El 8 de agosto de 2016, Gustavo Cordera brindó una conferencia en la escuela de periodismo TEA Arte, donde expuso una seguidilla de expresiones aberrantes sobre la mujer (muchas, de las cuales luego se arrepentiría) que ocasionaron un fuerte repudio.
Gustavo Cordera fue procesado por sus dichos aberrantes sobre la mujer

Hay mujeres que son histéricas y necesitan ser violadas para tener sexo. Lo necesitan psicológicamente porque tienen culpa y no quieren tener sexo libremente. Necesitan y quieren jugar a eso, a mí no me gusta jugar a eso, pero hay gente que sí, hay tipos a los que sí les gusta jugar a eso. Somos muy complejos los seres humanos.
Su sincercidio provocó que lo procesaran por “incitación a la violencia colectiva” y el Juzgado Criminal y Correccional Federal N°6 dictó un embargo de sus bienes por medio millón de pesos.
”Esperaría que no te asuste este instante de sinceridad, mi corazón vomita su verdad” dice un fragmento de La Soledad, canción compuesta por él, y $500 mil le costó haber expresado ante 35 estudiantes de periodismo justamente lo que su corazón vomitaba.
Lo que siente, lo que cree, lo que piensa, dejan la mera reflexión de que el problema no es que lo haya dicho, sino justamente que lo haya pensado, ya que sus frases no son más que el reflejo de una sociedad que construyó esa creencia y avala ese pensamiento.
Cordera sufrió la condena por ser una figura reconocida, pero no todos los violadores ni los femicidas, ni todo aquel que ejerce la violencia hacia la mujer sufren la misma.
El cambio no va a ser cuando se dejen de decir aberraciones sobre las mujeres, sino cuando se dejen de pensar. No solo Cordera, toda la sociedad.
El verdadero cambio es cultural.






