivanov con mamíferos no humanos a otra etapa superior, en la que el hombre o la mujer formaran parte, no había más que un paso y el ruso estuvo dispuesto a darlo, sin pruritos morales.

Ivanov se preguntaba qué alumbraría una mona fertilizada con semen humano o una mujer preñada por un simio y se puso manos a la obra. Aunque en los años 1920 no sabía que los chimpancés y los humanos comparten casi un 99 % de su genoma, este homínido le pareció el mejor candidato para sus siniestros experimentos.

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El biólogo ruso consiguió colocación en el Instituto Pasteur de París, el centro de investigaciones biológicas más prestigioso del mundo en ese momento, y en 1924 obtuvo apoyo financiero de su gobierno para el proyecto. Luego se instaló en una estación de trabajo que el Instituto Pasteur tenía en África en la Guinea Francesa y comenzó intentando preñar hembras de chimpancé con semen humano.

El desenlace

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Ivanov no consiguió que ninguna de las hembras chimpancé quedara encinta y entonces propuso a los franceses intentar la otra ruta: inseminar mujeres con semen de simio. Los franceses rechazaron el plan y el científico tuvo que retornar a su país en 1928.

Pero no regresó con las manos vacías. Se llevó a la URSS unos 20 simios, entre chimpancés y orangutanes, e instaló su laboratorio en Abjasia, con el apoyo de Stalin.

Se dice que Ivanov presionó y sobornó a 5 mujeres para que se dejaran inseminar con esperma de mono, pero no hay pruebas de ello. En todo caso, los animales no soportaron el rudo clima y el polémico biólogo se quedó sin semen.

Poco después, Ivanov cayó en desgracia y murió en el exilio interior, en Alma Ata, en 1932.