Indagando en los olores de la infancia

¿Recuerdas el olor a madera de tu cama de la infancia? ¿O qué tal el aroma de la casa de tu mejor amigo de la escuela? Bueno, al menos estos dos aromas yo los tengo bien grabados, y estoy seguro que de volver a sentirlos los reconocería al instante. Detrás de esto opera la maquinaria evolutiva, y una lógica que explicamos a continuación.

PUBLICIDAD

Partimos de un experimento realizado por Yaara Yeshurun y sus colegas del Weizmann Institute of Science en Rehovot, Israel, quienes trabajaron con un grupo de voluntarios a quienes le mostraron un objeto como una silla, o un lápiz, y luego se los expuso a un aroma. Una hora y media después se los expuso a un nuevo aroma también asociado con el mismo objeto.

Una semana más tarde los científicos se volvieron a poner en contacto con los voluntarios y les mostraron el objeto. Preguntados sobre cuál aroma asociaban a él, los voluntarios asociaron al objeto al primero de los aromas a los que fueron expuestos una semana antes del experimento.

De hecho, los análisis de la actividad cerebral de los voluntarios demostraron un patrón específico de actividad en la región del hipocampo que contribuía a fijar el primero de los aromas al objeto seleccionado.

En esta mecánica no opera otra cosa sino evolución pura, según explica Yeshurun. La autora señala que nuestro cerebro debe haber evolucionado de esta manera para privilegiar estas memorias y fortalecer nuestra habilidad para sentir el peligro, algo que se manifiesta claramente en olores poco placenteros.